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PALABRAS DE PODER

La ira

JACINTO FAYA VIESCA

UNA EMOCIÓN QUE NO CONOCEMOS

La ira es una pasión del alma que impulsa a cometer actos de violencia contra las personas o las cosas. Solamente podremos sentir la pasión de la ira si creemos que hemos sido agraviados, ofendidos o dañados en nuestra persona o en personas que queremos mucho.

La ira se ha ganado la peor de las famas, como lo demuestran los papiros egipcios de hace más de tres mil años, los escritos de los fenicios y la inmensa obra de Homero, La Ilíada, escrita setecientos años antes de Cristo; la Biblia, en su Antiguo y Nuevo Testamento, condena esta emoción, y la Iglesia Católica la considera uno de los "siete pecados capitales".

Séneca escribió una obra con el título "La ira", condenándola de pies a cabeza.

El no comprender los orígenes de la ira y su composición emocional, acarrea graves e intensos sentimientos de culpa de quienes padecen y expresan esta explosiva emoción. Los psicólogos casi nada han escrito de esta emoción que ha causado tantos males, pero que también ha sido el origen de muchos bienes para la humanidad. Solamente en los grandes poetas, novelistas y biólogos podemos estudiar esta pasión, con seguridad, la más injustamente comprendida de todas las emociones humanas.

Aristóteles en su excepcional obra, Ética a Nicómaco, escribió que la persona que no experimenta el coraje y la ira en el momento oportuno, del modo oportuno, con la persona adecuada y en una situación apropiada, es un "idiota". El no experimentar la ira en la situación descrita por Aristóteles, revelaría que esa persona padece de una grave enfermedad mental o que se trata de una persona cobarde. El ser incapaz de experimentar y expresar la ira, constituye un vicio emocional y moral, o podría revelar que la persona ofendida padecería de una cobardía extrema y viciosa.

Lo he manifestado frecuentemente: los seres humanos pertenecemos a una de las 193 especies de monos y primates que actualmente existimos con vida en el planeta Tierra. Estas 193 especies venimos de un ancestro común cuyo origen data hace seis millones de años y que vivió en África. La ira es tan humana y tan animal, que ninguna de las 193 especies mencionadas existiría hoy en día de no haber empleado dicha emoción para defenderse de fieras salvajes y grupos que las atacaban.

Robert C. Solomón, fallecido en el año 2007, y en su tiempo, Presidente de la Sociedad Internacional para la Investigación de las Emociones en los Estados Unidos, escribió lo siguiente: "Nos resulta fácil apreciar el importante papel que desempeña en la vida la ira cuando otras personas no respetan las reglas, cuando se viola a menudo nuestro territorio y nuestra dignidad, frustrando nuestras necesidades y deseos. De hecho, a la luz del célebre "libre albedrío" del hombre, podemos incluso apreciar por qué habría de enfadarse un dios que ama. No enfadarse puede ser un signo de santidad, pero a veces la ira está "justificada", lo cual no sólo significa que la otra persona la merece, sino que el enfado puede ser bueno para nuestra alma. La piedad puede hacernos santos a unos pocos, pero, frente al insulto y la ofensa, la timidez puede convertirnos en unos tontos frustrados".

La ira en sí misma no es buena ni mala moralmente. Es, simplemente, una emoción totalmente humana, impresa en nuestro "código genético" como una emoción indispensable para la sobrevivencia de la especie humana.

Lo bueno o lo malo de la ira, depende de su justificación o falta de ella. Depende de su intensidad y proporción ante la ofensa recibida, y, por supuesto, de su utilidad justificada en ciertas circunstancias. ¡No debemos condenar ni salvar a la ira por sí misma! No es siempre, como se la considera, una "emoción negativa". En ciertos casos, se trata de una "emoción superlativamente positiva", cuando está conectada con la dignidad y la defensa de lo más valioso de nosotros y nuestros seres queridos.

La ira está vinculada a lo más complejo de nuestro sistema endócrino y cerebral. En sus orígenes más remotos, está impresa en nuestro cerebro más animal, en nuestra "amígdala". Esta emoción no es distinta en las diferentes culturas y pueblos. Por su esencia, trasciende todas las culturas. La ira es en su origen, una emoción animal, un producto de la evolución del hombre. Tampoco la ira es algo fatal. El iracundo puede desaprender conductas enfermas y erróneas implicadas con la ira, así como aprender a entender su ira y manejarla de manera normal, justificada y no patológica.

La ira guarda relación con las necesidades biológicas de nuestra evolución, por ello, es una emoción "universal". Pero esto es sólo parte de su composición. Hay iras normales, como hay iras anormales y enfermas.

La ira puede reprimirse con base en amenazas muy graves y en castigos físicos que pueden causar la muerte. Pero la ira, como una emoción natural, no puede arrancarse ni borrarse de nuestro "código genético". Si se borrara, causaría la extinción de la especie humana. Pero a la vez, la violencia como comportamiento antisocial y patológico, sólo puede enfrentarse en la medida en que los educadores, sociólogos y políticos, comprendan esta compleja emoción, causante de crímenes, guerras y actos heroicos. Conocemos de muchos proyectos nacionales e internacionales para combatir la violencia como uno de los más graves problemas del mundo. ¿Pero acaso no se han dado cuenta los científicos sociales y los políticos de las naciones, que la violencia no es un problema primario? ¿No han advertido que una de las causas más profundas de la violencia en todo el mundo, es el nulo conocimiento de la emoción de la ira? ¿Sabemos de algún proyecto nacional o de la Organización de las Naciones Unidas, abocado al conocimiento de la ira y de sus manifestaciones patológicas?

Es el momento en que todos estamos obligados a conocer a fondo la ira, emoción animal y humana.

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