SÓLO UN MOMENTO DECIDE NUESTRAS VIDAS Y NUESTRA SUERTE
¡No se trata de "dejarnos ir", de soltar nuestros instintos, como irracionales fieras! Debemos defender lo puro de nuestra inmarcesible libertad. En los lances cruciales de nuestra vida debemos dominarnos. Entre darle rienda suelta a nuestros ciegos impulsos, o el no hacerlo, hay un resquicio para ejercer nuestra libertad y salvarnos de múltiples desastres.
Ese diminuto instante que hay entre frenarnos o estrellarnos contra las afiladas rocas, es el instante más valioso. Quien cree en ese instante, puede cambiar maravillosamente su vida. Entre golpear despiadadamente a su esposa o a su hijo, o no hacerlo; entre enfurecerse coléricamente o no hacerlo; entre arrodillarse de nuevo ante la botella de alcohol o negarse; entre situaciones que pueden afectar las vidas de otros y las nuestras, o bien, ennoblecer nuestro espíritu y fortalecer nuestro carácter, siempre, sí, siempre, hay un diminuto instante que nos brinda la oportunidad de elegir.
Es cierto, que hay temperamentos genéticamente más proclives a la cólera, a la destrucción, al arranque impetuoso; temperamentos que la menor ofensa les nubla la vista; o bien, temperamentos más proclives a la pereza, a elegir la maldita negligencia que todo lo echa a perder; temperamentos que se inclinan vorazmente a la comida, a los lujos, y a los placeres más destructivos.
Pero también es absolutamente cierto, que la poderosa fuerza de nuestro espíritu es mayor a nuestras tendencias genéticas. Ahora bien: si nos empeñamos, además, en ir destruyendo lo más puro de nuestro espíritu, entonces sí, estaremos irremediablemente perdidos y sin esperanza alguna.
Ya lo dijo el escritor italiano Giovanni Papini en su obra, Historia de Cristo: "La pureza del espíritu es el único aroma que preserva de la corrupción". Y es que nuestro espíritu moldea nuestro cuerpo, profundiza nuestra sensibilidad, destruye nuestros vicios, y nos conecta con lo más noble de los puros ideales.
Giovanni Papini en su obra, Hombre Acabado, escribió:
"Si ha de surgir algo nuevo y grande en la vida del hombre, surgirá del espíritu; si queremos perfeccionar al hombre, es menester hacer perfecto el espíritu. Todos los valores en él residen, todas las razones de la vida externa, todos los motivos de nuestros actos. Si él cambiase de pronto cambiaria toda la vida".
Nuestro espíritu es tan grande, que puede abrazar todos nuestros vicios, virtudes, ilusiones, propósitos, etc. Y al poder abrazarlos, tiene tal fuerza, que podría asfixiar y destruir los vicios, darle más fuerza a nuestras virtudes, y otorgarle vida a nuestras ilusiones y propósitos.
¡Todo consiste en decidirnos! ¡O nos "dejamos ir", soltando las amarras de nuestros instintos y tendencias dañinas, o aprovechamos ese "instante" diminuto para decidir ¡no! hacerlo, no actuar con la razón nublada, que no es más que la sin razón!
Ese pequeñísimo instante, ese escasísimo tiempo del que depende caer al abismo o permanecer firmemente parados en la tierra, constituye uno de los más grandes secretos de la vida. El poeta Goethe, en su obra, Hermann y Dorotea, escribió:
"Sólo un momento decide nuestras vidas y nuestra suerte, pues por mucho que se piense, siempre al final la decisión que se toma es obra de un momento".
Y esa decisión que se toma en "un momento", como dice Goethe, no solamente la podemos emplear para decir ¡no!, a todo lo que pueda dañar a otros o a nosotros, sino también, para decir ¡sí! a una serie de decisiones que engrandecerán nuestras vidas.
Y es que "Nada es hay mas difícil, pero nada más precioso que el saberse decidir", como bien lo afirmó Napoleón Bonaparte. Cuando la decisión se toma de manera firmísima, no solamente se trata, de un acto de la voluntad alumbrada por la inteligencia. Las decisiones firmísimas y que implican futuras consecuencias útiles y nobles, comprometen las cuerdas más sensibles de nuestro corazón.
Decidirnos con todas las fuerzas de nuestro espíritu, es tomar el sendero que nos conduce a un mundo de nuevas, bellas y saludables posibilidades.
En su inmensa obra de altísima pedagogía personal, titulada, Wilhem Meister, escrita por Goethe, nuestro poeta alemán, escribió: "Hay que estar decidido a hacer inmediatamente lo que se cree justo y razonable: porque quien mucho reflexiona no siempre toma la mejor decisión".
Lo mismo opinaba el genial político y militar, Julio César, quien decía que cuando él había decidido algo, lo ejecutaba de inmediato, pues temía después no hacerlo si se le enfriaba el celo.
Hay un refrán popular muy cierto, pero también, muy limitado: "Un momento de suerte lo decide todo". Certero el refrán, pero limitado en su alcance, pues se refiere a que la veleidosa fortuna nos regaló su favor.
El valor del "momento decisivo" en cuestiones esenciales, debe constituir una de las reflexiones que siempre debemos tener presente en nuestra conciencia. Porque, me ganó la prisa, me deje ir, no me pude contener, en un altísimo porcentaje, pudo ser diferente, si realmente creemos y nos esforzamos por aprovechar ese resquicio de tiempo entre atropellarnos o detenernos, entre quedarnos congelados o actuar correctamente.
¡Una de las cuestiones más importantes para toda nuestra vida, es que sí podemos detener por un segundo o más, y hacer de ese momento de libertad, un momento cumbre a favor de nosotros!
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