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Razones para la indignación

Periférico

ARTURO GONZÁLEZ GONZÁLEZ

 "N O somos marionetas en manos de políticos y banqueros". Este es el lema que se convirtió en grito en la primavera de las plazas públicas de España. Desde entonces, ciudadanos de varios países de occidente se han adherido, por iguales o distintas razones, a un movimiento internacional cuyos alcances es imposible preveer todavía. En Grecia, Italia, Inglaterra, Estados Unidos y Chile las manifestaciones han sido multitudinarias y en algunos casos han terminado en violentos enfrentamientos con las fuerzas policíacas.

Inspirados por el libro ¡Indignaos! (¡Indignez-vous!) de Stéphane Hessel, y quizá contagiados por las revueltas del mundo árabe -que han tumbado ya viejos regímenes dictatoriales como los de Ben Ali en Túnez, Mubarak en Egipto y Gadafi en Libia-, los llamados "indignados" de occidente, en su mayoría jóvenes, reaccionan ante una realidad hostil que es a la vez local y global. Sus demandas abarcan casi todos los aspectos de la vida pública: espacios para la sociedad civil en la política, representatividad real en las instituciones, freno a la avaricia de los grandes corporativos financieros, más y mejores oportunidades de empleo, mayores garantías sociales, educación gratuita y de calidad, entre otros. Los acentos los pone cada grupo de manifestantes.

Resulta sintomático que el eco de las protestas de Occupy Wall Street haya llegado incluso a las aulas de Harvard, en donde un grupo de estudiantes de economía decidió el dos de noviembre pasado abandonar la cátedra del ex asesor de George W. Bush, Gregory Mankiw, en protesta por el "sesgo inherente a este curso (...) y la falta de discusión de la teoría económica básica". En suma, los alumnos de Mankiw exigen dejar atrás el enfoque dominante de la enseñanza de la economía, al cual atribuyen, por complicidad u omisión, parte de la responsabilidad de la crisis mundial iniciada en 2008. Al leer esta noticia no pude dejar de pensar "algo está sucediendo".

En México las protestas no han tenido la fuerza de otros países. Quizá sea porque el énfasis de la preocupación de la mayoría de los ciudadanos actualmente esté en la seguridad pública y no tanto en la apertura política o en la justicia económica. Pero un abordaje más amplio del fenómeno de la criminalidad nos puede llevar a concluir que lo que causa indignación en otros países está presente en el nuestro junto a otros problemas que llevamos arrastrando desde hace años. Porque la pobreza, la desigualdad social, la excesiva concentración de riqueza en unas cuantas manos, la cerrazón de la clase política, la corrupción en las instituciones, el deficiente sistema educativo y la apatía generalizada de los ciudadanos han creado el caldo de cultivo en el que nace y del que se nutre la delincuencia que nos ha robado los espacios que antes asumíamos como nuestros. Esto lo sabemos muy bien aquí en La Laguna.

Precisamente en esta región, otrora orgullosa "vencedora" del desierto, existen hoy razones suficientes para alimentar diariamente la indignación. A la inseguridad cotidiana, podemos sumar otras no menos importantes.

Para los que vivimos del lado de Coahuila, motivo de indignación es la deuda pública de 35 mil millones de pesos adquirida por el Gobierno de Humberto Moreira y Jorge Torres, que fue contratada, al menos en parte, de forma irregular y hasta el momento no ha sido justificada y debidamente transparentada. Derivado de ese enorme endeudamiento, los coahuilenses en 2012 tendremos que pagar más de impuestos como la tenencia vehicular e ISN y de trámites de actas en el Registro Civil. Incluso habrá que pagar para entrar a parques y museos que hasta hoy son gratuitos.

Por otra parte está el trato desigual que dan los gobiernos estatales a los municipios de la comarca en comparación con la atención que reciben las capitales de Durango y Coahuila, no obstante que la contribución vía impuestos de esta región es similar a la de aquellas ciudades.

Y para completar el cuadro hay que agregar la inoperancia y desarticulación de una clase política local que se ha mostrado incapaz de establecer acuerdos no sólo para construir soluciones a los problemas regionales, sino para fijar un rumbo y dar orden y sustentabilidad al desarrollo de la comarca. Las agendas personales y de partido siempre terminan por sobreponerse a los intereses de la ciudadanía. Basta ver cómo hoy se sigue dando largas a añejos temas como medio ambiente y transporte metropolitano.

Algunos podrán encontrar en la manifestación pública una salida a esta indignación, tal y como lo han hecho los "ocupas" europeos y estadounidenses. Ayer, por ejemplo, en Saltillo, un grupo de personas salió a la calle para protestar por la deuda del estado. La convocatoria se hizo a través de redes sociales bajo el nombre de "Indignados Coahuila". La invitación también fue lanzada en Torreón, pero con todo y las razones arriba enumeradas, no tuvo respuesta.

Quizá los laguneros prefieren otras formas de protesta. Quizá simplemente prefieren quedarse en su trinchera. Lo cierto es que, como lo he dicho en artículos anteriores, los problemas de la sociedad no pueden solucionarse sin la participación de una ciudadanía que sea vigilante del actuar de sus gobernantes y del desempeño de sus instituciones. Dejar que las cosas se resuelvan solas es como tirarse al precipicio.

Algo en el mundo se está moviendo, nosotros ¿cuándo empezaremos a hacerlo?

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