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PALABRAS DE PODER

La Desilusión y el Asombro

POR JACINTO FAYA VIESCA

JAMÁS REFLEXIONAMOS SOBRE LOS INMENSOS BIENES QUE LA VIDA NOS HA DADO

La Desilusión caminaba con dificultad, como si su cuerpo fuera de plomo. Y es que en verdad, su rostro daba lástima, pues estaba pintado de un color mortecino. Su cuerpo estaba rígido, y al hablar, parecía que se le había escapado el alma.

En un paraje solitario y triste, la Desilusión advirtió que venía a él, un ser muy extraño, pues caminaba con agilidad, su cara resplandecía y no dejaba de cantar. ¿Quién eres –preguntó la Desilusión-? Soy el asombro, -contestó este ser lleno de dicha-. ¿Y a qué se debe tanto contento?, -replicó la Desilusión-. Bueno, pues la verdad es que yo nazco cada día. Este gran teatro del mundo jamás deja de asombrarme: en la noche, el cielo tachonado de estrellas y raros objetos llenos de luz que pasean por el firmamento velozmente, nunca dejan de asombrarme.

Ya cansado, la noche me regala su sueño, y al despertarme, me acarician cálidos rayos de un sol que a todo da esplendor y vida. La Desilusión no daba crédito a las palabras del Asombro. Para aquélla, la bóveda del cielo nada le decía; los prados y las flores le estorbaban su paso; el calor le disgustaba, y al frío lo aborrecía, pues entumecía sus miembros. ¡Pero no me explico!, le dijo la Desilusión al Asombro, por qué gozas y te ilusiona lo que ya está aquí y que cada día se repite.

Para mí no, le contestó el Asombro, pues como te dije, yo nazco cada día. Que la noche nos cubra con su obscuridad y nos regale el sueño, es una bendición. Que la aurora me acaricie con sus dedos rosados mis mejillas cada mañana, es una nueva oportunidad que la vida me brinda. De hecho, cada día brinco de gusto, mi mente ymi espíritu jamás se sacian con tanta belleza, y mis ilusiones son más anchas y profundas que los mismos mares.

¡Dame un secreto para poder corregir los ojos de mi alma, a fin de poder presenciar las bellezas ocultas a mi vista!, le pidió la Desilusión al Asombro. Y éste le dijo: lo que sucede, es que todos, nos admiramos con lo que vemos, conocemos y tenemos, pero a la segunda vez, nos hartamos, o bien, le damos un valor ínfimo que a la vez primera. Y he observado, siguió diciendo el Asombro, que esto se debe a que jamás reflexionamos sobre los inmensos bienes que la vida nos ha dado.

Mira, continuó diciéndole el Asombro: observa a los hombres, y veras que sus hijos ya no les despiertan el mismo encanto. Al tercer día de nacidos, ya les resultan molestos sus lloros. A la amada, le bajan el cielo y las estrellas, pero de tanto verla, se parecen al caballo envidioso que quería cruzar el río, pues estaba seguro que el pasto del otro lado era mejor que el suyo. Obsérvalos bien, siguió hablando el Asombro, y caerás en la cuenta, que jamás se refieren al inmenso bien de gozar de la vista; yo, por ejemplo, dijo el Asombro, no cambiaría mi vista o un dedo de uno de mis hijos, por todo el oro del mundo.

Y qué decir de nuestra inteligencia, de nuestros amigos, de nuestro modesto trabajo: son bienes que jamás apreciamos en su justa medida. ¡Pero qué le vamos a hacer!: estamos y somos ciegos ante tantas bellezas y oportunidades, sólo, que como no son “nuevas”, no les damos su valor debido.

¿Y el secreto que te pedí? Le reclamó la Desilusión. Elmás grande secreto que puedo darte -le dijo el Asombro-, es éste: que como todo nos parece tan natural, y que además, engañosamente creemos que a todo tenemos derecho, el cielo tachonado de brillantes luminosos, nuestros hijos, el sol que aparece cada mañana, todo esto, carece de novedad, pues exigimos que nuestro corazón sienta lo que nunca antes sintió, y que nuestros ojos vean de nuevo lo que nunca antes vieron. Como no hay “novedad”, todo nos parece sin valor alguno. Por todo esto, solamente hay un secreto: cada día reflexiona en las maravillas del gran teatro del mundo y de las grandes minas de bendiciones de que gozas sin darte cuenta.

Si cada día reflexionas sobre esto, siguió diciéndole el Asombro, comprenderías que tu exigencia de “novedad” es una verdadera locura. La Desilusión bajo la cabeza en señal de agradecimiento, y una luz radiante iluminaba su rostro.

La Desilusión quedó verdaderamente asombrada. Pensó, que si cada día reflexionamos sobre lo mucho que somos y tenemos, cultivaríamos el más valioso diamante que jamás se haya encontrado en mina alguna de la Tierra: el diamante del Asombro. El Asombro, como la actitud y la capacidad que día a día nos llenará de ilusiones y de fuerzas inmensas.

¡El Asombro, comouna actitud de reverencia y gratitud. El Asombro, que todo lo ve nuevo, que siente todo como si nunca lo hubiera sentido! jacintofayaviesca@hotmail.com

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