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PALABRAS DE PODER

De pordiosero del mundo a príncipe en la Tierra

POR JACINTO FAYA VIESCA

¡DEJA YA DE ARRASTRARTE COMO UN CANIJO GUSANO! ¡TE OLVIDAS QUE ERES UN HOMBRE, DEPOSITARIO DE FUERZAS SUBLIMES, TRONO EL ESPÍRITU CELESTE!

Tu figura es lastimera, tu corazón carece de bríos, sólo piensas en desastres y tus ojos son ciegos a la vida. ¡Tormentas de rayos y relámpagos te intimidan y acobardan! Si fueras marinero, el menor crujido de tu barco sería para ti un naufragio, continuó hablando el Espíritu celeste.

¡Has acudido a mí en busca de esperanzas! ¡Pero te equivocas! Las almas nobles anhelan verme para llenarse de fuerza y amor a la naturaleza y a la vida, y no llenarse de esperanzas fatuas. ¡Qué sucedió contigo, hombre, que en un tiempo inflabas tu pecho de orgullo por un trabajo activo! No buscabas las vetas de oro de una mina forjada en tu fantasía. Eras un hombre que los jarrones de oro los buscabas en el arado y la siembra de semillas. Cualquier trabajo honrado era tu más rica mina. Tu ánimo valeroso retumbaba en los cielos, pero ahora, tiemblas donde no hay peligros, y lloras por lo que no has perdido. “¡Oh, padre mío! Qué abismo de brujería se esconde en la pequeña órbita de una lágrima” (Shakespeare).

¡Te quejas de que ya nadie te sigue ni entiende! Antes, eras querido por muchos y entendido por todos. Sólo que el secreto de esta magia lo destruyó tu corazón asustado y tembloroso. ¿Ya olvidaste que encantabas a todos gracias a que anhelabas llegar al corazón de los otros sólo a través de entregar y hablar con tu corazón?

La magia de las magias se da en una de las realidades más sublimes: ¡Hacemos llegar nuestro corazón a otros corazones, sólo cuando nos sale del corazón! “En el corazón del hombre está el principio y el fin de todas las cosas” (Tolstoi). ¡Gracias Espíritu celeste, de hablarme como me hablas!, dijo el hombre. ¡Me has arrancado de las garras de la desesperación! Tus palabras han iluminado mi alma oscura y han dado vida a mi moribundo ánimo.

He sentido de pronto, que los negros nubarrones se retiran de mi vista y que mi mirada reposa con júbilo en las bellezas de la Naturaleza. ¿Cuál fue el motivo, Espíritu celeste, de que acudieras a mi auxilio? Tu presencia hincha mi corazón de gozo. ¿Pero de qué me sirve si no me instruyes? ¿Qué debo hacer, qué debo evitar, en este mundo incierto? ¡Te comportas como siempre: te quejas de todo, no asumes tus responsabilidades, la negligencia te aplasta y te acobardas en las dificultades! El día que adquieras confianza en ti mismo, empezarás a vivir de veras. Ensilla bien tu caballo y ya verás que bien cabalgas. Mete con decisión las manos en cualquier noble actividad y encontrarás frutos y satisfacciones que llenarán tu vida. ¡Pérdidas y sufrimientos los tendrás siempre: tu condición de mortal te encadena a ellos! Pero eres tan blando y medroso, que tus grandes sufrimientos y pérdidas los engendra tu afiebrada y loca fantasía. ¡Lloras como niño por lo que aún no has perdido, y la palidez cubre tu rostro por tantos temores a sucesos que no han acontecido! ¡No te basta tu inteligencia ni las riquezas de la naturaleza! En vez de aprovechar estos dones te escondes en tus presagios de ruinas. Cuando el miedo toma por asalto tu corazón, la sangre se te hiela y sólo ves fatalidades: algunas veces la fatalidad te amenaza con la ruina económica; otras veces, el buitre de la fatalidad crees que vuela sobre la cabeza de tu esposa o de tu hijo. Ya te acostumbraste a revolverte en las entrañas del infortunio, ya que tu vista sólo mira fantasmas, ya que tu imaginación enloqueció robándote la cordura.

¡Tira el lastre que te impide caminar desenvuelto y enérgico! Arroja fuera de ti el lastre de tus pesadumbres, distorsiones y desastres fantasmales. El peso muerto de este lastre te languidece y te vamatando poco a poco. Lo que no sirve nos perjudica. ¡Clávate en el presente, en el hermoso momento que estás viviendo! ¡Sólo es tuyo el momento y el presente! Extrae de ellos su divino tesoro. “Es todo el cielo un presagio, y es todo el mundo un prodigio”. (Calderón de la Barca). ¡Espíritu celeste: tus palabras han renovado mi espíritu, me siento transportado a las cumbres de las montañas, y mi vida abarca el horizonte, las praderas y los mares! Tus palabras – siguió hablando el hombre – penetraron en mi corazón. Las palabras adecuadas en el momento adecuado, están investidas de poder y magia. ¡Estoy ansioso por escalar montañas, revolcarme en los espumarajos de las olas violentas, demeter mis manos en la vida, de apreciar el momento fugaz y darle un valor de eternidad! ¿Estás decidido a vivir una nueva vida, tú que antes te sentías como un gusano medroso y encogido?

¡Todo está en que te decidas! En que hagas de la osadía tu mejor aliada. Está en que comprendas que la vida se manifiesta en una incesante actividad. Recuerda que estás dotado de un corazón valeroso y que tu dignidad rivaliza con la de los mismos dioses. ¡Gracias Espíritu celeste! Por vez primera sé que no soy un pordiosero de este mundo. Soy un príncipe en esta Tierra. ¡Todo estriba en que sea un hombre valiente y osado, firme y resuelto!

jacintofayaviesca@hotmail.com twitter: palabrasdpoder

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