Hye Sook-kim tiene 49 años y ha pasado más de la mitad de su vida en un campo de trabajos forzados para prisioneros políticos en Corea del Norte del que es una de las pocas sobrevivientes dispuesta a dar testimonio público de las innumerables violaciones a los derechos humanos que allí se sufren.
Una coalición de ONG celebró hoy en Ginebra la 11 Conferencia Internacional sobre Derechos Humanos en Corea del Norte, en el que Hye Sook-kim y In Cheol-hwang, el hijo de uno de los desaparecidos tras el secuestro de un avión surcoreano en 1969, dieron rostro al sufrimiento provocado por el régimen comunista de Kim Jong-il.
Teniendo como telón de fondo un enorme mapa del campo de detención de "Gwalliso", elaborado a partir de su recuerdo de ese lugar, la ex prisionera recuerda que entró allí en 1975, con trece años, y que sólo cuando salió, 28 años después, pudo conocer el motivo de su confinamiento y el de toda su familia: su abuelo había se fugado a Corea del Sur, donde ella vive actualmente.
Los horrores de lo vivido en esas casi tres décadas "no pueden resumirse en una hora", recalcó Hye Sook-kim, convertida en una de las raras voces en dar testimonio directo de la existencia de esos campos, de los que se conoce muy poco porque los sobrevivientes que han logrado escapar a Corea del Sur tienen miedo de las represalias que pueda tomar el régimen norcoreano contra sus familias.
Sin embargo, la muerte de su madre, hermanos y esposo en ese campo, las ejecuciones públicas a las que los detenidos están obligados a asistir, los numerosos accidentes de trabajo en peligrosas minas de carbón, donde las horas de trabajo son interminables, así como la escasez de comida, pueden dar una remota idea de lo que fue su vida.
Según la ONG Alianza para los Derechos Humanos en Corea del Norte, unas 200 mil personas estarían actualmente retenidas en campamentos de ese tipo, cuya existencia es negada por el Gobierno de Pyongyang.
Para 2002, cuando fue liberada por ser una "trabajadora ejemplar", Hye Sook-kim era viuda y tenía dos hijos, de 9 y 12 años, que murieron al año siguiente cuando un torrente se llevó la casa donde alquilaba una habitación.
La pena la llevó a decidir intentar escapar a China "porque prefería morir en el camino que en Corea del Norte", recordó.
La primera vez que cruzó a China, en 2003, fue llevada por traficantes que vendían mujeres, pero nunca nadie la compró porque a los 43 años su cuerpo exhibía los signos de los años pasados en "Gwalliso".
Por eso terminó trabajando en un restaurante, cuyo dueño la envió clandestinamente a Corea del Norte en 2007 para comprar cerdos más baratos, pero en lugar de esto fue capturada.
Después de pasar algunos meses en un centro de "reeducación" pudo escapar y cruzar por segunda vez a China, donde a través de una mafia que la ayudó a cruzar el país llegó a Laos y Tailandia, desde donde fue enviada a Corea del Sur, donde lleva tres años viviendo y ya como ciudadana surcoreana.
"Pido a la comunidad internacional que presione al régimen de Corea del Norte para que cese las violaciones a los derechos humanos y cierre los campos de prisioneros", reclamó Hye Sook-kim al concluir su relato.
El 11 de diciembre de 1969 se produjo el secuestro de un avión de la compañía surcoreana Kal, en el que viajaban 50 personas y que fue desviado por un espía norcoreano, un recuerdo que se va difuminando, salvo paras las familias de los once pasajeros que nunca regresaron.