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PARA LA FOTO

POR SALVADOR KALIFA

El lunes de la semana pasada el Directorio Ejecutivo del Fondo Monetario Internacional (FMI) aprobó para México una Línea de Crédito Flexible (LCF), vigente por dos años, por alrededor de 72 mil millones de dólares (mmd).

La Comisión de Cambios en nuestro país señaló en su comunicado tres razones principales para la solicitud de dicha LCF. La más relevante, sin duda, se refiere a los riesgos asociados a la situación fiscal, financiera y monetaria de algunos países industriales, que "podrían dar lugar a perturbaciones o ajustes en la demanda mundial por diferentes activos...".

En palabras llanas, la enorme incertidumbre que existe en relación con las deudas soberanas de Grecia, Irlanda, Portugal, y particularmente España, es motivo suficiente para temer que en el año pudieran registrarse movimientos abruptos en la cotización de las divisas y otros activos financieros.

En dicho contexto, la intención de nuestras autoridades es salir bien en la foto. Esto es, mostrar una gran fortaleza financiera ante los inversionistas, quienes al observar que México cuenta con Reservas Internacionales cercanas a los 120 mmd, así como una LCF por 72 mmd, quizá no especularían contra el peso en caso de que se presenten perturbaciones importantes en la zona del euro.

Lo ideal para la economía global sería que los países débiles de la eurozona lograran superar sus dificultades financieras, pero nada garantiza que lo harán. Como lo he señalado en varias ocasiones, la preocupación principal es España, que tendrá que refinanciar cerca de 300 mil millones de euros este año. La prueba más difícil para el país ibérico vendrá en los meses de marzo y abril cuando se acumula una parte importante de sus vencimientos, puesto que no sólo tendrá que refinanciarlos, sino hacerlo en condiciones que le permitan realizar los dolorosos ajustes económicos que enfrentará su economía.

No es aventurado afirmar, por tanto, que la moneda está en el aire respecto a la ruta que seguirán las economías europeas en los meses siguientes. No obstante, las autoridades mexicanas le manifestaron al FMI que no prevén utilizar la LCF, y me parece que en realidad no usarán esos recursos, a pesar de que la probabilidad de que ocurran perturbaciones en la eurozona es, desde mi punto de vista, alta.

Considero que en caso de que suceda un trastorno mayúsculo en España o algún otro de los países con problemas de deuda soberana, se desplomaría el euro en relación con el dólar, y algo similar, aunque de menor magnitud, ocurriría con las monedas de los países emergentes, entre las que se encuentra el peso mexicano.

La magnitud de esa depreciación pudiera llevar a la Comisión de Cambios a sustituir su política actual de compra de dólares, por una donde Banco de México (Banxico) empezaría a venderlos, como ya sucedió durante fines de 2008 y 2009.

En esa ocasión nuestras autoridades monetarias vendieron más de 32 mmd para amortiguar la caída abrupta del peso, pero en ningún momento utilizaron la primera LCF que les aprobó el FMI el 17 de abril de 2009.

En consecuencia, considero que aún cuando se agrave la situación en Europa, nuestras autoridades no utilizarían la LCF, sino que optarían por utilizar las Reservas Internacionales, en particular si la cotización del dólar amenazara con superar por tiempo prolongado los 14 pesos.

En síntesis, qué bueno que se aprobó la LCF para México, cuyo principal uso será para la foto financiera, que estimulará la entrada de capitales y la apreciación del peso mientras reine la calma en los mercados globales.

La LCF, sin embargo, no impedirá que se deprecie el peso si se dan perturbaciones importantes en Europa, como tampoco evitará que ésas tengan repercusiones negativas sobre nuestra economía, que muy probablemente obstaculizarían la consolidación de la recuperación económica actual.

Esas perturbaciones nos afectarían, de hecho, por dos vertientes. La primera tiene que ver con los efectos negativos que un agravamiento de la crisis en Europa tendría sobre el crecimiento económico de EU, y, por ende, de México.

La crisis europea afectaría negativamente las ventas y los resultados de muchas empresas estadounidenses, por lo que es muy probable que su crecimiento fuera menor al previsto actualmente. Esto, a su vez, perjudicaría a las exportaciones mexicanas, que hasta ahora han sido el puntal de nuestra recuperación.

Los daños en nuestro caso, sin embargo, no se limitarían al simple impacto de un menor dinamismo de la economía estadounidense, ya que una crisis europea, en especial en España, afectaría la capacidad de otorgar crédito de los bancos españoles en nuestro país, con sus consecuentes efectos negativos sobre la actividad económica.

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