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Por una cultura de tolerancia

Las laguneras opinan...

LAURA ORELLANA TRINIDAD

 H Ace cien años, en estas fechas, Torreón experimentaba uno de sus más sangrientos episodios y sin duda, el más fuerte en el contexto de la revolución mexicana: el 13 de mayo inició una revuelta que concluyó, dos días después, con la matanza de un poco más de 300 miembros de la comunidad china que se asentaban en la región lagunera. No los masacraron personas que venían de otros pueblos, sino lugareños, vecinos, levantados en armas.

Este es un tema -me dijo un académico, editor de una revista empresarial hace unos tres años- que debería estar presente en el Museo de la Tolerancia que se planea abrir en el Distrito Federal. El objetivo del museo, prosiguió, es que no olvidemos que hay muchas muertes debidas a la intolerancia, a los prejuicios y la discriminación. Se llevó el nombre de algunos textos sobre la matanza de Torreón, para leerlos y compartirlos con quienes encabezaban esta empresa.

Y es que parece importante recuperar, sobre todo en estos tiempos en que parecen repetirse masacres que creíamos de otras épocas, la memoria de lo que sucedió. No resulta casual que hasta las últimas décadas, cuando el tema de la tolerancia comienza a aparecer, que esporádicamente hay intentos de una recuperación más seria y sistematizada sobre este cruel evento, aunque curiosamente, en diversas leyendas, sobrevivió una de las hipótesis sobre la saña con que los revolucionarios los trataron: la idea de que eran poseedores de cierto capital, debido al trabajo que se consideraba "arrancaron" a los propios lugareños, el cual enterraron ante los imprevistos acontecimientos. Sin embargo, esa hipótesis no basta para explicar lo sucedido pues los revolucionarios también se hubieran encolerizado contra norteamericanos, holandeses, italianos, franceses... pero los chinos, dice Moisés González Navarro, reunían las características del distinto, del diferente, del otro: tenían una religión diferente, se vestían de acuerdo a sus costumbres, hablaban en una lengua incomprensible para los mexicanos, fumaban opio, pero además, eran muy trabajadores, lo que les hizo reunir cierto capital y levantar con éxito sus hortalizas, lavanderías o tiendas y les daban trabajo preferentemente a sus connacionales. Incluso, hasta la frugalidad con la que vivían y el consumir sólo lo indispensable era causa de cierta hostilidad.

González Navarro señala cómo un periódico de Mazatlán, en los primeros años del siglo XX, reportaba que eran una raza "degradada", de "aspecto repugnante"; comenta cómo en otros impresos se hablaba de su "desaseo" y de "ser fáciles transmisores de enfermedades", de vivir en hacinamiento y de ser "débiles y feos". Y añade cómo diversos rumores comenzaron a circular desde finales del siglo XIX. En Monterrey se decía que hacían "chorizo con la carne de los niños". Así, fue construyéndose una representación del chino como alguien indeseable. Si bien el levantamiento de Torreón en mayo del 1911 fue por la recuperación de la plaza, estos extranjeros, migrantes, ya cargaban de antemano con ese peso. La turbulencia sólo disparó la chispa que se venía encendiendo tiempo atrás.

En las últimas dos décadas se han inaugurado museos cuyo tema es la (in)tolerancia. Hay varios recintos del Holocausto: en Washington, Houston, Buenos Aires e Israel, entre otros, y finalmente, en octubre del año pasado, fue inaugurado en México el Museo de Memoria y Tolerancia. Su directora comenta que tardaron 13 años en hacer realidad este espacio, que busca, entre otros objetivos: "Advertir al visitante acerca de los alcances y las consecuencias de la indiferencia, la discriminación, la violencia y la intolerancia".

Por lo que vi en su página web, no aparece el tema de la matanza de los chinos, pero sí de diversos genocidios como los del Holocausto, de la Ex-Yugoslavia y de Ruanda. Además de que pretenden, en una forma por demás interesante y novedosa, que se observe la intolerancia en la vida cotidiana, a través, por ejemplo, de la publicidad que "trabaja" en base a prejuicios raciales y sexuales y especialmente la música cuyas letras exponen, a veces en forma casi descarada, diversas formas de exclusión.

Sin embargo, sería importante que el museo rescatara las experiencias nacionales, pues somos todavía una cultura altamente discriminatoria. Seguimos tratando de una manera excluyente a los migrantes. No es casual que una buena parte de ellos sean masacrados masivamente en el camino, personas cuyo único "delito" es encontrar un trabajo o un empleo con un salario digno (asunto que por cierto, se supone que todas las constituciones democráticas ofrecen a sus ciudadanos).

No es posible que la historia se repita y se caven fosas en que los cuerpos de 198 personas en Durango, y 183 en Tamaulipas queden apilados, enterrados, relegados, como si no tuviéramos nada qué ver. Como si no hubiéramos construido, también, una noción negativa de estos migrantes, de tal modo que se convierten, ya desde antes de morir, en personas sin identidad, sin historia, sin pasado ni futuro.

Recordemos hoy a los más de 300 chinos muertos en las calles del centro de nuestra ciudad, y en su nombre, ayudémonos a hacer visibles los prejuicios que tenemos ante quienes parten de su tierra sólo en busca de trabajo.

Lorellanatrinidad@yahoo.com.mx

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