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Percepción sobre el arsénico en el agua

A la ciudadanía

GERARDO JIMÉNEZ G.

En una sociedad abrumada por diversos problemas, a la población le es difícil jerarquizarlos en una escala social; comúnmente consideramos de mayor importancia aquellos que nos aquejan directamente, los que se expresan de manera cercana o nos provocan temor porque atentan nuestra seguridad familiar o en los círculos y ámbitos en que nos desenvolvemos. La percepción que adquirimos no responde a la gravedad de daños que puede generar en un mayor número de personas o la severidad de los mismos, para determinar la dimensión es necesario investigarlos con procedimientos o métodos que permitan una medición confiable.

Pero también es frecuente que al conocerlos asumamos una postura evasiva frente a ellos, ya sea porque no nos afectan directamente, porque carecemos de información o al no poder dimensionarlos no tengamos a la mano los elementos para resolverlos, de ahí que evadamos opinar o involucrarnos en la búsqueda de soluciones. Algo así ocurre con el problema del hidrarsenicismo en La Laguna.

Es una cuestión que ha sido ampliamente cubierta por los medios de comunicación, pero nuestra percepción de las cosas se centra en conseguir un empleo, mantener el que tenemos o desempeñar otro adicional a éste para completar el gasto familiar, o de que no nos veamos inmersos en algún evento de los tantos que diariamente afectan la inseguridad de los laguneros, cuidándonos de no pasar por tal o cual lugar o zona de la ciudad porque sabemos lo que le sucedió al amigo, pariente o compañero de trabajo, y peor que ello, cuando ya sufrimos el estrés que provoca haber sido parte de una situación que nos haya afectado y no deseamos se repita.

Por ello cuando se habla de que miles de laguneros estamos ingiriendo agua contaminada, quizás algunos se preocupen más por tener acceso a agua entubada, sea porque ni siquiera les llega o la que llega es insuficiente en sus domicilios, aunque fuese contaminada, o buscamos la forma más práctica de resolver el abasto del agua que tomamos adquiriendo garrafones, de los cuales muchas veces ni siquiera sabemos si son verdaderamente agua potable. Tenemos que admitir que en la percepción de la mayor parte de la gente no existe una preocupación prioritaria por atender si el agua que recibimos de la llave en nuestros domicilios es o no potable, son otros los asuntos que más nos llaman la atención.

Pero quienes trabajamos en las universidades o aquellos que acostumbran estar informados sobre los asuntos públicos, sí vemos con preocupación esta problemática, particularmente los médicos que observan su gravedad por los daños que está provocando en la salud y vida de la población, mismos que se acentuarán durante los próximos años y, entonces, quizás más personas lo percibirán porque ya no les será ajeno. Los estudios de salud pública ya indican que la presencia de altas concentraciones de arsénico en el agua están asociadas a la mayor prevalencia de diabetes en la población, son eventos ya estudiados que poco se conocen y si se mencionan de manera pública no trascienden porque hay muchos diabéticos, enfermedad que se atribuye a aspectos hereditarios o de forma de vida, y no a que se ha acentuado por el arsénico en el agua que toman diariamente.

El problema es más grave porque los investigadores del área de salud anticipan la multiplicación de personas que pueden padecer cáncer en algunos órganos si continúan la ingesta de agua con las concentraciones tan elevadas que actualmente presenta, particularmente en el área rural donde se ha medido de 10 a 15 veces más con respecto a los límites establecidos por la norma internacional de la Organización Mundial de la Salud (equivalente a 10 microgramos/litro de agua), escala en la que debemos basarnos por lo obsoleto de la Norma Oficial Mexicana (25 microgramos/litro de agua). Esta población se encuentra en un nivel alto de vulnerabilidad porque en general representa segmentos con bajos ingresos que se ve obligada a ingerir agua de la llave por las dificultades que le representa adquirir garrafones, sea por su costo o distancia para acceder a ellos.

Finalmente, diabéticos y cancerosos representan un serio problema para la sociedad, el costo económico que implica su atención es alto como lo es el impacto que tiene en la dinámica familiar y laboral, al requerir una mayor atención o al reducir su rendimiento, cuando no es excluido de su trabajo o, en el peor de los casos, está destinado a convivir con enfermedades cronicodegenerativas que, como el cáncer, terminarán enviándolo al otro mundo anticipadamente. Cierto es, que el hidroarsenicismo no necesariamente constituye la principal causa que provoca una mayor prevalencia de ambos padecimientos, pero lo que no podemos negar es que ya está presente y su acentuación, ahora sí, aumentará nuestra percepción sobre el problema. ¿Para qué esperar a que esto suceda?, si tenemos la solución en nuestras manos.

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