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Sicilia, la paz y los medios

DIEGO PETERSEN FARAH

Del odio al amor hay sólo un paso, y a veces ese paso lleva al abismo. Si esto es válido para las relaciones personales, lo es doblemente para la relación con los medios. Los mismo medios que un día te aman al día siguiente te detestan; los mismos que eran los grandes aliados se convierten en enemigos a los ojos del que los sufren.

A Javier Sicilia se le terminó la luna de miel con los medios. Las preguntas dejaron de ser amables. Los micrófonos ya no fueron más los aparatos dispuestos a registrar la mejor frase del poeta dolido sino unos amenazantes dedos flamígeros exigiendo respuestas que no hay, poniendo trampas de lenguaje al maestro de la palabra, generando insidias venenosas en la caravana de la paz.

Los reporteros comenzaron a hacer lo que se espera de ellos: importunar, cuestionar, machacar. Sicilia quiso decirles cuál era "la nota" porque, como la gran mayoría de los interlocutores de los medios, sigue creyendo que "la nota" es lo importante, cuando en realidad la nota es lo disonante: después de tantos días de escuchar el mismo discurso, ese que hace meses fue novedoso, pero que ya no es, la presencia de un "guarura" se convierte en "la nota" por encima de todo lo demás. Esa es la lógica, por desagradable que parezca.

Quizá el error de Sicilia, por llamarlo de alguna manera, fue pensar que la solidaridad de los medios era real. A lo mucho lo que hubo fue un genuino sentimiento compartido de algunos periodistas y conductores de radio y televisión, pero los medios nunca son aliados, menos aun amigos.

Como el agua, los medios siempre volverán a su cauce, encontrarán la forma específica de expresar sus intereses. Pero en lo que tienen toda la razón el poeta es que la actuación de los medios no abona una chin... a construir la paz (la licencia poética del vate le da a la frase una fuerza distinta). Hay un hipocresía de raíz en la forma en que los medios, fundamentalmente los electrónicos pero no nada más, han abordado la situación de violencia en la que está el país. La reproducción sin cortapisas de la violencia no sólo no abona un ápice a la construcción de la paz, sino que se convierte en un amplificador del miedo, el caldo de cultivo ideal para el uso y el abuso de la fuerza del Estado y la supremacía de la delincuencia organizada cimentada en el terror.

Los medios como conjunto (habrá siempre excepciones y cosas plausibles en cada uno) no hemos sido constructores de paz en este país. Metidos en la lógica inmediatista de "la nota" y la la venta de mañana perdimos de vista el largo plazo y la agenda de país.

La Iniciativa México terminó siendo un pliego de buenas intenciones, un lavada de cara de frente a la sociedad; una aspirina de conciencia y no una forma inteligente y conjunta de enfrentar verdadero el reto de este país, que no es la destrucción del enemigo sino la construcción de la paz.

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