"Todos somos iguales, pero no sabemos a quién."
Rius
Podría parecer una buena noticia: la desigualdad en México tuvo un descenso importante, de 4.6 por ciento, entre 2008 y 2010.
La Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH) del 2010, que el Inegi dio a conocer este pasado viernes, 15 de julio, señala efectivamente que el índice de Gini --el cual se utiliza a nivel internacional para medir la desigualdad y que define el 1 como la concentración absoluta del ingreso y el 0 como la igualdad perfecta-- bajó de 0.456 a 0.435 en apenas dos años.
Antes de echar las campanas al vuelo, sin embargo, hay que apuntar que la misma encuesta señala que en ese período hubo también una reducción de 6.8 por ciento en el ingreso corriente total trimestral de las familias de nuestro país. ¿Por qué entonces bajó la desigualdad? Porque los más ricos sufrieron las peores caídas.
Estos hallazgos de la ENIGH vienen a desmentir una vez más la idea tan común de que pobreza y desigualdad son fenómenos iguales o por lo menos paralelos. La China de hoy es mucho más desigual que la de los años setenta, bajo el gobierno de Mao Zedong, pero también es mucho menos pobre. Si la igualdad es el objetivo de la política social, ésta se puede conseguir con políticas que reduzcan el ingreso de todos, pero más el de los ricos. Al final, sin embargo, todos estaríamos en peor situación.
Si el ingreso total cayó 6.8 por ciento, el ingreso promedio de las familias mexicanas lo hizo todavía más: 12.3 por ciento. Sin embargo, el 10 por ciento más pobre de los hogares sufrió una caída promedio relativamente moderada, de 7.6 por ciento, ya que sus ingresos pasaron de 6,668 a 6,163 pesos al trimestre. En contraste, el decil más rico tuvo un descenso drástico de 17.86 por ciento, dado que sus ingresos pasaron de 144,065 a 118,425 pesos trimestrales.
La baja relativamente moderada en los ingresos de los hogares más pobres no es producto de que se hayan sostenido con mayor firmeza sus ingresos monetarios. No hubo más empleos ni mayores salarios para repartir. Lo que ocurrió fue que quienes menos tienen recibieron más transferencias, la mayor parte de ellas gubernamentales, lo cual les permitió limitar la caída de sus ingresos.
Ya en 2010 el decil más pobre de la población mexicana obtenía el 40.3 por ciento de sus ingresos de transferencias y sólo el 35.7 por ciento de remuneraciones por trabajo subordinado, el 16.5 por ciento por trabajo independiente y el 6 por ciento por otros trabajos.
No sorprende que el 10 por ciento de los hogares más ricos haya recibido un porcentaje mucho mayor de su ingreso, 67.2 por ciento, de remuneraciones por trabajo subordinado. Lo que inquieta al revisar las cifras de la ENIGH, empero, es ver que estas familias, las más ricas del país, obtienen también el 12.6 por ciento de su ingreso por transferencias. Aunque el porcentaje es menor, la cantidad resulta mucho mayor que la de los más pobres. El monto trimestral que recibe por transferencias el 10 por ciento más pobre de la población es de 2,483.69 pesos por trimestre. El 10 por ciento más rico obtiene, mientras tanto, 14,921.93.
La ENIGH nos muestra muchas cosas. Una de ellas es que la igualdad sirve de poco cuando es producto de una caída de los ingresos de todos, como ocurrió en México entre 2008 y 2010. Nos señala también que, a pesar de que las transferencias han ayudado mucho a los más pobres de nuestro país, son siete veces más generosas con los más ricos.
QUEMAR MOTA
Dicen que la marihuana del plantío de 120 hectáreas descubierto en San Quintín, Ensenada, Baja California, tenía un valor de mercado de más de 1,800 millones de pesos. La destrucción y quema de los arbustos requirió del trabajo de 472 soldados y una fuerte emisión de negro humo contaminante a la atmósfera. Lo peor de todo es que el único resultado será dejar un mayor mercado libre para la marihuana que se produce en California.
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