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PRD: descomposición y fractura

Gran angular

RAúL RODRíGUEZ CORTéS

La suspensión el domingo pasado de las elecciones internas del PRD en cuatro estados y el Distrito Federal es expresión de una muy fuerte disputa política entre Andrés Manuel López Obrador y Marcelo Ebrard en busca de la candidatura presidencial de ese partido político, lucha que, por cierto, es justificable, desde la perspectiva de la democracia, como lo son también las que tienen lugar en el PAN y el PRI.

Que la suspensión haya sido consecuencia de las acusaciones que se lanzaron los grupos contendientes de haber recurrido a maniobras ilegales para ganar posiciones en el congreso nacional y los consejos nacional y estatales, es resultado, por otra parte, de una descomposición atizada por la histórica pugna de las corrientes internas que hoy representan a la diversidad de partidos y grupos de la amplia gama de la izquierda que se unificaron el 5 de mayo de 1989 para constituir al PRD.

El que esos grupos procesen sus diferencias también es un proceder democráticamente válido, aunque la rijosidad proverbial de muchas de esas tribus (explicable en todo caso por las luchas sociales y políticas de las que provienen) no es del agrado del ciudadano medio, de ahí que perjudiquen al partido como opción electoral.

La pregunta es entonces: ¿que ha llevado al PRD a tal descomposición? ¿Las pugnas de sus tribus?, ¿la violencia de su proceder? Algo hay de eso, pero sin menoscabo de las naturales tensiones internas de cualquier organización política, la respuesta debe buscarse también, y creo que sobre todo, en el proceso electoral de 2006, sus resultados y sus consecuencias.

López Obrador, no se olvide, había llevado al partido, durante su liderazgo nacional (1996-1999), a la consecución de los mejores resultados de su historia; y como jefe del gobierno del Distrito Federal (2000-2005) había tomado tal impulso hacia Los Pinos que su triunfo electoral parecía irreversible.

Pero más allá de los errores cometidos por él o de los aciertos de su principal contrincante político, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) dictaminó que el PRD y su candidato perdieron la elección presidencial de 2006 por una diferencia de 0.56% de los votos, sin dejar de reconocer que en el proceso se violó la ley, pero nada mas tantito, no lo suficiente como para cancelarla, y todo esto después de que Calderón, con la justificación de que la ley no lo permitía, se negara a recontar voto por voto y casilla por casilla.

Así las cosas, los órganos de dirección del PRD y su militancia asumieron que hubo fraude electoral y que les robaron la elección, por lo que no reconocían el gobierno de Felipe Calderón.

Pero a partir de ese momento hubo dentro del partido quienes empezaron a empujar (acaso cooptados, tal vez comprados o quizás convencidos) hacia el acercamiento, primero y el diálogo político, después, con el panismo en el poder. Dentro de los dialogantes estaba destacadamente el grupo de Nueva Izquierda, encabezado por Jesús Ortega y Jesús Zambrano, "Los Chuchos", quienes, en esa línea, tomaron el control de los órganos de gobierno del partido, con el apoyo velado de Los Pinos.

Jesús Ortega contendió por la presidencia nacional del PRD contra Alejandro Encinas, más cercano al grupo de Izquierda Democrática Nacional, a López Obrador y a quienes desconocían, y aun desconocen, al actual gobierno.

Aquella elección del 23 de marzo de 2008, llena de maniobras turbias de los equipos de ambos contendientes, la ganó Encinas según el órgano electoral perredista, pero la impugnó Ortega ante el TEPJF. Éste resolvió finalmente a favor de Ortega y "Los Chuchos" quienes desde entonces mantienen el control de los órganos de gobierno del PRD, ahora con Jesús Zambrano a la cabeza.

La "bola envenenada" en que se convirtió aquella resolución jurisdiccional dividió al partido y la fractura se profundizó con otra lanzada recientemente por el mismo tribunal al ordenarles reponer la elección de delegados a su congreso nacional y consejeros, en la de por sí contrapunteada coyuntura de la inminente definición del candidato presidencial de ese partido.

La actual descomposición del PRD parece entonces pasar necesariamente por las maniobras de Calderón para legitimar lo que no todos le reconocieron en las urnas y de destruir, de una vez por todas, la opción de cambio que contra viento y marea han sostenido AMLO y su movimiento. Y en política lo que parece es.

(rrodriguezangular@hotmail.com)

(Twitter:@RaulRodríguezC).

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