En una muy difícil encrucijada se encuentran los jóvenes y niños mexicanos, cuando tienen que formarse como personas del México del siglo XXI, pero encuentran modelos diversos y contradictorios que se les presentan con fuerza creando en ellos una verdadera confusión.
¡Ya no saben ni a quién hacerle caso! Esto comporta una grave fragilidad en la educación a la vida, con consecuencias a veces tan amargas como para hacer una novela de terror: suicidios, depresión, opciones destructivas de la persona, violencia...
La raíz está en la separación -cuando no aversión- de los elementos que actúan en torno al joven: la escuela, la familia, instituciones, amigos, medios de comunicación, etc., ¿se imaginan al niño o joven tratando de descubrir y seguir el tipo de persona que quieren cada uno? Empezando por la misma familia. A veces ni el papá o la mamá coinciden, luego está la escuela, con modelos educativos variados y cambiantes, la religión sin duda también tiene un modelo, pero el de los amigos no es menos importante y más en ciertas edades en las que se busca integrarse a un grupo. Los medios de comunicación con su gran influencia también contribuyen a crear más confusión. Cada uno le dice al joven: "esto es lo que tienes que ser" pero no hay una coordinación entre ellos. Todos quieren un protagonismo en la ilusión de que pueden actuar aisladamente. Es necesario un ambiente y no una suma de imágenes yuxtapuestas formadas por narcisistas presuntuosos, o parientes, u hombres de cultura, de poder, incluso "expertos" en educación. El impacto es traumático y opresivo. Sólo si detrás del joven hay una comunidad organizada a favor suyo, acogedora, en la cual las provocaciones positivas provenientes de todos estos ambientes educativos, no se excluyan unas a otras por la falta de una programación orgánica e integrada, que sugieran y enseñen un diálogo plural y lleven a la conquista de una autonomía crítica, ante todo mensaje. Un empeño global, abierto a las necesidades manifiestas o tácitas, dándole instrumentos de trabajo, de investigación, valores por experimentar, indicándole límites y peligros conexos a toda aventura humana, sin laxismo y sin opresión.
Los obispos mexicanos reunidos en asamblea el mes pasado veían que el problema educativo es fundamental en la construcción del México de hoy y quieren proponer al país un proyecto. No faltarán quienes piensan que esto es una injerencia contraria a las normas del artículo tercero constitucional, pero no se trata de una propuesta "religiosa" sino de un modelo educativo nacional, fruto de una reflexión que viene fraguándose desde el 2009 por parte de las escuelas particulares y que se basa en las necesidades de una educación nacional que forme el mexicano que necesita el país. La ventaja es que esta propuesta, lanzada a la comunidad educativa nacional logrará, si es aceptada, unificar a este proyecto. La propuesta es ambiciosa en sus dimensiones pero no busca el poder sino servir al país y al hombre. Tony Blair, que fue primer ministro de Inglaterra, en una conferencia en Monterrey, decía que una de las ventajas que tiene el país y que otros no tienen, es su fe, su religiosidad, porque con ella se tiene una fuerza capaz de unificar e inspirar grandes proyectos nacionales; esta de la educación es sin duda uno de esos proyectos. La propuesta aún no está sobre los escritorios de los encargados de la educación pública, pero si la Iglesia y los dirigentes nacionales quieren al país, deberán coincidir en muchas cosas. Los que se opondrán, obviamente, son los que no conocen la propuesta, los que siempre están en contra de la religión en forma irracional y los que se benefician de la ignorancia y de los demás errores de la educación nacional.
Desde el siglo XVI la labor educativa de la Iglesia es innegable en México, Fray Juan de Zumárraga, Fray Pedro de Gante y muchos otros son sólo una muestra. No se trata de regresar por antiguos fueros. Las virtudes del pasado no están ausentes en los educadores de hoy, pero el laicismo contrario a la misma población a la que se impone al dividir la conciencia nacional con esta esquizofrenia y ha causado esta emergencia educativa que excluye la bondad de la vida, crea una crisis antropológica (¿quién soy?) y del sentido del ser humano (¿para qué estoy en el mundo?). Es difícil trasmitir la propia cultura, los valores y la tradición. El reto para todos es tener una educación que sea realmente tal y para eso debemos unirnos en un proyecto educativo común que eduque la conciencia para la verdad y para la libertad. Es necesario un trabajo a fondo. Educar no es un acto religioso sino humano, y un proyecto educativo de persona y de sociedad asumido por todos es una necesidad urgente.
Los desafíos son: primero, saber definir el relativismo y alertar sus consecuencias; segundo, la ideología de género que es el cambio en la concepción del ser humano; tercero, el laicismo que ha tocado la misma vida en muchos aspectos de la nación; cuarto, educar la conciencia para apreciar y mantener las teorías de lo justo y lo injusto; quinto, educar en una positiva secularidad combatiendo la superficialidad y egocentrismo pues hemos caído en un culto del individuo; sexto, diálogo con las culturas no sólo con el tema de valores sino con nuestra identidad nacional dialogante, abierta, que da fundamento a los valores.
El tema en nuestra Comarca se dimensiona más, ya que contamos en nuestra región con una oferta educativa privilegiada a nivel nacional. No dejemos de analizar con mucha precisión los retos actuales y busquemos unificarnos en visión, antropología y sentido de la persona y de los valores. Nuestros jóvenes agradecerán que nos pongamos de acuerdo, que asumamos estos compromisos, tal vez innovando. El gran desafío de México es la educación. Educación formal e informal. Piénsale.
