Ana María Torres tiene un récord de diez defensas del título mundial supermosca del Consejo Mundial de Boxeo. (Jam Media)
Contra La Discriminación Guadalajara, jal.- La historia es un pesado libro de piedra en el que resulta muy difícil escribir. Se requiere el cincel del éxito y el martillo de la continuidad. No cualquiera puede con el reto. Pero en el mundo del deporte hay valientes que día tras día lo intentan. Ana María Torres quiere su nombre inscrito en ese tomo que trasciende los tiempos.
Su apodo no es un simple eufemismo. La Guerrera es acertada descripción de la boxeadora nacida en Nezahualcóyotl (25 de enero de 1980), donde comenzó su andar por los encordados. No se rindió a la discriminación por ser mujer. Conoció el sabor de los golpes y se enamoró.
Es campeona mundial supermosca del Consejo Mundial de Boxeo. Acumula 10 defensas exitosas de su cinturón. A su carrera, asegura al atender la visita periodística, le quedan cinco años. Y tiene un gran sueño: ser recordada en el pugilismo de la misma forma que Julio César Chávez, el más grande boxeador que ha dado México.
Tras 10 defensas, eres ya considerada como una de las mejores en la historia del boxeo mexicano, ¿qué le falta a tu carrera?
- Entre más ganas, más retos tienes y más sueños. Ahorita lo que quiero es buscar la unificación de mi título, pelear con la campeona de la OMB, de la AMB y de la FIB, para luego buscar campeonatos en otras divisiones. Quiero el título supergallo y sé que puedo dar el mosca. Lograr todo eso sería algo sensacional antes de que me retire, porque me quedan unos cinco años dentro del boxeo.
¿En esos cinco años crees mantenerte como campeona mundial?
- Esperemos en Dios que sí. Esperemos que mi cuerpo esté a disposición, que resista todo el entrenamiento y las peleas fuertes que vienen en el camino.
Cuando termine el camino del box, ¿cómo te gustaría ser recordada?
- Como una de las grandes, como un Julio César Chávez, como un Muhammad Alí, me gustaría ser así. Para eso estoy trabajando. Además, quisiera retirarme del boxeo como peleadora, pero seguir como entrenadora. Quiero llevar a una mujer o un hombre a un campeonato mundial. Sé que también ahí me voy a encontrar con miles de piedritas, pero sé que puedo. También la faceta de ser madre, quiero tener un bebé o dos y realizarme como mujer.
Ana María acomoda su entallado vestido morado. Cruza la pierna derecha sobre la izquierda. El maquillaje es discreto, pero luce. Aquí, todo es diferente. Inspira sonrisas y atrae miradas. Sobre el ring, con el short y los guantes, ya es otra cosa. Ahí, infunde miedo a sus rivales.
Sentada, sin prisa, toma la barca de la memoria para recorrer el río de los recuerdos. Tenía 18 años cuando su mamá la llevó a un gimnasio, en su natal Neza. "Ella fue la culpable de que yo esté en este deporte. Ahí me enamoré del boxeo, me gustó y seguí a pesar de todas las trabas que se nos ponían anteriormente. Cuando empezaba, era la única mujer en el gimnasio, pero mis compañeros me respetaban mucho, porque veían las ganas que le ponía", relata.
Pese al esfuerzo continuo, la discriminación siempre estuvo presente. Pero la Guerrera Torres es mujer a prueba de todo. Esa fue la primera batalla que ganó. Y fue nocaut.
¿Te topaste con discriminación?
- Sí, nunca falta el maldoso que te quiera molestar, pero no me importaba, yo seguía entrenando. Los malos comentarios los tomo y les demuestro que sí se puede.
En futbol, a la silbante Vicky Tovar, cuando debutó, Cuauhtémoc Blanco le gritó "vete a lavar los trastes", ¿alguna vez te dijeron algo así?
- Exactamente lo mismo. Ese mismo comentario gritaba el público, cuando se autorizó el boxeo femenil en la Arena México, en 1999. Pero más que decepcionarme o ponerme triste, me daba más coraje y más ganas de entrenar para callarles la boca, decirles que ahí están las actuaciones y también podemos dar emociones.
Dijiste hace un momento que te "enamoraste" del boxeo, ¿qué tiene este deporte para sentir eso?
- Como te enamoras cuando te gusta un hombre, que lo ves y te impresiona, en ese momento te enamoras. No sé, es como que te llama mucho la atención. El ruido de la pera me gusta, el del costal, el simple hecho de brincar la cuerda, ver el ring, los movimientos, el sonido cuando se están golpeando y chocan los guantes. Todo eso es parte del enamoramiento.
VIVIR DEL BOX El deporte de contacto lo lleva en la sangre. De niña practicó karate y taekwondo. Era, reconoce, peleonera. "Cuando me provocaban, ya sabes que nunca falta quién, luego, luego me defendía, con cualquier cosa me enojaba", recuerda.
Comenzó a entrenar en 1998. Un año después debutó como profesional. La Guerrera vendía zapatos en un mercado para subsistir. Hoy, sus ganancias en el boxeo han aumentado, pero todavía no al grado soñado.
¿Recuerdas tu primer sueldo?
- Mil 835 pesos, menos el 30 por ciento para el manager y quedó muy poquito, pero era tanta la emoción que yo tenía por pelear en la Arena México. Además, salía en el periódico, en la tele y le decía a mi mamá que yo iba a ser bien famosa, que de ahí ella iba a dejar de trabajar y que iba a comprarle su casa, pero realmente no he podido. Pero ella está contenta por verme campeona mundial.
Antes vendías zapatos, ¿hoy ya no tienes que hacer algo más?
- Tengo mi gimnasio, doy clases en Nezahualcóyotl. Afortunadamente este año he tenido mucho trabajo.
¿El boxeo no te da para vivir?
- No, todavía no me puedo comprar mi casa. Me la voy a comprar ya espero que el próximo año.
¿Es injusto que las mujeres no alcancen las bolsas de los hombres?
- Sí, pero es parte de. Ahora me va bien, aunque no me pagan grandes cantidades como se debiera.