D Ice Serrat, en una de sus canciones, que "A veces la vida, se nos presenta en cueros; y nos regala un sueño tan escurridizo; que hay que andarlo de puntitas; por no perder el hechizo".
Y en cierta forma, eso pasó este miércoles en Saltillo, cuando un grupo muy selecto de amigos, nos reunimos a celebrar el cumpleaños de dos de ellos. Ocho días antes, Juan Ramón Cárdenas, el sabio chef que oficia en el restaurante "Don Artemio" cumplió años y unos días antes hizo lo propio mi hermano Jesús Cedillo, así que teníamos pendiente esos dos festejos.
Generosamente, Juan Ramón, decidió que la comida fuera en su casa, pues quería cocinar "in situm" para nosotros, pues como es conocido, él tiene una casa para una cocina, porque todo el inmueble gira en torno de ese maravilloso y acogedor espacio.
Así que a la hora señalada, todos nos trasladamos a su domicilio, en donde ya había dispuesto los elementos necesarios para darnos un banquete inolvidable.
La reunión comenzó con la degustación de unos vinos generosos, especialmente extraídos de la cava de Juan Ramón. Y el poco tiempo comenzó la pirotecnia gastronómica, pues como dice Cedillo, Juan Ramón es un cocinero de "sabores huracanados".
Al poco tiempo, llegó Jorge Vega, un paisano y buen amigo de Pancho, que toca magistralmente la guitarra y canta muy bien, por lo que mientras comíamos escuchábamos viejas y románticas canciones que evocaban recuerdos inolvidables de nuestros tiempos mozos.
Juan Ramón comenzó preparando una ensalada César con exquisito aderezo que es su especialidad, pero preparado al instante.
Continuó con una fritada de cabrito, cocinada con yerbas aromáticas y posteriormente preparó un espagueti con tomatitos y queso parmesano verdaderamente delicioso, para terminar con un postre sencillo, pero igualmente sabroso. Todo ello acompañado de tintos y Whisky, que poco a poco fuimos consumiendo a discreción.
Para continuar con la charla y el café recién molido, nos trasladamos a la terraza, en una deliciosa tarde, en la que se intensificó la música y comenzamos a pedir nuestras canciones predilectas. En un momento dado, el poeta se soltó declamando versos y tuvimos el privilegio de escuchar una sentida poesía en voz de uno de los hijos de Juan Ramón (un jovencito de unos 13 años) que pinta para buen declamador.
La reunión siguió su curso, ya entrados en gastos y hasta Pancho se animó a cantar, lo cual nunca lo había hecho, cuando menos delante de nosotros.
La tarde-noche caía, cuando llegó otro buen amigo, Carlos Arredondo e inmediatamente se integró al grupo. Para ese momento ya habíamos resuelto la situación de México y andábamos en la fase de la "hermandad indeclinable".
Habíamos abusado un poco de la amabilidad de Juan Ramón y su esposa Beatriz, pero la verdad es que ni el anfitrión ni los invitados queríamos dar por concluida aquella deliciosa tarde.
Ya cerca de las nueve, privó la prudencia y salimos todos juntos de la casa que nos cobijó durante horas inolvidables. Yo tenía años de no tomarme una tarde de bohemia y casi había olvidado lo deliciosas que son, cuando se viven en compañía de buenos amigos.
Diría que sólo faltó ahí la presencia de nuestro inolvidable amigo Armando Sánchez, pero estoy seguro que ocupó su lugar de costumbre en ésas, nuestras reuniones semanales. Su voz y su guitarra hubieran hecho aún más grato ese festejo. Tenía la certeza de que esa reunión sería memorable, tan sólo por el hecho de ver a Juan Ramón haciendo malabares culinarios y cocinando para nosotros al momento.
Pero lo vivido fue aún mejor de lo esperado y por ello agradezco en todo lo que vale la amistad de mis amigos y la anfitrionía del dueño de la casa.
Se confirma una vez más que si quiere uno comer rico en Saltillo tiene que ir a Don Artemio, que es la catedral en la que oficia el sabio Chef. Mejor conocido como el rey del "Cabrito Power".
Por lo demás: "Hasta que nos volvamos a encontrar que Dios te guarde en la palma de Su mano".