Educar, constituye seguramente, una de las actividades más importantes y trascendentales para todo ser humano. Educamos a otro, cuando desarrollamos y perfeccionamos sus facultades intelectuales y morales.
Cuando no hay educación es muy fácil que se haga realidad el proverbio: "Lo que mal empieza, mal termina", y aquel otro: "Árbol que crece torcido, jamás sus ramas endereza". Una buena educación deja una rica sustancia, al igual que "El vaso conserva por largo tiempo el aroma de la primera sustancia que contuvo", como lo expresó el poeta romano Horacio.
Las grandes cualidades morales como el valor, la lealtad, la generosidad, se adquieren en la primera infancia. El rey Salomón, se preciaba haber aprendido grandes cualidades de su padre, el rey David. Y Agripina escogió al filósofo Séneca, como maestro de Nerón.
Por desgracia, la perversidad de Nerón, aprendida en los primeros años de su vida, no pudo ser vencida por el gran Séneca.
Filipo, rey de Macedonia, le pidió al filósofo Aristóteles, que le diera enseñanzas a su hijo Alejandro El Magno. Seguramente, gracias a Aristóteles, Alejandro pudo corregir algunos de sus graves excesos.
El político Saavedra Fajardo nos dice que "Si amaestrase el búho al águila, no la sacaría a desafiar con su vista los rayos del sol ni la llevaría sobre los cedros altos, sino por las sombras encogidas de la noche y entre los humildes troncos de los árboles....... De los primeros esbozos y delineamientos pende la perfección de la pintura; así la buena educación, de las impresiones en aquella tierna edad, antes que robustos, cobren fuerzas los afectos y no se puedan vencer. De una pequeña simiente nace un árbol; al principio débil vara, que fácilmente se inclina y endereza, pero encubriéndose de cortezas y armándose de ramas, no se rinde a la fuerza. Son los afectos en la niñez como el veneno, que, si una vez se apodera del corazón, no puede la medicina repeler la palidez que introdujo".
Lo escrito hasta aquí, puede ser muy desalentador si no educamos adecuadamente a nuestros hijos, o si nosotros no recibimos la educación adecuada y pensamos que ya no podemos avanzar.
Pero eso no es así. Las modernas corrientes educativas y psicológicas han demostrado que si descuidamos la educación temprana de nuestros hijos, o aún, si nosotros ya de adultos quisiéramos gozar de algunas de las grandes virtudes como si hubiéramos sido educados de infantes adecuadamente, aún podemos lograrlo tanto para nuestros hijos como para nosotros mismos.
Si un adulto carece de algunas de las grandes virtudes morales o destrezas de la inteligencia, como la valentía, la audacia, la perseverancia, la capacidad de aprender nuevos conocimientos, idiomas, o aún, nuevas formas de ganarse la vida, es posible hacerlo.
Dilthey, uno de los más grandes pensadores de los últimos 200 años, nos habla del inmenso valor educativo y decisivo instrumento de cambio en la vida de las personas, que ejerce la lectura de las biografías.
Si ya de adultos nos decidimos a leer varias biografías de hombres que hayamos admirado, y leerlas varias veces aun cuando sean pocas, la lectura de esas biografías podrá transformar la vida de nuestros hijos y las nuestras.
Las vidas de los científicos, de grandes empresarios, de líderes políticos, de inventores, etc. Cada una de estas vidas está repleta de virtudes morales, de fuerza de voluntad, de esfuerzos de esos hombres y mujeres que han ayudado enormemente a la humanidad.
Cuando leemos la vida de algún personaje que siempre nos haya interesado, su impacto podrá ser mucho más importante para nosotros, que muchos años de estudio en grandes universidades.
Para Dilthey, y los modernos psicólogos, la lectura de una sola biografía puede producir milagros en nuestras vidas para siempre, y en brevísimo tiempo.
Para Emerson, "No hay propiamente historia, sólo biografías".
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