En muchos berenjenales me he metido a lo largo de mi vida, y sin embargo jamás he visto uno. En sentido recto un berenjenal es un plantío de berenjenas. Ninguno he conocido. Pero en sentido figurado un berenjenal es una situación complicada, un lío o embrollo. En tales enredos me he enredado más de una vez, y eso le ha dado interés a mi existencia. (Le preguntaban a un señor: "¿Cómo le ha ido?". "Bien y mal -respondía él-, para saber de todo"). Pienso que los legisladores de Baja California que pusieron en la Constitución de su estado la frase "...Desde el momento en que el individuo es concebido entra bajo la protección de la ley..." se metieron en un berenjenal. Recogieron, es cierto, lo que a mi juicio es una verdad indisputable: a partir de la concepción existe un nuevo ser. En efecto, aquello que irá creciendo en el vientre de la madre desde el instante en que comienza el embarazo no es una excrecencia, una buba o forúnculo, un tumor: es una persona humana distinta de la persona de la madre y de todas las demás personas. Interrumpir el embarazo es entonces, lisa y llanamente, interrumpir una vida, cortarla de raíz. En esto, como se dice en lenguaje popular, no hay para dónde hacerse. El problema empezará para los diputados bajacalifornianos -sobre todo ahora que por minoría de votos, o por la falta de uno, la Suprema Corte dejó vigente en sus términos aquel artículo de la Constitución local- cuando se trate de reglamentar la protección al no nacido, de concretarla en normas positivas. Por proteger al concebido ¿se castigará penalmente a la mujer que aborte en forma clandestina, y que a más de los riesgos mortales que esto implica podrá afrontar el de ir a la cárcel? (Algún radical dirá que las mujeres pobres irán a la prisión, y las ricas irán a San Diego a abortar). Muy ardua es la cuestión, eso está claro, pero pienso que en determinadas circunstancias, y dentro de ciertos límites, se debe dejar que la mujer decida sobre la interrupción de su embarazo, y no poner estorbos a su decisión. Nada podrá eximirla del hecho de que esa interrupción significa la supresión de una vida, mas eso no debe sujetarla al tribunal de los hombres, sino de su conciencia. Tampoco en ese sentimiento debe quedar sola: su pareja tiene que compartir con ella la responsabilidad. Se puede proteger a la criatura ofreciéndole a la mujer vías alternativas a la del aborto, como dar en adopción al recién nacido. El Estado debe también extender beneficios especiales a las madres solteras, y dictar todas aquellas medidas que puedan amparar al no nacido. Pero no se debe dejar en el desamparo a la mujer, especialmente a aquellas que por su pobreza, su ignorancia, o por haber sido víctimas de algún abuso, más necesitan la protección de la ley, en vez de su persecución. Por lo pronto los legisladores bajacalifornianos se han metido en un berenjenal: ¿podrán criminalizar el aborto sin discriminar a la mujer? Y otra pregunta: ¿cuál es la capital de Dakota del Sur?... Para salir de mi propio berenjenal narraré un chascarrillo final... Un hombre de color, y que usaba una pata de palo, llegó en Nueva York a una tienda de disfraces, y pidió que le mostraran uno, pues iba a ir a un baile de máscaras. El propietario le dijo: "Tengo el disfraz perfecto para usted. Es uno de pirata. Con su pata de palo le quedará muy bien". "No haga usted burla de mi defecto físico" -se molestó el moreno. "Perdone -se disculpó el de la tienda-. Entonces puedo ofrecerle un disfraz de Luis Catorce, con peluca empolvada y todo". Tampoco ese atuendo le gustó al sujeto. Dijo que su cojera no le permitiría bailar bien el minué. Uno tras otro el dueño le fue mostrando disfraces a su difícil cliente, sin que ninguno fuera de su agrado. Por fin, molesto ya, el hombre le sugirió al afroamericano: "Podría usted ir disfrazado de esquimal". "¿Con este calor, y entre tanta gente? -se irritó otra vez el negro-. Me asaría dentro de una parka o anorak, la hermética y gruesa vestidura de los esquimales". "No me entendió -le dice con enojo el otro-. Encuérese y métase la pata de palo allá donde le platiqué. Así iría disfrazado de esquimal. De esquimal de chocolate"... FIN.