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Reorientar nuestros tratados de comercio exterior

JULIO FAESLER

Firmar o no un Acuerdo Estratégico de Amplio Espectro con Brasil, en realidad plantea un dilema sobre el rumbo que debe tomar la política de nuestro comercio exterior.

Contrario a lo que todas las opiniones han expresado a lo largo de los últimos años exigiendo la diversificación de nuestras relaciones económicas hoy, sorprendentemente, se alzan voces oponiéndose resueltamente no sólo a que suscribamos un acuerdo con Brasil, sino tampoco con Perú. Ni siquiera que ampliemos el que desde hace años tenemos con Colombia.

Las exportaciones mexicanas han venido, ciertamente, en crecimiento a lo largo de los últimos años. Hay que notar empero que la mayoría de los tratados comerciales en vigor nos generan déficit en lugar de ganancias netas. Esto explica por qué muchos sectores del empresariado mexicano piden al Gobierno no suscribir más tratados.

Es correcto que México no necesite más acuerdos comerciales limitados a reducir aranceles. Hemos visto que eliminar aranceles no asegura aumentar las exportaciones en la medida que se pretenda. Esta acción está resultando inocua. Ahí no está el verdadero centro de atención de un acuerdo moderno.

Lo que México requiere es proceder lo más resueltamente posible a fortalecer su producción interna con políticas que respalden a nuestros productores del campo y de la industria, en todas sus dimensiones tanto grandes como pequeñas, para que aprovechen los vastos recursos naturales que tenemos y la privilegiada posición geográfica que gozamos. Para ello el comercio exterior es el gran dinamizador al complementar nuestro mercado nacional con los mundiales.

Los acuerdos bilaterales y regionales son un poderoso instrumento para promover el desarrollo socioeconómico siempre y cuando se negocien sin criterio reduccionista. El fortalecimiento de los sectores productivos nacionales no se consigue simplemente reduciendo tarifas. Modernamente tienen que ser utilizados como instrumentos de complementación y asociación de los productores de los países contratantes.

Es equivocada la insistencia en que la mejor política de comercio exterior ha de consistir sólo en obtener de la contraparte reducciones de tarifas arancelarias y eliminación de requisitos de importación. La aplicación de este concepto tal y como ha sido llevado por nuestro país desde la entrada al GATT y la consecuente membresía de la Organización Mundial de Comercio y la apertura de nuestro mercado con el Tratado de Libre Comercio con América del Norte, no solamente nos ha dejado sin fichas de negociación que ofrecer al país con que se quiere tener un acuerdo. Ha inducido a nuestros productores a abandonar amplios sectores agrícolas y manufactureros, convertirse mejor en agentes de importación, cerrando operaciones y por ende oportunidades de trabajo a nuestra creciente población trabajadora. Al amparo de la tesis de la supervivencia del más capaz ha negado el indispensable apoyo que nuestros productores requieren para llegar a dimensiones y costos competitivos.

Nos hemos quedado entrampados en el equivocado y restringido concepto arancelario de los acuerdos comerciales mismo que ha caducado a medida que el creciente número de acuerdos preferenciales regionales ha ido eliminando los márgenes arancelarios que pueden ofrecerse en cada nuevo acuerdo.

Necesitamos continuar y extender los acuerdos de complementación como algunos que tenemos ya firmados con países latinoamericanos en el marco de la ALADI y que han probado su eficacia. Esas complementaciones enlazan a los productores y por lo tanto a los intereses económicos nacionales todavía más que los arreglos intergubernamentales. Es en el curso de las conversaciones bilaterales entre los productores que emergen con todo su significado los obstáculos al intercambio y a la complementación que puedan existir y cuya eliminación hay que emprender para favorecer inversiones recíprocas y coinversiones.

Es en este sentido que se asoman las ventajas para llegar a acuerdos estratégicos de naturaleza económica como el que puede llegar a negociarse con el Brasil. Hay que emprender tales negociaciones en lugar de, como se ha venido diciendo recientemente, simplemente negarnos a ello.

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