Dijo el Consejo: yo doy mi parecer a fin de que alguien se guíe en algún asunto. ¡Claro, que al aconsejar, estoy manifestando una advertencia, aviso, indicación, y haciendo una recomendación! Pero en la mayoría de los casos, quien pide mi consejo, quiere que le aconseje "lo que ya está decidido a hacer", y por eso, ya no me gusta aconsejar.
En mi caso no, dijo un Aconsejado, pues sé perfectamente que en mis asuntos difíciles y graves, no debo actuar sin recibir consejo, pues por lo general, me invaden los prejuicios, pasiones violentas y todo tipo de debilidades. Y cuando estoy abrumado por lo difícil y grave del asunto, no veo claro, y aun cuando soy muy inteligente, la realidad es que mi inteligencia no me sirve para nada, pues mis pasiones y sentimientos me dominan.
Quizá tú sí sabes pedir y recibir consejos, pero tengo la experiencia, que siempre he fracasado cuando he tratado de guiar a todos aquellos que pretenden por sí mismos elegir sus caminos y hacer lo que "ellos quieren". Me gustaría mucho, siguió hablando el Consejo, de que cuando acudan a mí, lo hicieran porque verdaderamente desean que les dé mi opinión, pero la verdad, estoy muy desilusionado, pues muchos de ellos no desean recibir mi opinión, y lo que realmente quieren, es que los elogie y les apruebe lo que ya decidieron hacer.
Muchos de los aconsejados, dice el Consejo, vienen a mí, inflados de orgullo y vanidad, buscan mi aprobación a lo que pretenden hacer, y cuando no comparto sus puntos de vista, se enojan y hasta algunos se retiran ofendidos, habiéndoseles olvidado que venían a pedir mi opinión.
Pues a mí me sucede lo contrario, dijo un Aconsejado, ya que desde que era muy pequeño escuchaba a mis abuelitos decir, que era de sabios pedir consejo. Claro, que yo no soy ningún sabio, siguió diciendo el Aconsejado, pero el más sabio de todos los consejos que escuché de mis abuelitos, fue, que en mis situaciones difíciles, siempre debía solicitar el consejo de personas más experimentadas, sabias, o competentes, que yo. Así que para mí, el rey de los consejos consiste en pedir consejo cuando lo necesite. Y también, siguió hablando el Aconsejado, la reina de los consejos es, que cuando la situación cambie, debo pedir el "reconsejo", pues al cambiar la situación, el anterior consejo ya no me sirve.
Te quiero pedir un consejo, le dijo el Aconsejado al Consejo: ¿Debo pedir sólo consejo al hombre sabio, al competente en alguna área, y al experimentado? ¡No, le contestó!, sino cuando puedas, pídele consejo al que mucho te ame, pues aun cuando esté influido por el gran cariño que te tiene, el querrá siempre para ti lo mejor.
Mira, le dijo el Aconsejado al Consejo: creo que tienes mucha razón; cuando yo me dejo guiar por amigos que me quieren mucho, en la gran mayoría de los casos, sus consejos me resultan muy eficaces. No sabía por qué, pero ahora comprendo, que el cariño de mis amigos hace eficaces sus consejos porque quieren para mí lo mejor. Y como me quieren, su cariño no los hace ciegos, sino que los hace "videntes"; ven por mí, lo que yo sólo no puedo ver. Por esto, me dejo guiar con mucha docilidad por mis grandes amigos.
Te voy a confesar algo, le dijo el Consejo, con rubor de vergüenza en la cara: una de mis debilidades consiste en que me ofrezco a dar consejos cuando no me los han pedido, lo que se convierte en desaciertos de mi parte; y además, padezco también, de la debilidad de que me gusta andar aconsejando. Sí creo que ello sea una debilidad, le contestó el Aconsejado, pues mientras pensamos que no necesitamos consejo, no siempre lo recibimos con agrado cuando no lo hemos pedido. Aunque te he de decir, que el no pedir consejo es una mezcla de terquedad con orgullo y capricho, pues no aceptamos un punto de vista diferente al nuestro.
¿Sabes qué es lo más triste?, dijo el Consejo. Lo más triste es que cuando pude haber dado una buena opinión a tiempo, no me la pidieron, y luego, las cosas ya no tienen remedio, pues después del "hecho" o de que las "cosas hayan pasado", ya de nada sirven mis consejos.
También debemos aconsejar a quienes queremos, pues no aconsejarlos adecuadamente, sería una prueba de que no los queremos en realidad.
¡Y también, que el consejo es algo sagrado a lo que debemos darle un inmenso valor, pues un buen consejo dado con buena fe, puede salvar a alguien de situaciones graves y gravísimas!
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