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Reconocer una derrota

OPINIÓN

Reconocer una derrota

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Sergio Sarmiento

Poco antes de las elecciones del pasado 13 de noviembre en Michoacán, Luisa María Calderón, Cocoa, hermana del presidente de la república y candidata del PAN al gobierno del estado, estaba tan segura de su victoria que decía que esperaba que sus rivales no la obligaran a ir hasta los tribunales para defender su triunfo. Al final, sin embargo, perdió por poco margen frente al priista Fausto Vallejo.

Cocoa fue para mí, lo reconozco, un hallazgo inesperado. Entrona, luchona, madre soltera, independiente, articulada, inteligente y con buen sentido del humor, presentó en la campaña la imagen de una panista distinta a las que estamos acostumbrados. Tras escucharla hablar y entrevistarla me pareció que se distinguía claramente del candidato del PRD Silvano Aureoles y del priista Vallejo, que me parecían políticos mucho más tradicionales.

La mayoría de los votantes, al final, no la escogieron a ella. Su derrota fue por un margen muy estrecho, pero la propia Cocoa había venido señalando en distintas entrevistas que las elecciones se pueden ganar o perder por un solo voto.

Me decepcionó por lo tanto que después de la elección Cocoa haya cambiado radicalmente sus argumentos. Ahora era ella la que cuestionaba la limpieza de la elección y acusaba al PRI de haber comprado votos y sobre todo de haber tenido el respaldo del narcotráfico. Hasta ahora no ha presentado pruebas que avalen esa posición.

Escuchar a Cocoa Calderón en los días posteriores a la elección de Michoacán era como oír nuevamente a Andrés Manuel López Obrador tras los comicios de julio del 2006. Los mismos argumentos sin pruebas. Las mismas quejas sobre un complot destinado a despojarlos de triunfos electorales.

Lo que nos dice la información disponible es que la elección fue cerrada pero al final se decantó por Fausto Vallejo, quien estaba adelante en algunas, aunque no todas, las encuestas previas a la elección. Los tres candidatos parecen haber contado con apoyos irregulares: Aureoles del gobierno perredista de Michoacán, Vallejo de una maquinaria del PRI que sigue siendo fuerte en el estado pese a no haber sido gobernado por ese partido en una década y Calderón por el gobierno federal. Todos los candidatos parecen haber gastado más de los 39 millones de pesos que fijaba la ley electoral. No hay indicios, sin embargo, de que alguien se haya robado urnas o le haya puesto una pistola en la sien a los electores de Michoacán.

En México, desafortunadamente nuestros políticos nunca pierden una elección: siempre son despojados por sus rivales. Uno podría haber pensado que Cocoa Calderón habría sido distinta, sobre todo si consideramos el riesgo en que López Obrador puso al país en 2006, pero la inercia parece ser demasiado fuerte.

Siempre he recordado en contraste el caso de Al Gore en la elección del 2000 en los Estados Unidos. A pesar de que había indicios claros de irregularidades en Florida que habrían cambiado el resultado de la elección, de que ganó el voto popular y de que tenía todo el poder del vicepresidente de la república, reconoció el ‘triunfo’ de George W. Bush cuando una Suprema Corte de Justicia con mayoría de ministros republicanos detuvo el recuento de los votos de Florida. Lo hizo porque entendió que ésa era su responsabilidad como estadista preocupado por las instituciones de su país. En México no parece haber políticos con esa estatura y esa responsabilidad.

Twitter: @sergiosarmient4

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