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PALABRAS DE PODER

El amenazador universal

POR JACINTO FAYA VIESCA

Lo que temo que suceda no ha sucedido, pero podría suceder.

Una de las ideas irracionales y absurdas que a un alto porcentaje nos hace sufrir intensamente, consiste en lo que podríamos llamar "el amenazador universal", y que dice así: "Lo que temo que suceda no ha sucedido, pero podría suceder".

Vamos a estudiar los componentes de este amenazador universal. "Lo que temo que suceda…" Es decir, tememos que pase algún evento ya sea en los próximos minutos, días, meses o años. Ese evento está relacionado con la pérdida o menoscabo de bienes que consideramos muy valiosos, ya sean nuestros o de personas muy queridas.

"Lo que temo que suceda…" Es claro que ese hecho que tememos es posible que acontezca, pero es claro también que no ha ocurrido. Es algo posible, y en consecuencia, absolutamente probable, aún cuando las probabilidades sean muy reducidas o cercanas a cero, pero nunca en cero. Por ejemplo, es absolutamente posible hoy en día, que viajemos a la luna, pero las probabilidades se acercan a cero, a excepción de que trabajemos en la NASA. Es absolutamente posible que un meteorito nos mate, pero es casi totalmente improbable.

Se pueden dar eventos absolutamente posibles y con probabilidades arriba de un diez por ciento en ciertas edades, como pudiera ser, que contrajéramos un cáncer, pero temer que nos secuestren y nos maten, puede estar la probabilidad muy debajo de una centésima de punto. Igualmente, morir en un accidente de avión pude ser de una probabilidad contra cientos de miles en contra.

"Lo que temo que suceda… no ha sucedido…" A la persona que teme a un futuro evento no la contenta el hecho de que no haya sucedido (podría estar temiendo algo desde hace décadas) aún cuando haya pasado mucho tiempo.

La persona preocupada de que suceda lo que teme pese a que las probabilidades son muy bajas, siente que las poquísimas probabilidades van a actuar en su contra, y lo siente sin el menor fundamento y cree fatalmente en ello. Esas personas temen accidentes, enfermedades graves, pánico a la pobreza, a la soledad, etcétera.

"Lo que temo que suceda no ha sucedido… pero podría suceder". La palabra "podría" significa para estas personas que todo lo perciben como catástrofe y exageran desmesuradamente, no una determinada probabilidad, sino una probabilidad muy alta, casi rozando con el cien por ciento, cuando en realidad las probabilidades son bajísimas.

Quienes se sitúan a lado de lo que es altamente probable de que va a suceder lo que tanto temen, lo sienten como si ya hubiera sucedido, ¿y cómo no habrían de tener razón?, - se preguntan -, pues si lo sienten, es porque va a suceder. Este es uno de los elementos importantísimos por los que una persona catastrófica siempre se inclina por el lado negativo: ¿cómo no voy a creer que me va a pasar lo que tanto temo, si lo siento como totalmente verdadero? Equiparan sus sentimientos a los hechos: me siento mal, y por lo tanto, algo está mal o va a estar mal. El poeta romano Virgilio escribió: "El miedo da alas a los pies". Y el poeta Ovidio escribió: "El que ha naufragado tiembla incluso ante las olas tranquilas". Este amenazador universal ha hecho infelices a un alto porcentaje de personas, pues han vivido bajo el miedo constante durante muchos años de su vida, o durante toda su vida; a ellos aplica la frase de un novelista que dijo: "He sufrido durante toda mi vida por muchísimas tragedias… que nunca me sucedieron".

Muchas personas han luchado contra estos pánicos a través de los años, ya sea mediante psicoterapia, ayuda de grupo, o mediante ingesta de fármacos prescritos por médicos competentes. Después de haber platicado sobre estos problemas con muchas personas a través de los años, he descubierto una idea que ha sido altamente eficaz para terminar con este tipo de miedos. El descubrimiento es el siguiente: Las personas que tendemos a hacer catástrofe de todo, esperando que lo malo nos suceda, debemos pensar que no podríamos soportar el suceso tan temido si éste llegara a ocurrir. Y como no podríamos soportarlo, nos anticipamos a fin de irnos acostumbrando para cuando ese suceso ocurriera; preferimos ir pagando en "abonos", para cuando nos suceda lo temido ya estemos acostumbrados y podamos soportar ese suceso. Este truco no da resultados, pues lo temido difícilmente va a suceder, y si aconteciera, el suceso no nos reconocería los sufrimientos anticipados.

¡Démonos cuenta, que sufrimos porque nos anticipamos a sucesos muy poco probables, y porque falsamente creemos que al sufrir de antemano ya no sufriremos tanto si ese evento llega a ocurrir! ¡Si caemos en la cuenta de esto, seguramente quedaríamos curados del catastrofismo que no ha causado tantos sufrimientos innecesarios!

El que abriga la duda de que algo malo le va a pasar, jamás se queda con las altísimas probabilidades de que ese suceso es muy poco probable que acontezca. Su miedo lo orilla no a que compare las pocas probabilidades de que pase, sino que compara las muchas probabilidades de que no suceda con las poquísimas de que sí podría suceder, como si se tratara matemáticamente de cantidades iguales.

No se dice a sí mismo: tengo una probabilidad de que se va a estrellar el avión en que viajo, contra 900, 000 de que nada va a suceder. El catastrofista no valora estas enormes diferencias de probabilidades, ya que su razonamiento se desarrolla así: se va a estrellar el avión o no se va a estrellar. Y lo mismo lo aplica para todos sus temores: mi esposa me va a abandonar o no; mi negocio va a quebrar o no; me van a secuestrar o no.

Su espíritu procede equivocadamente, como lo describió el periodista argentino, Constancio Vigil: "El espíritu en duda es como un péndulo que oscila entre lo verdadero y lo falso".

¡Qué equivocados estamos!: dudamos de las muchas probabilidades de que nada malo nos sucederá, y en cambio, tenemos la certidumbre de que las pocas probabilidades de un suceso que tememos, nos caerán encima de nosotros.

jacintofayaviesca@hotmail.com

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