Reproduciendo vidas

“Encienda su televisor. En él podrá encontrar historias dramáticas y divertidas, escenas llenas de romance y también de ira, tragedias y sueños hechos realidad. Y no crea que lo que ve es actuado y está basado en un guión: es tan real como asomarse a la ventana de su vecino y presenciar algún suceso cotidiano”.

Una mujer que rebasa los 60 años entra al set y se sienta junto a la conductora. En cuanto la presentan a la audiencia rompe en llanto y comienza a relatar cómo su hija “perdió todo” por su afición a las apuestas. “Lo peor es que empeñó a mi nieto por una deuda de varios miles de pesos”, dice antes de que la anfitriona invite a pasar al escenario a la aludida, quien con violencia se dirige a la anciana: “¡Tú qué vienes a llorar, mamá! ¡Si tanto te interesan tus nietos apóyame con dinero para no perder a mi hijo!”. Los abucheos del público no se hacen esperar.

En otro canal, una maquillada niña explica a las cámaras por qué le están rizando el cabello antes de salir a cantar: “Los chinos están de moda”. En distinta sintonía, un grupo de nerviosas chicas se alista para acudir a una exclusiva discoteca; saben que su arreglo personal y su comportamiento definirán quién será ‘eliminada’ y perderá la oportunidad de convertirse en la nueva mejor amiga de Paris Hilton.

Hombres compitiendo por ver quién es ‘la mejor drag queen’. Madres adolescentes que combinan la crianza de sus hijos con la vida escolar. Mujeres de aspecto descuidado que se someten a radicales transformaciones para tratar de ser ‘las más hermosas’.

¿Le suena familiar alguno de estos ejemplos? Aun si no es así, de seguro le viene a la mente otro programa que ha visto y tiene algo en común con los mencionados: independientemente de su particular temática, todos ellos centran su esquema en situaciones reales y hasta cierto punto cotidianas. Forman parte de la telerrealidad.

Ésta se define como un género que convierte los fenómenos de la realidad en productos televisivos que no pasan por el proceso de la ficción. Los programas no sostienen su peso escénico en actores sino en personas ‘normales’ o ‘anónimas’, e igualmente no tienen una trama nacida de la imaginación, sino basada en las actitudes y reacciones de esos individuos como eje.

¿Ha notado que desde hace varios años este formato televisivo y sus variantes han inundado nuestros televisores? ¿Que a cualquier hora es posible hallar más de un show de este tipo? Hoy en día hasta los canales que anteriormente tenían una línea especializada como videos musicales (MTV), o ciencia y tecnología (Discovery Channel), cuentan con series de telerrealidad en su programación.

Desde luego, este fenómeno no es exclusivo de México. La telerrealidad es una herencia que nos ha llegado de otros países prácticamente junto con la televisión misma.

Puede decirse que la telerrealidad ha trascendido incluso a los formatos tradicionales impregnando toda la programación, desde los concursos hasta los noticieros. E incluso ha rebasado la pantalla chica, pues de unos años a la fecha abundan las películas que simulan retratar hechos reales (como El proyecto de la bruja de Blair o Actividad paranormal), al igual que los documentales.

¿Se ha preguntado qué refleja este hecho de la sociedad contemporánea? ¿Qué significa el interés por tener acceso a la intimidad de los demás? ¿Acaso estamos frente a una especie de voyerismo colectivo?

LA SEMILLA ‘TV REAL’

Algunos podrían pensar que la telerrealidad es un género joven, pero hace décadas que comenzó a instalarse en las pantallas.

Aunque la historia de la televisión se remonta a principios del siglo XX, se estima que fue en 1948 cuando comenzó a ofrecerse una programación regular y comercial (en Estados Unidos). Los especialistas sitúan ese mismo año el inicio de los formatos de telerrealidad, con la aparición de la serie Candid Camera (creada por el estadounidense Allen Funt), la primera ‘cámara escondida’ de la Historia que al igual que sus múltiples sucesoras filmaba a escondidas a personas comunes mientras las sometía a situaciones inusuales para captar su reacción.

En 1964 comenzó a filmarse la serie inglesa de documentales llamada Up, donde cada siete años se entrevista a los mismos 14 participantes (quienes actualmente tienen 56 años y preparan el episodio ocho). Mientras que en 1971 se grabó el documental para televisión An American Family, la cual mostraba la vida de una familia estadounidense estándar; en el ‘74 Inglaterra hizo lo propio con The Family.

No obstante fue a mediados de los años ochenta que la televisión comenzó a acercarse más a la telerrealidad. En esa década el filósofo y escritor italiano Umberto Eco acuñó los términos de paleotelevisión y neotelevisión (cuyos conceptos ampliarían Francesco Casetti y Roger Odin). En resumen la paleotelevisión agrupa lo hecho entre los años cincuenta y los ochenta, en donde los protagonistas y los tipos de programas eran sumamente identificables y muy concretos. La neotelevisión por su parte se dio con la proliferación de los canales y la oferta de los mismos, además de la aparición del control remoto. En ese contexto las cadenas centraron sus esfuerzos en un objetivo: retener al espectador. Eco mencionó que el mensaje de la neo TV es “Yo soy yo y yo soy tú. [...] Te anuncio que me estás viendo; si no lo crees, pruébalo, marca este número, llámame y te responderé”. Así, la televisión dejó de ser una presencia unidireccional para hacer sentir al público que era partícipe de lo que veía en pantalla; se alejó del discurso, lo cuestionó e invitó a la interacción. En su ensayo Telerrealidad y aprendizaje social (2007), la investigadora española María Dolores Cáceres lo resume: La televisión era un escaparate de la realidad, una ventana que se abría al mundo para mostrarlo [...]. En el momento actual se ha convertido en espejo de la realidad: imagen refleja de la cotidianidad en la que se ve representado el espectador y su entorno.

En esa transición fue que surgieron series documentales como COPS (1989), exhibiendo a policías estadounidenses en el cumplimiento de su labor, o la holandesa Nummer 28 (1991), la cual seguía a siete estudiantes viviendo en una misma casa, aunque con permiso de salir a realizar actividades en el exterior. Un año después MTV llegó más allá con The Real World, donde ocho desconocidos fueron confinados en una vivienda durante varios meses. Su éxito fue tal que se produjeron versiones en distintas ciudades y países.

El siguiente hit fue Expedition Robinson, programa sueco puesto al aire en 1997 y rebautizado poco tiempo después como Survivor, de tan fuerte impacto que a la fecha se produce en diferentes partes del mundo.

El boom del reality show vendría con Big Brother (1999) de la productora holandesa Endemol, cuya dinámica es tan conocida que no amerita explicación. Baste decir que a la fecha continúa realizándose. Los países que más emisiones han tenido son Estados Unidos y España (12), Alemania, Italia y Brasil (11).

Paralelo a lo anterior surgieron en Estados Unidos los talk shows. El de Oprah Winfrey (1986) se cita como máxima referencia aunque no fue el primero (la semilla se ubica en 1967 con The Phil Donahue Show) pero sí el de mayor penetración, si bien es preciso aclarar que a los pocos años de lanzado cambió su estructura dejando de lado lo sensacionalista para dar paso a temas de cultura general. Por eso se hace la distinción entre los talk shows (donde entraría la segunda etapa de Winfrey) y los talk shows tabloide que explotan temas tabú o controversiales, y en donde los invitados suelen ventilar cuestiones íntimas y problemas personales. Son éstos los que llegaron con gran éxito a suelo latinoamericano. El pionero fue El show de Cristina, de la cubana Cristina Saralegui y que si bien se rodó en Estados Unidos estaba dirigido al público hispano...

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