“Quiero ser mamá soltera”

Ejercer la maternidad involucra múltiples factores y más aún cuando se decide vivirla desde la soltería. Considerar el contexto, los requisitos y las consecuencias son elementos necesarios para alcanzar una decisión benéfica para todos.

El siglo XX muestra uno de los cambios más significativos de la Historia: el rol de la mujer se transforma en diverso. Su ingreso al mercado laboral, a la formación académica, al control de su sexualidad y fecundidad, a la vida política y a las decisiones en todos los niveles, la convierte en protagonista. Cada novedad se convierte en factor para construir la felicidad y el bienestar femeninos: al estudiar y trabajar, al ejercer la administración de sus finanzas, al votar y ser votada, al asumir las formas y condiciones de su maternidad, al elegir a una pareja conforme a su propio criterio.

Diferir la boda, renunciar al matrimonio, posponer el embarazo y divorciarse son escenarios cada vez más frecuentes entre las jóvenes adultas. El embarazo adolescente disminuye aunque mantiene su presencia, al pasar de 81.4 nacimientos por cada 1,000 jóvenes de 15 a 19 años en 1990, a 69.5 en 2007 (CONAPO). Mujeres adolescentes y adultas pueden convertirse en madres solteras, sea voluntaria o involuntariamente; en este segundo caso implica el costo de la sorpresa y de sus consecuencias. Pero en la primera, la que hoy nos ocupa, requiere del conocimiento y el estudio de las modalidades disponibles.

A LA ALZA

En 2000 había 3.7 millones de familias monoparentales en México (INEGI). El porcentaje de jefas en esos hogares alcanzaba el 87 por ciento, entre viudas, separadas, divorciadas y más; un nueve por ciento correspondía a madres solteras (288 mil casos). Este último tipo de familia crecía en ese entonces a un ritmo de 3.2 por ciento anual. Para 2010, había 4.4 millones de hogares monoparentales. El porcentaje de jefas en esas familias era de 89.4, es decir, 3.9 millones. La tendencia continúa a la alza en los números y es deseable también en calidad.

Sube la autoestima, la autonomía, la independencia, las oportunidades y los recursos para la mujer; con ello se incrementa la posibilidad de escribir la propia historia sin necesidad de alguien más (en el sentido de pareja), con o sin la actitud egoísta de quien rechaza al extremo, con violencia, desprecio y burla, con o sin la actitud comprometida de quien piensa en sí y en los demás al decidir sobre su existencia.

El incremento del número de madres solteras plantea la necesidad de profundizar en el resto de los elementos involucrados: la necesidad de trabajar con un ingreso único que asegure la satisfacción de los requerimientos del hogar monoparental y el logro de la calidad de vida adecuada; la posibilidad de recurrir al apoyo de los propios padres para subsidiar los gastos de vivienda, alimentación y servicios; el ejercicio de los roles materno y paterno durante la crianza de los hijos; el manejo de la presión social que aún existe sobre una mujer sin esposo y un infante sin papá; la posibilidad de un embarazo múltiple, especialmente cuando se utiliza la fecundación in vitro; la superación del embarazo en solitario como moda; y la dificultad para mantener una vida social activa, en especial durante la infancia y la niñez de los pequeños. Si se tiene claridad respecto a los puntos anteriores, hay buen cimiento para considerar la fundación de una nueva familia.

LO MEJOR

Toda decisión importante amerita tiempo y esfuerzo para recabar información, identificar opciones y recursos, diseñar y valorar diferentes escenarios, predecir consecuencias positivas y negativas. Esta ruta crítica incrementa las posibilidades de quedarse con aquello que beneficia a cada uno de los involucrados.

Una maternidad a solas puede absorber la totalidad de los recursos disponibles (físicos, psicológicos y económicos), traer una felicidad nunca antes experimentada, presentar la tentación de ser mamá de tiempo completo (sin lugar para la propia vida ni para los demás, fuera de la díada madre-hijo), caer en el error de asumir a los descendientes como propiedad y antídoto contra la soledad, impidiendo su libre desarrollo mediante la sobreprotección y el otorgamiento de roles que no corresponden a su edad y circunstancia infantil.

También puede llevar a la realización individual, al acompañamiento saludable de los hijos, al desarrollo integral de la propia persona, a la vivencia de límites claros y sencillos. ¿Cuál escenario es el mejor? ¿Se tienen los recursos necesarios? ¿Hay satisfacción evidente o frustración escondida? ¿Cómo se convierte todo esto en una experiencia concreta de amor?

¿CUÁNDO ES SUFICIENTE?

Hay indicadores de la satisfacción de vida para quien decide ser madre soltera (y para su descendencia): tener un vínculo saludable y nutricio con la propia familia, marcado por la apertura y el diálogo, por la disponibilidad solidaria y la confianza mutua. Un ejercicio entusiasta del trabajo aunado a una remuneración suficiente para asegurar los bienes y servicios asociados a una existencia digna. Una actividad social significativa, con espacio para divertirse, para cuidar la propia salud y con el tiempo adecuado para el descanso reparador. Una buena administración de las finanzas, para conseguir los excedentes que harán realidad el ahorro, la inversión o la vacación. Se trata del cimiento para desenvolverse plenamente en cualquier estilo de vida, dado lo cual, es posible asumir la responsabilidad de resolver el futuro y la condición, reconociendo capacidades y limitaciones.

Una mujer (o un varón) saludable, desde un punto de vista integral, puede acompañar a sus hijos en solitario, apoyada en su comunidad familiar, amistosa y vecinal, y manteniendo una atención permanente sobre su propia persona y la de sus vástagos, desde la convicción de ser más y a través de una entrega total, mas no por ello exclusiva o egoísta, en todas las áreas de la existencia.

Correo-e: juanmanuel.torres@iberotorreon.edu.mx