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PALABRAS DE PODER

Pureza de corazón

JACINTO FAYA VIESCA

FUERZAS NOS SOBRAN PARA REALIZAR LO QUE DESEAMOS

"¡Dichoso aquel que mantiene pura la fe en su pecho! Ningún sacrificio le pesará jamás".

La anterior exclamación la pronunció el personaje Fausto en la obra del mismo nombre escrita por el poeta Goethe. El literato tardó sesenta años en terminar esta obra que fue la más importante de toda su producción. Pocas obras literarias en el mundo contienen máximas de sabiduría tan profundas como Fausto que está considerada como un portento de inteligencia, sabiduría para vivir, y de una esplendorosa belleza escrita.

Nos dice Goethe: "¡Dichoso aquel que mantiene pura la fe en su pecho! Ningún sacrificio le pesará jamás". Solamente habiendo leído la obra monumental de Goethe, Fausto, podemos entender el alcance de esta máxima de sabiduría. Para nuestro poeta, es dichoso el que mantiene pura la fe en su pecho. No se trata de una fe religiosa, sino de una confianza sin el menor asomo de dudas, al emprender alguna acción determinada.

Pero se trata de una "fe" que no se encuentra en nuestra cabeza; no es la confianza que nos da nuestro razonamiento, sino la confianza que anida en nuestro "pecho", es decir, en nuestro corazón. Ya lo había dicho Goethe en varias de sus obras: que el éxito de nuestros propósitos reside en nuestro corazón, en nuestras emociones, y que jamás podremos convencer a ninguna persona si no le hablamos con el corazón.

"Sólo podremos mover corazones cuando hablemos con el corazón".

Para Goethe, si nuestro corazón es el motor de nuestras más arduas y nobles empresas, "ningún sacrificio le pesará jamás". Esta idea es deslumbrante, y se adelantó más de ciento treinta años a los estudios más serios de los grandes pedagogos de las últimas décadas del siglo XX. Pedagogos que han comprobado que cuando nuestros proyectos y empresas son impulsados por nuestros más poderosos sentimientos, no hay sacrificio que nos pese. Y como ejemplo tenemos miles de biografías que nos enseñan los sorprendentes logros que han obtenido miles de hombres y mujeres en todos los campos de la actividad humana: ciencias, arte, política, ayuda a la comunidad, inventores, comerciantes, descubridores de países, etcétera.

Con sus vidas han demostrado que los grandes logros sólo fueron posibles gracias al entusiasmo, a la imaginación y a la perseverancia. La paciencia, disciplina, esfuerzo, fueron soportados aún con serias privaciones económicas, debido a que hombres y mujeres tenían grabado en sus mentes y en sus corazones, una serie de objetivos que hervían en la fragua de una fe pura en lo que aspiraban realizar.

Nietzsche escribió que "A nadie le faltan fuerzas para llevar a cabo aquello para lo que se cree capaz".

Y es que la fuerza impulsora no radica en la voluntad, como lo demostró contundentemente el educador francés Julio Payot. Este enorme pedagogo hizo una contribución importantísima a la educación, al demostrar que las grandes realizaciones en todos los campos de la vida se debían, no a la inteligencia fría ni a la fuerza de la voluntad, sino a la impresionante fuerza de los afectos, de las pasiones y sentimientos.

Pongamos un ejemplo: los cientos de millones de mujeres que son abandonadas por sus esposos o pareja, abandonando también a sus hijos, y que además, no las apoyan con lo más mínimo para la manutención de ellas y de sus hijos. Y el ejemplo de cientos de millones de viudas que se quedan en el desamparo económico total en todo el mundo. ¿Qué sucede con estas madres solteras y viudas que logran sacar a sus hijos adelante con su exclusivo esfuerzo? Aquí tenemos el caso de cientos de millones de mujeres convertidas en verdaderas heroínas. ¿Pero cómo lograron sostener a sus hijos?

La respuesta nos la da Goethe: "mantienen pura la fe en su pecho" y "ningún sacrificio les pesará jamás". El sacrificio les pesa en el sentido físico, pero jamás en el sentido emocional y moral. Estas mujeres pueden con la carga, porque en su pecho, es decir, en sus corazones, está el inmenso amor por sus hijos que las lleva a dar su vida por ello si fuera necesario, lo que no sucedió con los padres faltos de amor y de fe.

Cuando Goethe nos dice: "sólo podremos mover corazones cuando hablemos con el corazón", nos está revelando uno de los más grandes secretos de la vida. Es cierto, que la inteligencia y la persuasión cuentan mucho para lograr convencer a las personas.

Sólo que hay un convencimiento de una altitud inigualable: mover el corazón de otras personas. Cuando sólo empleamos la persuasión y la inteligencia, el nivel de convencimiento influye sobre el otro en su esfera de inteligencia.

Pero cuando llegamos al corazón de otra persona, estremecemos todo su ser, llegamos al centro de su alma. Y esto solamente es posible cuando lo más puro de nuestro corazón se expresa. Cuando no hay ni una pizca de manipulación ni de egoísmo de nuestra parte, es cuando nos expresamos con el corazón.

Los personajes del novelista ruso, Dostoievski, nos conmueven hasta lo más profundo de nuestra alma, porque se expresan en lo más puro y noble de su humanidad. Ningún novelista como Dostoievski, ha logrado el milagro de que los sentimientos de sus personajes nos traspasen el corazón. Ni siquiera Shakespeare lo logró. Será, porque como dice un escritor europeo, Dostoievski es el único "neumatólogo" que ha existido en la historia de la humanidad; es decir, el único "conocedor del alma humana".

¡Expresarnos con lo más puro de nuestro corazón, puede terminar en un "salto al vacío". Pero vale la pena hacerlo: si no movimos el corazón del otro, nada perdimos, pues nunca intentamos lograr algo cuando abrimos nuestro corazón. Simplemente, es algo que surge de nuestra alma, como la máxima prueba de nuestra sinceridad y buena fe.

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