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Se hunde la oposición, crecen los Moreira

Periférico

ARTURO GONZÁLEZ GONZÁLEZ

Al cierre de la jornada de ayer, con el 81 por ciento de casillas computadas en el PREP, el candidato del PRI a la gubernatura de Coahuila, Rubén Moreira Valdez, tenía una ventaja de más de 20 puntos porcentuales sobre su más cercano oponente, Guillermo Anaya Llamas, aspirante de la coalición conformada por el PAN y la UDC.

De acuerdo con este resultado, el Partido Acción Nacional se enfrenta a un nuevo fracaso en su búsqueda por ocupar el Palacio Rosa de Saltillo, y lograr con ello la alternancia en la más alta magistratura de la entidad. Pero no sólo eso, de confirmarse el resultado preliminar que da el triunfo al PRI en los 16 distritos de las diputaciones locales, el tricolor estaría reeditando sus antiguas hazañas del "carro completo", comunes en los tiempos del México autoritario del partido de Estado.

La actual derrota del PAN se suma a una racha negativa que inició en 2008. En ese año perdieron los entonces 20 distritos electorales del estado. En 2009 el PRI les repitió la dosis en las elecciones federales para diputados del Congreso de la Unión, ganando los siete distritos de la entidad. Ese mismo año, los panistas perdieron 31 de los 38 ayuntamientos de Coahuila, incluyendo Torreón, que llevaba siete años bajo control de los albiazules.

Las causas de esta debacle de Acción Nacional son fácilmente identificables. En primer lugar está el enorme control que los Moreira han extendido a lo ancho y largo del estado. Con programas de asistencia social, cuyos padrones de beneficiarios se mantienen en la opacidad, esa familia de priistas ha creado una de las estructuras clientelares más grandes y fácilmente manejables en todo el país.

En segundo término, el PAN no ha podido establecer una estrategia efectiva frente a ese poder. Por el contrario, en vez de mostrar unidad y liderazgo desde la oposición, los albiazules han permitido que la división abra hondas heridas entre ellos y que los intereses de los grupos internos prevalezcan por encima de los del propio partido. Y en ese camino de fractura, se ha ido alejando de las necesidades de la sociedad.

Si a lo anterior sumamos el desprestigio en el que ha caído la administración federal que encabeza el panista Felipe Calderón debido a la incontenible violencia que azota el país, la derrota de ayer es por demás explicable.

En el caso particular de la elección que ayer se llevó a cabo, sobresale la errática campaña que el candidato Guillermo Anaya y su equipo plantearon. La constante descalificación, la abierta "guerra de lodo" y la exaltación de los vicios de su oponente, impidieron ver con claridad cuáles eran las propuestas del torreonense para darle un nuevo rumbo a Coahuila. En pocas palabras, Anaya intentó jugarles a los Moreira en el territorio que ellos dominan, en vez de voltear directamente y con planteamientos sólidos a ese sector de la ciudadanía, sobre todo de clase media, que se siente cada vez más a disgusto con el poder de la "primera familia" del estado.

La prueba es que, nuevamente, casi el 40 por ciento del electorado no salió a votar, quizás hastiado por el bajo nivel del debate político que se maneja en nuestro estado, o tal vez instalado en la comodidad de la indiferencia. Esos ciudadanos son los que Anaya no logró convencer con su campaña.

Toca al PAN ahora volver a su situación de siempre en Coahuila, la de oposición. Pero debe hacerlo luego de una profunda reflexión y un auténtico ejercicio de recomposición. A la sana y argumentada crítica deberá sumar la propuesta y el compromiso de construir una ciudadanía consciente y participativa. Si sus integrantes no están dispuestos a hacerlo y prefieren quedarse en los terrenos de las artimañas instauradas por el PRI desde hace décadas, el camino hacia el Palacio Rosa se verá cada vez más lejos para ellos.

En cuanto a Rubén Moreira -que, de continuar todo como hasta ahora, tomará posesión el primero de diciembre de 2011-, debe pronto dejar la euforia del triunfo a un lado y ponerse a trabajar en serio para resolver los enormes problemas que su hermano le heredó empaquetados con la gubernatura.

Algunos de esos problemas son: una deuda pública reconocida de 14 mil millones de pesos -la Secretaría de Hacienda dice que pueden ser hasta 30 mil millones-; una imparable ola delictiva que ha dejado a sectores del estado a merced del hampa; una disparidad abismal en el desarrollo de las regiones de Coahuila, por la clara preferencia hacia Saltillo, y por último, grandes dudas respecto al manejo de recursos públicos y el desempeño de varios funcionarios. Ahí es donde los ciudadanos debemos poner los ojos en el próximo sexenio, para demostrarles a todos los partidos que no todos en Coahuila nos conformamos con dádivas a cambio de votos.

E-mail: argonzalez@elsiglodetorreon.com.mx

Twitter: @Artgonzaga

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