'COMPRENDER' NUESTRAS EMOCIONES ES LO IMPORTANTE.'
"La emoción hace que yo piense, pero enturbia sin cesar mi pensamiento", escribió Arreat, en su obra "Reflexiones y máximas".
Lo que tenemos más cerca de nosotros, paradójicamente, es lo que menos advertimos: me refiero a nuestras "emociones". Nos sucede lo que ya la Biblia nos había dicho de nuestra habilidad y buena vista para advertir la paja en el ojo ajeno, mientras que no vemos la viga en el propio.
Seguramente, nada contribuye más a nuestra dicha que las buenas emociones y alegres estados de ánimo. Las emociones pueden conducirnos a llevar nuestras vidas de manera desastrosa, y lo peor de todo, es que no nos damos cuenta de ello.
La envidia, los celos, un amor no correspondido, la ira y el odio ocultos en las cavernas de nuestro corazón, pueden estar dominando nuestra existencia sin que lo sepamos siquiera. Y es que el sólo conocimiento de una o más emociones perturbadoras no es suficiente para tratar eficazmente esas emociones que nos están perturbando o francamente, destruyendo nuestra existencia.
El problema es muy complejo, pues en primer término es difícil que nos demos cuenta cuál emoción nos está trastornando. Luego, si llegamos a percatarnos de esa emoción, lo más probable es que únicamente lleguemos a tener un ligero "conocimiento" de la misma, y esto no resuelve nada, pues lo esencial no es tener un conocimiento de la emoción perturbadora, sino que lleguemos a "comprender" a fondo la naturaleza e intensidad de esa emoción.
Conocer no lleva necesariamente a la "comprensión" de algo. El conocimiento se da en el orden de la inteligencia y de la operación de nuestra razón. En cambio, la comprensión se da en el orden de los afectos, intuición y de la buena intención. En suma, se da en el orden de las fuerzas del espíritu.
Podemos sentir un odio muy intenso por una persona muy cercana a nosotros. Al empezar a darnos cuenta de esa emoción, trataremos de ocultarla y negarla, terminando por creer que esa emoción del odio no existía o francamente, murió. Pero es tan poderosa esa emoción y dada la cercanía con esa persona, que verdaderamente ese odio está vivo y gobierna nuestra vida en muchos sentidos. Lo mismo puede sucedernos con emociones como la envidia, el rencor, el amor y el miedo.
Lo peligroso de no "comprender" las emociones que nos dominan, es que realmente pueden gobernar nuestras vidas por días, meses, años, y con frecuencia, durante toda nuestra existencia. A veces, la emoción no comprendida causa que nos expresemos con imprudencia y que salga esa emoción rompiendo nuestro pecho. ¿Qué acaso ya nos olvidamos de la máxima latina que dice: "De lo más profundo del pecho"?
Permanentemente guardamos una determinada sintonía con el mundo, o bien, desvalorizamos de bulto nuestra existencia. Podemos sentir que la vida es buena con nosotros o bien, sentir que nuestra existencia está envuelta por negros nubarrones.
Y no nos percatamos de que esos dos sentimientos señalados, no responden a un balance objetivo de nuestra realidad, sino que son nuestros "estados de ánimo" y "emociones" los que pintan de rosa o de negro nuestras vidas.
El hecho más deslumbrante, verdadero y contundente de nuestras vidas, es el siguiente: que nuestros estados de ánimo y emociones son los que más nos afectan y determinan nuestros comportamientos. En el fondo de nuestra alma, no anhelamos ni la riqueza ni el poder, sino estados de ánimo de alegría, paz, jovialidad, confianza y seguridad, así como también emociones como el amor, benevolencia, valentía y felicidad. Nuestros estados de ánimo y emociones son las vías por donde transitan nuestras existencias. Son también, el gozo del viaje, y además, son el destino anhelado por nosotros.
Debemos aceptar con un valiente realismo, que la gran mayoría de nuestras emociones "son" negativas o desagradables. Como seres humanos, padecemos de una permanente vulnerabilidad: nos sentimos cansados o enfermamos, tememos a la muerte y a la escasez.
La constante en nuestra existencia son las decepciones, ingratitudes, pérdidas de amigos queridos, pérdidas de vidas de seres muy queridos, sorpresas desagradables y sueños rotos.
Las emociones de una fuerte carga positiva, como un gran amor, amistades muy queridas y fieles, y los éxitos constantes, están ausentes de ser impactos muy fuertes. La paz, contentamiento y satisfacción personal, contribuyen a nuestra dicha, pero no nos conmocionan.
En cambio, la muerte de nuestro cónyuge, el rompimiento sentimental con un hijo o el diagnóstico de una enfermedad grave, causan emociones de un alto dramatismo.
¿Qué conclusiones podemos obtener de todo esto? La primera y más importante, consiste en saber que los "estados de ánimo" de mal humor, aburrimiento y desasosiego, casi siempre son causados por falta de energía física. Si descansamos varias veces durante el día, hacemos ejercicio con regularidad y no tomamos alcohol, nuestros niveles de energía se incrementan y desaparecen los "estados de ánimo negativos" además de que nos invaden estados de ánimo positivos como la calma, la confianza y el contento.
Segunda conclusión: emplear tiempo y esfuerzo para investigar cuáles emociones, como el odio, el rencor o el miedo, están gobernando nuestras vidas sin que nos demos cuenta.
¡Recordemos que conocer no es lo mismo que comprender! Y en el terreno de las emociones que nos perturban o que están destruyendo nuestras existencias, lo importante "no" es conocer nuestras emociones, sino que lo esencial es comprenderlas a profundidad, a fin de poder quitarles el mando que ejercen sobre nosotros.
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