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Rumbo al matriarcado

GILBERTO SERNA

Los primeros recuerdos que tengo de una mujer es luciendo amplias faldas de gran vuelo o largas que cubrían totalmente las piernas hasta llegar al "huesito", que en realidad se adivinaba pero no se veía con el tubo de los botines que lo cubría. Luego durante la segunda guerra mundial hubo la necesidad de que las féminas usaran vestimenta que al tiempo que no les estorbara fuera lo suficientemente holgada para trabajar. Fue así como surgieron los pantalones pegados al cuerpo cuyas perneras terminaban debajo de las rodillas y los pull over que usaban como ropa de trabajo tanto hombres como mujeres. Luego vendrían las minifaldas por los sesenta, que provocaban los suspiros masculinos, permitiendo mostrar las piernas femeninas hasta llegar a la mitad del muslo. Sin embargo la belleza femenina logró la perfección cuando se puso los pantalones a las caderas; una prenda que llegó para quedarse, luciendo pantalones que ayer eran de la exclusividad de los caballeros sin perder un ápice de su feminidad. Quién podría pensar que la mujer traería los pantalones al empezar esta centuria.

La verdad es que desde siempre las mujeres han luchado a brazo partido por la equidad de género. Las cosas han venido cambiando, la mujer, hasta hace poco relegada a un segundo término desde los primeros tiempos de la humanidad, ha sabido encontrar el camino para ponerse a la altura de los hombres. La última puerta se abrió no hace mucho en nuestro país, cuando accedieron a usar un uniforme que las cataloga como pertenecientes a las fuerzas armadas. No es más el sexo débil que debería estar en un rincón de la cocina meneando una olla de frijoles. La mujer obligada a la dura tarea de mantener a los hijos, sale lo mismo a defender a su patria que a trabajar codo con codo con el hombre en una oficina, en un taller mecánico, que en una industria o en un comercio. Es muy grave lo que ha estado ocurriendo con las mujeres que prestan su servicio a maquiladoras instaladas en la frontera, lo cierto es que están adquiriendo, las que sobreviven, una fortaleza que ha ido forjando un nuevo carácter. Se han vuelto más osadas, más atrevidas, más temerarias, más audaces, intrépidas, decididas y valientes; cursan con gran éxito carreras universitarias, en ocasiones con mejores promedios que los varones.

Aquella frase del pensador alemán Arthur Shopenhauer (1788-1860), de la que hacían gala los hombres de mis tiempos, anhelaba mantener a la mujer en un estado de capita diminutio, definiendo al sexo opuesto como un animal de cabellos largos e ideas cortas, las que podían ahora revirar a sus maridos: tu todo lo tienes corto. En los primeros tiempos de la humanidad la división de tareas daba lugar a que la mujer se quedara en la cueva a hacer sus labores domésticas quedando a su cargo los hijos, en tanto el varón cazaba y defendía el hogar. Era una sociedad patriarcal en que la autoridad era ejercida por un varón que era el jefe de familia, centrada en la concepción, educación y dominancia de los hombres. Aquella concepción de que la mujer casada debería, como las escopetas, permanecer en un rincón de la casa y cargadas, pasó a la historia. La mujer subyugada, esclavizada, que era propiedad del género opuesto, no más. Se está liberando por sus propios méritos. Los días en que triunfaban los misóginos están quedando atrás.

Los hombres presumían de su fuerza muscular para acaparar trabajos donde ésta se requería. Se ufanaban de competir en la creación literaria, lo que cada día que pasa es menos cierto. La discriminación hacia el trabajo de la mujer tiende a desaparecer. Si es verdad que el poder político esté en manos masculinas, recordará a las "juanitas" que competían en lugar de sus esposos para cederles el lugar a poco, una vez burlada la barrera de elección por género, no se presentaban, llamándose al marido, eso esperemos no vuelva suceder. Hay ciertas sociedades donde la hembra era repudiada esperando llegara un varón, sobre todo en países donde los nacimientos estaban constreñidos a uno por pareja. Eso está cambiando y la preferencia es por una mujercita, más educadas, más independientes y de hecho más competitivas. Lo que se admira, en cualquier circunstancia de la vida, es su honradez. Pero no se crea que Shopenhauer se olvidó definir a su propio sexo y dijo: "El hombre es en el fondo un animal salvaje y terrible. Le conocemos solamente tal como ha sido domesticado y educado por lo que llamamos civilización. De ahí que nos alarmemos cuando alguna vez sale a luz su verdadera naturaleza. Siempre que desaparecen los frenos y las cadenas dela Ley del orden dando paso a la anarquía, se presenta como realmente es".

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