"Yo creo que la droga que se está vendiendo, le están echando porquería, porque un mariguano o un coco normal no hace eso". Esa expresión la escuché proveniente de un amigo que al saludarlo me espetó prácticamente al inicio de una conversación que tomaría otro derrotero, pero que el suceso terrible de antier en Torreón Jardín donde ocurrió el asesinato de una residente de esa colonia, y de una muchacha que laboraba con ella en su hogar, nuevamente levantó el estupor en gran parte de la sociedad.
La vía para consumar sendos homicidios fue el degollamiento, pero posterior a ello el asesino les prendió fuego a los cuerpos inertes de las desdichadas, rociándolas previamente con solvente. Al menos por fortuna este hecho ha quedado aparentemente resuelto: un individuo de nombre Julio César Hernández Morales, de 23 años de edad y que trabajaba desde hacía 4 años como jardinero en el lugar de los hechos, le había solicitado un préstamo a su patrona -que a la postre se convertiría en su víctima- y ésta le había exigido el pago parcial del empréstito, razón suficiente para que Hernández Morales decidiera realizar tal monstruosidad.
Por otra parte, a inicio de la semana fue arraigado un individuo de nombre Luis Armando Jáquez Castañeda, de 30 años de edad, como presunto coautor material del homicidio del empresario Carlos Ignacio Valdés Berlaga, ocurrido el pasado domingo 24 de abril. Al momento de su detención, este sujeto portaba un arma 9 milímetros, que pudiese ser una de las cuales fueron utilizadas para ultimar al señor Valdés.
Y en la capital de Durango la violencia está en escalada; nuevamente una riña en el Cereso local cobró la vida de nueve reclusos. En la pelea se reporta el uso de armas de fuego, es decir, dentro de la cárcel los internos están armados con fusiles y pistolas ¿en dónde estamos?
Además a todo esto, los más de doscientos cadáveres exhumados casi todos de fosas ubicadas dentro de la mancha urbana de Durango, no hacen sino crispar los nervios del ciudadano común que se pregunta cómo es posible que tal cantidad de cadáveres hayan sido enterrados sin que nadie los viera. Por simple lógica si fueron sepultados clandestinamente alrededor de 210 cuerpos, es natural suponer que más han sido desaparecidos, y en tal caso ¿por qué no hay cientos de denuncias por desaparición de personas en la Fiscalía del Estado?
El gobernador Jorge Herrera Caldera ha reiterado en sus declaraciones que este tema es de competencia federal, por ser producto de la delincuencia organizada, añadiendo por supuesto que "es lamentable" que esto haya sucedido. A un medio en específico le abunda diciendo que este asunto de las fosas tiene hasta 4 años de haber empezando, ¿será este caso la coyuntura para desmarcarse de su antecesor Ismael Hernández Deras?
Más allá de todo, los tres hechos nos están mostrando el rostro más abominable de la naturaleza humana. En el primero y aparentemente resuelto, un empleado de años ultima en el sitio de trabajo y convivencia a su patrona, además mata a una compañera de labores y en un acto inexplicable, más que de la peor pudrición de su alma, les prende fuego a sus víctimas.
En el caso desafortunado de Carlos Valdés, la hipótesis de la Fiscalía de Coahuila es que un exyerno orquestó el homicidio calificado, mismo que ahora tiene la calidad de arraigado, pero no confeso, no así el homicida material, que se informa, ya aceptó su participación.
La cantidad de asesinatos y entierros clandestinos en Durango, y que al aparecer ahora los cuerpos, no hay filas de familiares que reclamen por ellos y exista un número más o menos equiparable a los desaparecidos, ¿cómo se explica?
De los hechos del crimen organizado, ahora acabamos de vivir dos asesinatos brutales y ruines, de una especie que no ocurrían con la saña y la frecuencia que ahora suceden. ¿Qué es lo que pasa? ¿ Qué sociedad hemos creado? Son preguntas a las que tenemos que encontrar sus respuestas, a no ser que cada vez más seguido vivamos estas semanas de terror.
