'CUÁNTA LOCURA DE LOS QUE SE FORJAN ESPERANZAS DE LARGO PLAZO'
El filósofo alemán, Eugen Bohler, publicó en Alemania en 1966 una de las obras más esclarecedoras sobre el futuro, como uno de los problemas fundamentales del hombre moderno. A 46 años de su publicación, sus ideas son hoy, más vigentes aún. Bohler dijo:
"El futuro ejerce una inmensa fascinación sobre el hombre. En el futuro está arraigado todo su anhelo de perfección: todos los modos de su fe en la inmortalidad y en el desarrollo, toda esperanza de prosperidad y de utopía, todas las formas de su fantasía, toda aspiración moral y toda creencia absoluta en el ámbito de la bondad, la verdad y la belleza".
Los mitos en todas las edades de la evolución humana, han jugado un papel sobresaliente en los seres humanos, y el futuro ha sido un tema sustancial en los mitos, en los símbolos y en las muy variadas mitologías de los pueblos. Recordemos el relato que la mitología griega nos hace de la "caja de Pandora": La esposa de Epimeteo, llevada por la curiosidad, abrió la "caja", y los males que se contenían dentro, se esparcieron por el mundo. Pandora pudo cerrar la caja, por lo que solamente la Esperanza pudo quedar dentro. Este relato nos dice que la Esperanza es un mal, pues engendra otros males a la vez.
Cuando nos quedamos confiados en la pura Esperanza, no debe sorprendernos que puedan llegar muchos males a nuestras vidas. De alguna manera, la Esperanza denota que al confiarnos en ella, hemos dejado de luchar y de ser precavidos y diligentes. La Esperanza se da siempre de cara al Futuro. Séneca escribió: "Cuánta locura de los que se forjan esperanzas de largo plazo". Y el científico y político norteamericano, Benjamín Franklin, observó: "El que vive de esperanzas, muere de sentimientos".
El correctivo de ingenuamente echarnos en brazos de la sola Esperanza, nos lo da un refrán popular español: "A Dios rogando y con el mazo dando". El Futuro y la Esperanza se conocen muy bien: los dos no están vivos en el tiempo presente; son anhelados por los hombres y son la materia de ilusiones, fantasías y todo tipo de quimeras.
En la Grecia clásica y en el Renacimiento (que no se dio en toda Europa, y ni siquiera en lo que hoy conocemos como Italia, sino solamente en la ciudad de Florencia), el tiempo se vivía de manera diferente a hoy en día. Y así sucedió en las épocas más difíciles de la evolución humana, en que los individuos tenían que estar viviendo en toda su intensidad el presente del indicativo del verbo vivir: yo vivo, tú vives...., pues eran tan precarias y difíciles sus vidas, que todas sus energías estaban puestas al servicio de la sobrevivencia de la familia y a la ayuda mutua a fin de poder seguir viviendo.
Algo muy similar sucedió hace menos de un siglo, en los países que intervinieron en la Primera y Segunda Guerras Mundiales: sus vidas estaban ancladas en el presente, y no en el Futuro ni en la Esperanza, pues sus objetivos consistían en evitar la muerte y alimentarse.
Las sociedades que se han apegado al presente para poder sobrevivir físicamente, han sido las que mayor salud emocional han alcanzado, porque no solamente han vivido para sí en un presente continuo, sino muy fundamentalmente han vivido para los otros, pues sin ellos, no podrían existir. La intensa colaboración mutua las convierte en sociedades muy sensibles, generosas y humanas.
En cambio, el hombre moderno ya no está apegado a su presente, al que desvaloriza por completo. Lo determinante para las personas de hoy en día es el Futuro, y junto a él, la Esperanza. Las vivencias de un presente intenso, la vida en común y la entrega desinteresada, no ocupan el campo de su conciencia. Hemos puesto nuestros instintos más primitivos, nuestra inteligencia y lo que nos queda de fuerzas de nuestro espíritu encaminados hacia un "progreso externo": acumulación de dinero, prestigio, fama, poder social y político, entre otros.
Actualmente, los puntos cardinales que pudieran guiar el rumbo de nuestras existencias, no están ya en la expansión de nuestra imaginación, en el goce del presente o en la riqueza de la comunicación de corazón a corazón. Ahora, los puntos cardinales son las ciencias exactas, la tecnología, el rendimiento económico y la viciosa manipulación que ejercemos sobre los demás.
Es tanta nuestra arrogancia y tan severa nuestra confusión, que nos hemos hecho adictos a los pronósticos, que siempre radican en el Futuro. Ya no nos conformamos con realizar previsiones prudentes sobre el porvenir, sino que proyectamos nuestros planes individuales como cuestiones que necesariamente se "tienen que dar en el porvenir". Ya no planeamos para seis meses o un año, sino que esperanzadamente creemos en los proyectos a largo plazo.
Proyectamos a largo y larguísimos plazos, en donde sólo opera la inteligencia, nuestros procesos racionales y los factores de la ciencia, la tecnología y la estadística. ¡Y de pronto, los planes se derrumban como castillos de naipes, pues se nos olvidó prever los factores irracionales que pudieran surgir y que son determinantes en la conducta humana!
La paz social y la tranquilidad de nuestra alma, van a depender fundamentalmente, no de la ciencia y de la tecnología, ni de un Futuro que pretendemos adivinar. Dependerá del contacto de las fibras de nuestra alma con el presente diario; dependerá de la generosa colaboración de unos con otros, y de un genuino y auténtico apego a la vida en el "aquí" y en el "ahora".
Hoy, 10 de agosto del 2011, las naciones más ricas del mundo están experimentando un verdadero pánico por una probable recesión económica mundial.
Estos países apostaron todas sus fichas a la especulación financiera, a la codicia enfermiza y a la tecnología para los grandes grupos económicos. Estaban seguros que el "Futuro" sólo les traería riqueza y goces sin límites.
La crisis mundial de hoy es causa del abandono de nuestra imaginación y creatividad, y de la progresiva muerte de nuestra alma.
La estabilidad económica mundial no va depender de la magia engañosa de un Futuro incierto y de la demencial especulación financiera, sino de nuestro sentido común, y de vivir un presente austero en la sana convivencia donde imperen las fuerzas más saludables de nuestro espíritu.
PALABRAS DE PODER