El ejército sirio intensificó ayer sus ataques en la sitiada ciudad de Daraa, centro del movimiento de protesta del país, mientras sus desafiantes habitantes lucharon por encontrar alimentos, intercambiar información y enterrar a sus muertos tras haber sido obligados a permanecer en sus hogares durante casi una semana.
El presidente Bashir al Assad está determinado a terminar con la revuelta que llegó a su sexta semana y que empezó en la sitiada ciudad sureña, aunque rápidamente se esparció por todo el país de aproximadamente 23 millones de habitantes. Ahora, las alguna vez impensables protestas plantean el reto más serio en las cuatro décadas de gobierno de la familia Assad en uno de los países con mayor represión y control en el Oriente Medio. "La solución de seguridad no está funcionando. La gente sigue manifestándose" , le dijo por teléfono el activista de derechos humanos Razan Zaitouneh desde Damasco. "Ellos no pueden parar (las protestas) ahora" .
Daraa, una ciudad asolada por la sequía cerca de la frontera con Jordania, se encuentra sin servicios de agua potable, combustible y energía eléctrica desde el lunes, cuando el régimen envió tropas respaldadas con tanques.