Miles de partidarios y adversarios del presidente Hosni Mubarak se enfrentaron en la plaza principal de El Cairo el miércoles, lanzándose piedras, botellas y bombas incendiarias en escenas de caos descontrolado, mientras los soldados observaban sin intervenir.
Al cierre de esta edición se habían registrado al menos tres muertos y más de 600 heridos.
Partidarios del Gobierno entraron a galope montados en caballos y camellos, pero fueron arrastrados al suelo y golpeados hasta sangrar.
En el frente de la batalla, junto al famoso Museo Egipcio en el borde de la plaza Tahrir, revoltosos progubernamentales ocuparon los techos vecinos para lanzar ladrillos y bombas incendiarias a la multitud y un árbol en los jardines del museo quedó envuelto en llamas.
En los accesos a la plaza, los dos bandos se agazapaban detrás de camiones abandonados y se arrojaban trozos de concreto y botellas. Algunos de los partidarios del Gobierno blandían machetes.
Dentro de la plaza, decenas de hombres y mujeres del bando anti-Mubarak rompían la acera con barrotes y enviaban los trozos en talegos de lona a quienes combatían en el frente. Manifestantes ensangrentados eran atendidos en clínicas improvisadas en mezquitas y callejones y se informó de cientos de heridos.
Algunos lloraban y rezaban en la plaza donde unos 10,000 manifestantes se habían congregado por la mañana y apenas el día anterior una multitud jubilosa de un cuarto de millón había exigido pacíficamente la renuncia de Mubarak.
Otros rogaban a los soldados que los protegieran, pero éstos se negaron. Los militares no intervinieron, más allá de algún disparo al aire y no había Policía uniformada a la vista. Muchos manifestantes acusaron al régimen de pagar a los asaltantes -una táctica empleada en el pasado por las fuerzas de seguridad- y a los militares de permitirlo.
"Después de la revolución, quieren mandar gente a que la arruine", dijo Ahmed Abdullah, un abogado de 47 años en la plaza. "¿Por qué quieren que nos matemos entre nosotros a la vista del mundo entero?"
Otro hombre gritó por medio de un megáfono: "Hosni abrió la puerta para que estos matones nos ataquen".
Por la noche, la televisión estatal transmitió una orden -sin aclarar su origen- de que "todos los manifestantes abandonen la plaza Tahrir" inmediatamente. Desde el otro bando, el prestigioso dirigente opositor Mohamed ElBaradei pidió a las fuerzas armadas en un comunicado que "intervengan enérgicamente para detener esta masacre".
La insurrección, que ya lleva nueve días, tomó un nuevo y peligroso cariz: fueron los primeros actos de violencia significativos entre los dos bandos.
Comenzaron en Alejandría horas después que Mubarak, quien ejerce el poder desde hace casi 30 años, dijo por televisión nacional que rechazaba los reclamos de su renuncia inmediata. Insistió en tono desafiante que cumpliría los siete meses restantes de su mandato. Por primera vez, partidarios del Gobierno empezaron a movilizarse para exigir el fin del movimiento de protesta.