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PALABRAS DE PODER

La fuerza sorprendente de nuestro espíritu

JACINTO FAYA VIESCA

PODEMOS LOGRAR GRANDES COSAS EN NUESTRA VIDA

¿Qué ser diabólico o persona con capacidades adivinatorias o divinas, nos dijo que no podíamos llevar a cabo determinados propósitos?

¿O es que aún les seguimos creyendo a las personas que nos descalificaron en la infancia, ya sea profesores o nuestros propios padres?

¿Seguimos autosugestionados con nuestros pensamientos y sentimientos derrotistas, como si el mismo Dios los hubiera impreso en nuestro cerebro y corazón?

¡Deseamos hacer una serie de cosas: estudios, proyectos, negocios, conocer a determinadas personas, pero no lo hacemos porque creemos que es algo imposible!

Los billones de células de nuestro cuerpo almacenan una cantidad de energía sorprendente. ¿Y qué decir de las cien mil millones de neuronas que contiene nuestro cerebro?

¿No es nuestro cerebro, acaso, la maquinaria más prodigiosa en complejidad y riqueza que existe en la naturaleza?

¿Qué no podemos emplear todos estos recursos y muchísimos más para trabajar sobre las cosas que anhelamos hacer?

¿Ignoramos que existe una enorme cantidad de personas que estarían dispuestas a bridarnos su ayuda con el solo hecho de pedírsela?

¿Ya olvidamos que a lo largo de nuestra vida fuimos capaces de realizar muchas cosas que en un principio pensamos que no podríamos?

Uno de los rasgos que prueban que hemos madurado emocionalmente, consiste en atrevernos a hacer cosas que anteriormente no nos atrevíamos. Madurar implica asumir riesgos, intentar hacer las cosas sabiendo que algunas veces podremos y otras veces no, pero con la conciencia de que nuestro ser quedará intacto a pesar de lo no realizado.

La persona madura nunca es derrotista. Puede sentir temor o abrigar dudas ante ciertas actividades que desea hacer, pero el miedo no la paraliza. Tampoco asume la actitud de una niña caprichosa que espera que todo se lo hagan. La persona madura acepta y emprende permanentemente arduos esfuerzos, como parte esencial de su vida. Actúa como si hubiera hecho suyo el pensamiento del inventor del psicoanálisis, Freud, quien escribió: "He sido muy afortunado en mi vida: todo lo que he logrado ha sido con esfuerzo".

Si no creemos en nosotros, estaremos perdidos. Creer en nosotros no significa que lograremos todos nuestros propósitos, aun cuando hayamos puesto lo mejor de nosotros mismos. El que cree en sí mismo, sabe de antemano que en todo lo que emprenda hay factores y circunstancias que están fuera de su control.

La persona madura acepta las limitaciones y las desfavorables circunstancias impredecibles, pero aun en las circunstancias más difíciles, sabe que puede elegir entre varias opciones. Sabe que la circunstancia es la fuerte, pero intenta modificarla y lucha por no ser determinada por ella.

La persona que se atreve a lanzarse a realizar sus sueños, está dispuesta a luchar, a esforzarse, a trabajar con disciplina, a perseverar en la contienda. La persona inmadura quiere que le den la nuez ya peladita y que se la pongan en la boca.

El poeta alemán Goethe, decía que si queremos realizar grandes cosas, debemos considerarnos mejor de lo que somos. Goethe tiene razón, pero no por que "debemos considerarnos mejor de lo que somos", sino porque su pensamiento apunta a no ponernos limitaciones absurdas. Y es que en realidad, nadie de nosotros sabemos qué tan "mejores" somos de lo que pensamos.

Y jamás podremos saberlo, porque toda actividad, propósito o trabajo se lleva a cabo aprovechando pocas o muchas de nuestras ventajas.

En algunas cosas, la persona sólo pone en operación su inteligencia. En otras, opera su inteligencia, su intuición, su esfuerzo y otros recursos más. Pero hay personas que emprenden sus actividades acudiendo a su inteligencia, intuición, memoria, grandes esfuerzos, anhelos de fama, motivaciones, voluntad, compromiso, etc.

La verdad, es que nuestros propósitos los podemos empezar a realizar comprometiendo todas nuestras fuerzas espirituales. Es muy distinto emprender algo con escasos recursos, que trabajar con las fuerzas de nuestro espíritu. El espíritu es poderosísimo, ya que incluye a nuestras fuerzas biológicas, mentales, intuiciones, de voluntad, de ideales y compromisos existenciales.

Nuestro espíritu es la esencia de nuestro ser. Su fuerza es avasalladora, impetuosa, noble y atrevida.

No se trata de creer que todo lo podemos, sino de limitarnos a nuestras reales capacidades, y en relación a esto, aspirar a más, en virtud de que ignoramos de lo que podemos ser capaces.

"No todas las tierras pueden producir todas las plantas", escribió Virgilio. No vamos a sembrar las semillas en cualquier surco, pero una vez que sabemos lo que queremos, sembraremos en los surcos adecuados, con la seguridad de que cosecharemos toneles de oro de 24 quilates convertidos en riquísimas satisfacciones.

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