El Día de Acción de Gracias o Thanksgiving Day es sin duda la celebración más importante de los primos yanquis.
Durante el último jueves del mes de noviembre millones de norteamericanos y también de inmigrantes que residen en Estados Unidos se reúnen con sus familias para dar gracias a Dios por los bienes recibidos a lo largo del año.
La tradición data del Siglo XVI cuando los colonizadores que llegaron de Europa a Nueva Inglaterra conocidos como pilgrims, festejaron con oraciones y comidas la primera cosecha exitosa luego de un año de penurias y sufrimientos junto a los indios nativos de la región.
Durante muchos años el festejo se realizó en el mes de octubre pero fue en 1863 cuando el presidente Abraham Lincoln proclamó esta celebración para el último jueves de noviembre.
De entonces a la fecha el festejo ha crecido de manera impresionante. En esta semana se registra el mayor flujo de viajeros por avión y autopistas en la Unión Americana de todo el año. Los norteamericanos viajan como pueden de todas partes del país y del mundo para encontrarse con sus familiares en este fin de semana.
Las escuelas y universidades públicas alargan el asueto durante siete días al tiempo que hoteles, cruceros y centros turísticos alcanzan las más altas ocupaciones.
La celebración no pertenece a religión alguna, pero su carácter optimista y espiritual permite que cualquier persona sin importar su raza, ideología o credo, se sume al festejo.
En los últimos años la sobriedad del Día de Acción de Gracias se ha visto amenazada por la excesiva comercialización del Black Friday -Viernes Negro- cuando las grandes tiendas lanzan sus mejores ofertas del año, precisamente un día después de la cena familiar en donde destaca el pavo horneado, las frutas y verduras de la estación, además del codiciado pastel de calabaza.
Hoy en día muchos norteamericanos -en especial mujeres- se preparan con tiempo para "atacar" desde muy temprana hora los centros comerciales, dejando a un lado el ángulo más positivo y cálido de la celebración familiar.
Algo parecido, pues, a lo que sucede con la festividad de Navidad que lamentablemente se ha convertido en muchos hogares en un mero intercambio de regalos y en el pretexto para dar rienda suelta a los placeres gastronómicos y corporales.
A querer o no la celebración del Thanksgiving Day servirá este año dar aliento a una sociedad que ha vivido tiempos muy complicados con todo y que se les considera todavía la nación más rica y poderosa a nivel mundial.
A partir del golpe terrorista del 11 de septiembre del 2011, Norteamérica sufrió una década terrible con miles de muertes, desastres naturales, crisis económica, desempleo, racismo, injusticias y una desconfianza brutal dentro y fuera de su territorio.
Pareciera que este país realiza esfuerzos por reinventarse pero con vastas dificultades y tras una suma de errores políticos y sociales que le han impedido salir adelante.
Quizás la peor parte han sido las guerras de Irak y Afganistán en donde han muerto más de cinco mil soldados norteamericanos y unos 50 mil han resultado heridos, además del costo económico que en buena medida contribuyó al estallido financiero del 2008.
George Bush se equivocó al lanzar estas asonadas precipitadamente, también fallaron los congresistas al rechazar una reforma migratoria que habría cambiado al país y qué decir de la incapacidad de Barack Obama para superar una debacle económica que en cualquier momento puede ocasionar una gran revuelta social.
Estados Unidos tiene muchas razones para dar gracias porque se mantiene en pie y con un liderazgo económico y político, pero en esta ocasión las oraciones tendrán que enfocarse hacia el 2012 para que la concordia y la civilidad imperen en un año harto difícil que tenderá a complicarse todavía más ante la elección presidencial y las legislativas.
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