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Rinden homenaje a Guillermina Bravo

La creadora de la danza mexicana del siglo XX fue reconocida por su gran labor artística

Merecido reconocimiento.  Guillermina Bravo, la máxima creadora de la danza mexicana del siglo XX, volvió a su casa: el Palacio de Bellas Artes, para recibir un gran homenaje por sus aportaciones al arte.  EL UNIVERSAL

Merecido reconocimiento. Guillermina Bravo, la máxima creadora de la danza mexicana del siglo XX, volvió a su casa: el Palacio de Bellas Artes, para recibir un gran homenaje por sus aportaciones al arte. EL UNIVERSAL

EL UNIVERSAL

México, DF.- El público se puso de pie. Guillermina Bravo, la máxima creadora de la danza mexicana del siglo XX, volvió a su casa: el Palacio de Bellas Artes. Lo hizo a paso lento, cansada por los años, 90 de vida, 70 de trabajo; pero aún firme con la palabra: "Estoy algo sorprendida", expresó. Los admiradores de la artista ofrecieron una ovación larga: "¡Bravo! ¡Bravo!", gritaban.

La emoción, sin embargo, no se desbordó. Guillermina, ecuánime, como siempre, pidió a los asistentes que pararan el aplauso. Con un gesto los invitó a sentarse. Y cuando ella hace una señal, los demás la acatan, al menos así lo hacen los de su gremio, el de la danza.

Antonia Quiroz, una de las más grandes bailarinas que haya dado México, la acompañó en la mesa. Atrás de la "loba" de la danza moderna mexicana se sentaron Miguel Añorve, también bailarín extraordinario, a quien la historia de la danza aún no hace justicia, y Orlando Schecker, quien es director del Colegio Nacional de Danza Contemporánea de Querétaro.

Poco tiempo tuvo el público para disfrutar de Guillermina Bravo. Y es que mientras Teresa Vicencio, directora del Instituto General de Bellas Artes, resaltaba los aportes de la coreógrafa, maestra y bailarina a la cultura mexicana, la creadora se esforzaba para respirar.

Miguel y Orlando la auxiliaron de inmediato con el tanque de oxígeno que tenían listo. Luego, Guillermina Bravo pidió al público el reconocimiento a los maestros del Colegio Nacional de Danza Contemporánea, con sede en Querétaro, quienes no han cobrado sueldos desde hace varios meses, "para ellos sí les pido un aplauso".

Después dijo algo más, pero el micrófono estaba lejos, y ya nadie se lo acercó. La tomaron del brazo y le ayudaron a salir del escenario, para dar pie a las presentaciones de los grupos de Claudia Lavista, Bárbara Alvarado y Lidya Romero, así como al soliloquio de Rossana Filomarino.

Así de rápido fue el Homenaje Nacional que el Instituto Nacional de Bellas Artes ofreció a Guillermina Bravo, autora de alrededor de 57 obras y leyenda viva de la cultura mexicana del siglo XX. Sin invitados de honor en el presídium, sin la presencia de algún investigador o crítico que hablara con profundidad sobre las grandes aportaciones de la "madre" de la danza moderna mexicana al desarrollo cultural del país.

Así, Guillermina Bravo volvió a pisar el escenario que fue su casa, el foro principal del palacio marmóreo, en donde estrenó todas las obras que hizo, interpretadas por el disuelto Ballet Nacional de México; funciones inscritas con letras de oro en la historia de la danza mexicana del siglo XX.

Homenaje pendiente

Guillermina hizo un gran esfuerzo para ir a la Ciudad de México. Hace algunos días, entrevistada en Querétaro, expresaba su temor por la altura de la ciudad.

"Todo va a estar bien", la tranquilizaba Miguel Añorve.

El sábado, su aparición frente al público mexicano fue breve. Bailarines, coreógrafos, críticos y aficionados a la danza, le expresaron admiración, respeto y reconocimiento con el aplauso que le ofrecieron de pie a su llegada. Después las danzas. Claudia Lavista, con la compañía Delfos, presentó Memoria Ciega, defendiendo la limpieza de la técnica; Rossana Filomarino ofreció Guillerma, Memorias del Corazón, en la que dejó de manifiesto el amor por su maestra; Bárbara Alvarado, en Sol a Ciegas, con el grupo Aletheia Cuerpo Escénico, se lució con una obra fresca, dinámica, de composición equilibrada, y bailarines de alto nivel técnico e interpretativo; y cerró con broche de oro la veterana Lidya Romero, quien hizo la obra Manga Corta, que escenificó el grupo Cuerpo Mutable, puesta en escena lúdica, urbana y actual.

La comunidad de la danza mexicana llenó el Palacio de Bellas Artes. El INBA resarció la deuda del homenaje que el año pasado no se pudo realizar para celebrar el 90 aniversario de la bailarina, coreógrafa y maestra.

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