La vida es un juego que suele darnos algunos sobresaltos sin previo aviso.
A mí me duelen esos sobresaltos, me angustian y aunque no quiera me ponen triste.
Me angustian las enfermedades de mis amigos y aun la muerte de personas con las que sólo me he cruzado una vez en la vida.
Esta semana que termina, me acometieron tres de esos sobresaltos: dos enfermedades de amigos y la muerte de Miguel Ángel Granados Chapa.
Primero me sorprendió fuera de la ciudad, una llamada de mi amigo Javier, avisándome que Toño estaba en terapia en el Sanatorio Español.
Luego el lunes hablo con don Roberto para informarle de esta situación y lo escucho bien, muy bien, pero al día siguiente que pensaba verlo aquí en un acto público me encuentro que no hizo el viaje porque se sintió mal y fue al cardiólogo.
Simultáneamente todos los medios de comunicación anuncian la muerte temprana de Granados Chapa, a quien a fuerza de leerlo y admiralo, todos los días, lo consideraba mi amigo.
A hora prudente y en cuanto pude me hice presente en el Sanatorio, la salud de Toño es estable, pero aún delicada, esperemos que pronto pase ese mal momento.
Me puse entonces a recordar grandes momentos que vivimos juntos y los tiempos en que convivíamos casi a diario y en los que abrevé en una filosofía sencilla, pero profunda sobre el sentido de la vida.
Él tenía siempre una respuesta optimista a la mano y un consejo amigable, que el tiempo y la distancia me fueron robando y que espero recuperar muy pronto.
Campamentos, viajes, charlas, consejos y formas de acometer la entrañable tarea de escribir. "Hay que tener oficio, maestro -me decía-para amar esto".
Para él, las oficinas de un periódico son un taller y no otra cosa. Y el periódico debe oler a tinta, no a rosas ni aceites delicados. La rotativa son fierros y el papel lienzos que deben tratarse con delicadeza.
Tenemos que recuperar esos momentos, esas charlas y reírnos juntos del acontecer diario, porque "la vida no es seria". Resiste, Toño, resiste. Lo mejor está por venir.
De mi amigo Beto qué no podría decir. Fue uno de mis grandes hallazgos cuando viví en Saltillo. Una buena mesa, una tasa de café y un buen tabaco, bastaban para disfrutar aquellas pláticas aleccionadoras sobre el mundo y la política local.
Hombre de su tiempo, gran periodista y político destacado, siempre ha estado dispuesto a compartir sus conocimientos. Ha vivido, como todo hombre público, momentos memorables, de gloria y otros trágicos, tragos amargos que lo fortalecieron enormemente.
Siendo una persona mayor, también le queda mucho tiempo por delante y me adeuda grandes lecciones que quiero tomar. Espero que su afección sea transitoria porque quiero disfrutar con él más momentos de reflexión y aprendizaje.
De Miguel Ángel, qué más se puede decir, si sus amigos cercanos lo han dicho ya todo. Sólo que extrañaré sus escritos, su fina prosa y su valentía para denunciar los abusos de poder. El periodismo moderno pierde uno de sus mejores exponentes, tal vez, el más íntegro periodista de las últimas décadas.
Ye no quiero sinsabores, queridos amigos, quiero momentos de felicidad y esperanza de días siempre mejores.
Por lo demás: "Hasta que nos volvamos a encontrar, que Dios te guarde en la palma de Su mano".