Tradición. Desde hace 45 años produce el tradicional cempasúchil.
Don Víctor vive los preparativos de la fiesta del Día de Muertos trabajando para los primeros de noviembre conseguir un ingreso extra para su familia, pero también, para proveer a los comerciantes y a las familias que van en busca de las flores tradicionales para sus difuntos.
Los jardines de Don Víctor, en Villa Juárez, se pintan de amarillo y magenta, con la belleza de las flores que produce, la Mano de León y el Cempasúchil, flor de origen azteca utilizada como tributo a los muertos.
Son ya 45 años de trabajar la tierra. Víctor Esquivel creció entre flores y sembradíos, viendo a sus padres ganarse el pan de la misma manera que él lo hace en compañía de seis de sus nueve hijos; tiene ya 69 años, pero día con día regresa a este lugar, donde por temporada recurre a diferentes tipos de cultivos para poder salir adelante junto a su familia.
Nació en Villa Juárez, perteneciente al municipio de Lerdo, Durango, cerca de donde tiene una hectárea de tierra en la que muy temprano comienza a trabajar todos los días por más de 12 horas.
Desde pequeño vio los campos de flores, se acostumbró a verlas crecer y aprendió a querer la labor que su padre realizaba con tanto esmero para darles de comer.
"Me acostumbré desde muy pequeño, ya andaba yo corriendo aquí por los terrenos mientras mis padres trabajaban y como aquí crecí, aprendí de esto", platica.
Ahora que Don Víctor se ha convertido en dueño de estas tierras, se dedica a darles vida con la producción de estas flores típicas de la festividad del Día de Muertos, se preparan meses antes, para hacer crecer el color en estos jardines, luego, con la ayuda de cerca de 20 hombres de su pueblo, son cortados el Cempasúchil y la Mano de León, para luego venderlas a los comerciantes que desde el último día del mes de octubre, comienzan a llevarla a la ciudad para revenderla.
Don Víctor ve con gusto la tradición de su familia, la alegría de las flores, su colorido y el significado que tienen en la fiesta de los difuntos es muy peculiar, sin embargo, ve con tristeza cómo cada vez se hace más complicada la labor del campo. Falta agua, los costos suben, los clientes bajan y año con año ha visto caer las ventas por la situación económica que afecta a ellos como productores, a los comerciantes y a los clientes.
Tiempo atrás, la flor era una esperanza para esta gente, las ventas de Día de Muertos les dejaban una importante ganancia, pero hace un par de años que esto no sucede, en total puede únicamente reunir 10 mil pesos o menos, lo cual no es suficiente para cuando vuelva a haber otra cosecha.
"Antes en este tiempo eran los días fuertes y nos iba mejor, porque ahora la mayoría de las flores las terminamos tirando", comenta.
Cuando la temporada de la tradicional flor se acaba y su venta ya no es negocio, Don Víctor y sus hijos, se dedican a explotar su tierra cultivando calabacita o tomates, en fin, otro tipo de productos especialmente vegetales, para después poder salir al mercado o a algunos puntos de la ciudad y comercializarlos, con el objetivo de poder llevar a su casa un modesto ingreso y pan a su mesa.
Aún así, finalizó contento y satisfecho de participar de esta manera tan productiva en esta tradición mexicana, que no se debe perder con el paso de los años y a través de las generaciones.