Recreación

El recreo, un separador, un descanso, un espacio de recuperación, de vacación y esparcimiento, es siempre necesario para el equilibrio y el ritmo adecuado para la vida.

La palabra ‘recreación’ quiere decir volvernos a crear. En términos directos, es salir de la realidad cotidiana para prepararnos a volver a ella como nuevos.

De acuerdo a la experiencia, para que sea recreación tiene que haber tres componentes: el primero es el descanso, relacionado con la liberación de la fatiga, para protegernos del desgaste y de trastornos físicos y nerviosos que provocan las obligaciones cotidianas en el trabajo. El segundo tiene que ver con la diversión, entendida como función enriquecedora de la personalidad; cada vez más es evidente que la risa es el mejor indicador de una personalidad sana, de tal manera que divertirse es verdaderamente importante. Y el tercero es el desarrollo personal, que genera nuevas formas de pensamiento, reflexión crítica sobre nuestras rutinas o automatismos y especialmente la integración armónica con las emociones y pensamientos.

Desde esta perspectiva podemos revisar cuál es el mejor uso que hacemos de nuestro tiempo libre y de los recursos que destinamos a él. Destruirse la noche del sábado y amanecer el domingo en un estado en el cual no podemos con nuestra propia alma, obviamente no es recreativo. Se impone la necesidad de revisar las maneras en que ‘pasamos el tiempo’ y ‘matamos el fastidio’. De allí podemos llegar a identificar qué es lo que realmente valoramos y cómo nos valoramos.

La recreación está asociada al descanso, la diversión y el desarrollo personal. Y para llegar a eso, a re-crearnos, deberíamos pasar por una conciencia individual de autocuidado. Ser conscientes de lo valiosos que somos, de lo mucho que podemos dar, hacer, aportar. Es estar identificados con un sentido y un propósito de vida que nos haga sentido y merezca que estemos plenos de energía, lúcidos y dispuestos.

Por eso, la calidad de la recreación está asociada a qué valoramos y cuánto nos valoramos. Aprender a recrearse es aprender a vivir. Es saber qué es valioso y a qué le damos importancia.

Existe pues el inevitable compromiso de hacernos cargo de nuestro bienestar. La complejidad de los tiempos actuales, las exigencias de una mejor calidad de vida, la búsqueda de bienestar laboral y personal, nos plantean la responsabilidad de cuidar el espíritu y alimentar el ánimo. Quien se hace cargo de su vida mira hacia adentro y no se pierde buscando responsables afuera; asume responsabilidades y compromisos, y no cree ni en la suerte ni en las circunstancias; aprovecha todo y no se desgasta en excusas. Quien se hace cargo no se queja.

El que se hace cargo de la calidad de su vida, decide vivir en bien-estar y no en mal-estar. No carga con resentimiento, construye visiones positivas del futuro y emprende acciones. Revisa las cosas que no puede cambiar, las acepta, fluye con ellas y se ocupa de las que sí puede resolver. Particularmente es necesario enfatizar que hacerse cargo de uno mismo es el signo evidente de una persona en proceso de crecimiento, con el potencial de recrearse constantemente para alcanzar más y mejores estados de plenitud.

Ojalá podamos encontrar espacios de recreación en nuestras vidas, espacios de tiempo y de ambiente propicio, de juego, de reflexión, de ejercicio físico, pero también de sana conversación; espacios de cultura, sociales, de lectura y de compartir con los amigos y con las personas que queremos.

Las circunstancias actuales, las tensiones del trabajo e incluso la inseguridad en la que nos han colocado nos platean este reto: convertir espacios de nuestra vida en sitios de expansión, de desarrollo. Donde cada uno sea capaz de reinventarse constantemente.

La recreación, pues, es una necesidad personal y colectiva, necesaria y posible

Correo-e: luisrey1@prodigy.net.mx