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PALABRAS DE PODER

Goethe, para entendermejor nuestro momento

JACINTO FAYA VIESCA

LA FORMA DE METERNOS DE LLENO EN LA VIDA

Todo lo escrito en esta columna, de una manera u otra, está inspirado en Goethe, ese formidable poeta alemán que nació en 1749 y falleció en 1832 en Weimar, ciudad que visité hace algunos años para conocer la casa en la que vivió. Para mí, sin duda alguna, es de los pensadores no sólo más geniales, sino uno de los más apegados a la vida de cada día. Mozart y Beethoven tocaron para él, y el emperador Napoleón Bonaparte platicó en Alemania dos veces con nuestro poeta.

En su obra, "Teoría de los colores", escribió: "El hombre juicioso tratará de introducir la alegría incluso en la morada del dolor".

Nuestro poeta aborrecía la muerte y adoraba la vida. A este pensador se le murieron tres hijos en edad muy temprana, y otro de sus hijos, ya adulto, se suicidó en Roma. Al poeta se le muere su esposa cuando contaba el escritor con 67 años. Su vida fue difícil, y aun así, siempre encontró motivos para estar en una "incesante actividad" y mostrar una permanente alegría.

Goethe nos invita a tratar de introducir la alegría incluso en la morada de nuestro dolor. Es casi imposible que las personas en alguna o algunas épocas de nuestra vida, no hayamos pasado o estemos pasando por "algún dolor": pérdida de seres queridos, enfermedades, etc.

Si respetamos "nuestro dolor", es muy probable que podamos gozar de algún grado de alegría. De una alegría tal y como la consideraba nuestro poeta: como una reacción a la adversidad por más grave que fuera. Una alegría nacida de la conformidad y de los muchos regalos que día a día nos da la vida. Para Goethe de nada nos sirve todo el conocimiento si no sabemos vivir la vida de una manera sencilla y alegre. En una de sus poesías líricas escribió que todo pueblo se mueve y afana en virtud de que quiere sacar a sus hijos adelante. El poeta estaba convencido de que este propósito es lo esencial en todos los padres y madres de los pueblos del mundo. Para este pensador, este propósito ocupa más tiempo en los padres que cualquier otro objetivo y lo considera admirable.

En otra de sus poesías nos dice que por todo siempre debemos esforzarnos. La mejor terapia que este poeta recomendaba, consistía en poner nuestro empeño en todo lo que hiciéramos. El puro hecho de ser conscientes de estar atentos a nuestros quehaceres e imprimirles esfuerzo, acrecentaría la eficacia y éxito de nuestras tareas.

El poeta escribió en otra de sus poesías líricas: ¿Que a quién debe creerse, me preguntas, honrado amigo? Te diré: ¡A la Vida! Ella, mejor que los libros y maestros nos enseña e ilumina.

A Goethe se le consideraba el hombre más ilustrado de su época. No obstante ello, toda su poesía está escrita con base en las circunstancias que observaba día a día. Su formidable manera de vivir estuvo "siempre" inspirada en su contacto con las personas y con la Naturaleza.

Nuestro poeta estaba metido de lleno en la vida, sin la mínima pretensión de arrancarle secretos no accesibles a nuestra inteligencia. Goethe creía en la Vida. En la vida de los seres humanos que se afanaban cada día. Sus más grandes poemas los obtiene de lo que ve entre los campesinos, soldados, mujeres enamoradas y llenas de ilusiones, trabajadores sencillos y bailables populares.

Goethe, el hombre más ilustrado del mundo en su tiempo, no obtuvo los grandes secretos del vivir de los grandes sabios. Lo obtuvo de la Vida, de una vida vivida con simpleza por personas sencillas y sin pretensiones. Aborrecía todo lo grandioso, pues le parecía que chocaba contra la vida simple, que para nuestro poeta, era la mejor de todas las existencias. En su obra encontramos también este pensamiento: "Como a los propios hijos no podemos amar nunca a los hijos del extraño; esa es la razón, de que al error, que es nuestro hijo, lo queramos tanto". Nuestro poeta prefería la verdad que nos daña al error que nos beneficia. Decía que lo malo no está en errar, que es de humanos, sino de persistir en el error una vez que lo hemos conocido.

Con frecuencia la verdad nos lastima, mientras que nuestro error nos produce beneficio, sólo que para Goethe, "la verdad es bálsamo que alivia ese mismo dolor que nos provoca".

Reconocer nuestros errores nos resulta enormemente difícil, pues siendo nuestros, los consideramos como si fueran nuestros hijos. Solamente en las almas grandes es posible el reconocimiento de los grandes errores. Errores sencillos y sin consecuencias todos los reconocemos y hasta presumimos de haberlos reconocido.

El reconocimiento de nuestros grandes errores ennoblece nuestra alma, puede evitar graves daños a otros de manera injusta, y su reconocimiento puede solucionar grandes problemas. El soberbio jamás reconocerá un error importante por él cometido. En su obra, Poesía Lírica, Goethe acuñó una reflexión que nos puede reportar muchos beneficios durante toda la vida: "Jamás en esos seres tan sensibles puse mi confianza; que es frecuente resulten unos malos compañeros los que tan delicados se pretenden".

Para Goethe, nuestro trato con otros debe ser cordial y fácil. Si hablamos con personas muy sensibles y que se sienten especiales y exigen un trato muy cuidadoso, estaremos en problemas. Esto lo sabemos todos, amables lectores, puede tratarse de personas allegadas por lazos familiares, de trabajo o simplemente de personas con las que ocasionalmente tenemos necesidad de tratar o hablar de un determinado asunto. Toda persona sensible es problemática: es muy susceptible de ofenderse por todo, hay que pesar las palabras como se pesa el oro en esas básculas de altísima precisión. Hay que medir nuestras palabras al igual que su tono.

Con las personas sencillas, las palabras las podemos pesar en la báscula del tendero, que siempre pesa menos gramos del kilo. ¡Pero no pasa nada! El que se tiene por delicado, siempre sufrirá en sus relaciones con los demás. Exige lo imposible y lo absurdo; siempre está pesando las palabras de otros en la báscula en que se pesa el oro.

Para vivir mejor nuestro momento, hemos leído aquí algunas perlas del inmenso Goethe.

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