"Todo lo que puedo decirles es que estaba enferma y ahora estoy curada...nada es imposible para Dios"
Marie Simon-Pierre
Nunca he entendido muy bien por qué Dios crearía un universo con un orden específico y unas leyes muy claras sólo para violarlos a discreción. Por eso me ha parecido siempre una tontería que la Iglesia Católica tenga como requisito que alguien, para ser beato, deba haber realizado un milagro y, para ser santo, dos. Esto sólo genera una presión enorme para inventar milagros.
El Papa Benedicto XVI acaba de aprobar el primero de los milagros de su predecesor, Juan Pablo II, a quien por lo tanto se le ha programado ya una ceremonia de beatificación para el próximo 1 de mayo. Se le atribuye la curación de Marie Simon-Pierre, una monja francesa a la que se había diagnosticado mal de Parkinson. Ella y otras hermanas, nos dicen, le rezaron a Juan Pablo poco después de su fallecimiento pidiendo la curación. No hay duda de que tarde o temprano se le inventará otro milagro, porque ya hay una decisión de canonizarlo.
Hay razones para admirar a Karol Wojtyla. Fue sin duda un hombre valiente. Como joven se enfrentó al régimen nazi y más adelante, como sacerdote y obispo, al autoritarismo comunista. Su Pontificado fue prolongado e importante. Si bien pienso que su papel en la caída de los regímenes comunistas de Europa oriental se ha exagerado, su simple presencia fue claramente un faro de inspiración para el pueblo polaco y otros de la región en su lucha por la libertad. La cercanía a la gente de Juan Pablo y su carisma personal fueron innegables.
El gran reproche que se le hace hoy a Juan Pablo, su silencio ante los abusos del padre Marcial Maciel, es también indicativo de su natural bondad y quizá incluso ingenuidad. Maciel y Wojtyla se conocieron, según tengo entendido, en los años sesenta en los tiempos del Concilio Vaticano II. El líder de la Legión de Cristo le dio alojamiento en Roma en varias ocasiones al prelado polaco. No hay duda del cariño que ambos se tenían, pero no hay indicación de que Wojtyla haya conocido la perversa vida secreta del religioso mexicano.
Cuando Wojtyla ya era Papa, en los años noventa, se sometieron al Vaticano documentos con las quejas de las víctimas de Maciel. No hubo investigación. O el Pontífice decidió no dar crédito a las acusaciones contra su viejo amigo o quienes estaban en los niveles inferiores no quisieron profundizar en unos cargos tan serios en contra de alguien tan cercano al corazón del Papa. No hay indicios, sin embargo, de que el Pontífice haya protegido conscientemente a un violador.
Ha habido durante años una gran presión popular para canonizar a un Papa muy querido. Las multitudes reunidas en la plaza de San Pedro lo hicieron saber con sus gritos de "Santo súbito" tras la muerte de Juan Pablo en 2005. Debido a que para convertirse en santo se requiere el reconocimiento no de uno sino de dos milagros, estamos viendo ahora este proceso con un resultado ya predeterminado.
Yo no sé si existe Dios; pero si existe, pienso que debe ser único. No creo en un Dios que se desdoble en diferentes personas o que necesite intermediarios --santos o vírgenes-- para estar en contacto con la gente. Mucho menos me imagino a un Dios que decida crear un universo de equilibrios complejos y perfectos sólo para violarlos cuando le convenga al Vaticano.
Si la gente quiere recordar con amor y veneración a Juan Pablo, o incluso adorarlo como una deidad, adelante. Pero me parece un insulto a Dios el exigirle un milagro cada vez que la Iglesia necesita a un santo nuevo.
A pesar de las declaraciones de los funcionarios gubernamentales, que dicen que le estamos ganando la guerra al narcotráfico, el número de ejecuciones de las dos primeras semanas de este 2011 ha superado ya el paso de 2010, que fue el año más sangriento en la historia del país. Para quienes son víctimas de estos actos de violencia, México no está ganando ninguna guerra.
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