Los resultados de las elecciones en Guerrero y Baja California Sur, fortalecen la idea de que las elecciones presidenciales del año entrante son de pronóstico reservado, y quienes aseguran que el PRI regresará a Los Pinos, deberán ser más cautos en sus predicciones.
En los comicios locales del año pasado y del presente han triunfado el PAN y el PRD solos o en alianza, en estados tan importantes como Puebla, Oaxaca, Sinaloa y ahora Guerrero y Baja California Sur, lo que plantea un escenario en el que nada es seguro para ninguno de los partidos políticos en juego.
El debate sobre las alianzas ha dividido a la opinión del público nacional, entre quienes señalan que son síntoma de oportunismo y quienes en apoyo a las alianzas, advierten que muchos mexicanos prefieren continuar en el camino de la transición a la democracia plena buscando nuevas alternativas, pese a los retos y dificultades que ello implica, en vez de volver al pasado y permitir la regeneración del sistema priista, que ya dio de sí todo lo que pudo.
La cosa no es tan simple como decir, todos contra el PRI. El tricolor es un partido como cualquiera que aspira al poder, pero lo cierto es que hoy día ha convertido las entidades que gobierna en feudos en los que recrea el viejo partido de Estado corregido y aumentado. A base de endeudamiento los gobiernos priistas mantienen sometida a la gente con dádivas clientelares, y no muestran ningún respeto ni por la dignidad de las personas, ni por el sistema de división de poderes, ni por la transparencia, ni por la pluralidad.
Por consecuencia el priismo comienza a ser percibido como una amenaza para el sistema democrático, y como un peligro similar al que representó la figura ominosa de López Obrador en la elección de 2006.
Después de su derrota en las últimas elecciones presidenciales, que lo puso en el tercer lugar de las preferencias, el PRI se manejó como "visagra" en el Congreso y a partir de las actitudes solemnes de Beatriz Paredes y Manlio Beltrones, proyectó una imagen de seriedad y moderación, que hoy día se advierte falsa.
Pareciera que los triunfos de 2009 y en especial la mayoría en la Cámara de Diputados sentaron mal a los priistas, que de la postura acartonada y mayestática referida, han pasado a la prepotencia y al cinismo que descaradamente propone pactar con el crimen organizado como remedio a la inseguridad y levanta la bandera foxista de gravar alimentos y medicinas con el IVA, como base de una reforma fiscal que desde el Congreso los mismos priistas han negado a los mexicanos, durante los gobiernos del PAN.
Otro ejemplo de este doble juego es el ascenso de Humberto Moreira como dirigente nacional del PRI, cuyo talante autocrático, populista y peleonero lo revela como la cara dura del tricolor. El atrevimiento no tiene límites. Después de avasallar a los priistas coahuilenses, Moreira impone como candidato a sucederlo a su propio hermano Rubén, lo que plantea una sucesión dinástica insoportable aún para el súbdito más aguantador, y hace de los próximos comicios locales de Coahuila, también una elección de pronóstico reservado.
Basta leer los resultados de las encuestas publicadas en el periódico Vanguardia que circula en Saltillo. El 14 de diciembre de 2010, antes de que Rubén Moreira fuera ungido como candidato del PRI a suceder a su hermano Humberto en la gubernatura de Coahuila, la encuesta publicada ese día determina una preferencia a favor del PRI de 69% y por el PAN de 9.7%. El 29 de enero de 2011, una vez destapado el hermano del gobernador con licencia; Rubén Moreira registra el 55% de las preferencias contra 22% de Guillermo Anaya.
Lo anterior muestra que el candidato Rubén Moreira es un lastre para su partido, que en cuarenta y cinco días causa un primer desplome faltando todavía cinco meses para la elección, en tanto que Guillermo Anaya sube, y la brecha se cierra 26 puntos, en una fecha en la que aún no concluía el proceso interno del PAN para designar a su candidato.