"Me preguntas qué es lo que principalmente debes evitar. La multitud".
Hemos escuchado que a veces es necesario "recogernos dentro de nosotros mismos". Nos recogemos cuando salimos poco de la casa, cuando voluntariamente dejamos de asistir a sitios públicos, cuando elegimos aislarnos de los demás por un tiempo a fin de poder pensar detenidamente sobre algún problema determinado.
El profundo pensador español radicado desde niño en Roma, el filósofo Séneca, en la Epístola VII que envió a su amigo Lucilio, le escribe:
"Me preguntas qué es lo que principalmente debes evitar. La multitud. En ella no te encontrarás seguro. Confieso mi debilidad. Nunca salgo como entré en ella; despierta algo de lo que tenía adormecido, vuelve algún pensamiento que había desterrado. Lo que ocurre a los enfermos debilitados desde mucho tiempo, que no podrían sacarse al exterior sin perjudicarles, nos sucede a nosotros, cuando nuestro ánimo se restablece de larga enfermedad. La conversación de muchos nos es dañosa. Se encuentra siempre alguno que favorece el vicio, que nos lo imprime o desliza. Cuanto mayor es la multitud a quien nos mezclamos, más grande es el peligro. Pero nada es tan perjudicial a las buenas costumbres como detenerse mucho tiempo en los espectáculos públicos, porque el placer que se experimenta en ellos hace que se insinúe con mayor facilidad el vicio. ¿Qué quieres que te diga? Vuelvo más avaro, más ambicioso, más inhumano que era por haber estado entre los hombres".
"Recógete - sigue diciendo Séneca - pues, en ti mismo tanto cuanto puedas; busca aquellos que puedan hacerte mejor, y recibe también a aquellos a quienes puedas tú mejorar. Esto es recíproco: los hombres aprenden cuando enseñan. Sin embargo, no te has de exhibir por todas partes para hacer gala de tu ingenio y dar lecciones públicas. Te lo permitiría si tus sentimientos estuvieren acordes con los del pueblo: pero no hay nadie que pueda comprenderte, exceptuando tal vez uno o dos, y a éstos tendrás que formarlos y hacerlos capaces de entenderte. '¿Para quién he aprendido todo esto?'. No temas haber perdido el trabajo; lo has aprendido para ti".
La multitud de personas es, en muchos sentidos, contraria a nuestra paz interior. De hecho, usamos con alguna frecuencia la frase: "me engenté", para decir que el haber estado entre tanta gente, nos aturdió, nos sacó de balance. El recogimiento interior es una práctica diaria que se ha venido usando desde hace más de tres mil años en muchos países del mundo, como la India, China, y muchas naciones de Europa y Asia. En los países occidentales se practican los "retiros espirituales", y todos hemos oído de las "casas de retiro", a fin de darle una tregua a nuestra adolorida alma.
No se trata del mero descanso, sino de alejarnos del ruido, de las multitudes, a fin de "meternos dentro de nosotros mismos". Está comprobado científicamente, que cuando acudimos a esta práctica, entramos a niveles de conciencia de calma y de paz; nuestros latidos cardiacos se reducen, nuestra hormonas benéficas reparan nuestro cuerpo y llenan a plenitud de energía a nuestra células; y solamente en un estado fisiológico de equilibrio y calma, podemos ver claro en nuestra enturbiada conciencia.
Muchas de nuestras ansiedades, angustias y preocupaciones, dejarían de martirizarnos si cada día nos recogiéramos en nuestras habitaciones en completo silencio; al menos, así lo dicen fisiólogos renombrados y así lo aconsejaba el científico y filósofo francés, Pascal.
El genial poeta Goethe, escribió: "El mejor arte consiste, en último término, en limitarse y aislarse"; esto, Goethe se lo dijo a su alumno Eckermann, en un libro, que para Nietzsche, fue uno de los grandes libros que se han impreso en el mundo y que lleva como título, Conversaciones con Eckermann (esta obra, una de mis preferidas, la encontramos en la colección Sepan Cuántos de la editorial Porrúa).
Pascal, científico y filósofo francés, decía que una gran parte de nuestros males son causados porque no sabemos estar a solas con nosotros mismos en nuestro cuarto, media hora cada día.
El Dr. Benson, de la prestigiada universidad de Harvard, estudió hasta la saciedad (incluso a meditadores en el Tibet) a miles de personas que los hacía permanecer en silencio sentados durante 20 minutos, soltando los músculos de su cuerpo.
Los cambios fisiológicos que verificó de estas personas, le resultaron sorprendentes por los beneficios a la salud física y emocional de ellos.
Los tibetanos, hindúes, budistas, ya sabían de estos beneficios hace miles de años. Sin practicar ninguna técnica, sino simplemente quedando acostados o sentados (sin dormirnos), durante media hora cada día y sin distracción alguna, aclara nuestra inteligencia, se reduce la ansiedad casi a cero y obtenemos muchos beneficios bioquímicos. Además, de manera increíble, surgen a nuestra conciencia muchas soluciones a problemas de todo tipo que venimos arrastrando, incluso, soluciones a problemas de hace muchos años, que pensábamos que jamás tendrían solución alguna.
El francés Lacordaire, escribió: "El silencio es, después de la palabra, la segunda potencia de este mundo". Nuestro más grande poeta de la Roma Antigua, Virgilio, fue siempre un conocedor de las fuerzas que despierta el silencio. En su más grande obra, La Eneida, escribió: "¿Por qué me obligan a romper mi profundo silencio?"
¡Retirarnos media hora cada día, del bullicio del mundo, fortalece todas las potencias de nuestro espíritu!
Jacintofayaviesca@hotmail.com
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