De llamar la atención las dinámicas que Alejandro Irarragorri, presidente del Santos ha tenido con diferentes sectores de la afición: primero con "la banda de los twitteros" que son acaso recios críticos, no sólo del Santos Laguna, sino de los diversos temas que están en boga y que inundan las redes sociales, mismas que se han convertido en un poderosísimo generador de opinión pública y que la directiva guerrerra hace muy bien en voltear a ver.
La segunda reunión fue con los abonados, mismos que tienen aún más derecho a opinar, cuestionar y debatir, toda vez que son ellos quienes invierten una fuerte cantidad por temporada, a veces a ciegas, por como es de impredecible el futbol, por lugares en el estadio y asistir a un evento (y espectáculo, ojo) deportivo.
La exposición en ambos eventos me dejó ver que la planeación en Santos existe: las cosas podrán no salir, como todo en la vida, pero es visible que hay reuniones previas de trabajo para la posterior toma de decisiones. Si alguna vez critiqué, en la era Daniel Guzmán, que las decisiones se tomaban al vapor, fomentando el amiguismo, contratando en donde no era necesario y no trayendo jugadores en donde era más que urgente (por fin se le contrató una banca al Guti Estrada, llevaba más de tres años sólo por el lado derecho) la dialéctica, la apertura y la exposición de ideas por parte de la directiva, me deja el buen sabor de la existencia de la planeación estratégica.
Cuando en diciembre del 2010 regalé mi novela a Alejandro Irarragorri, "El Vendedor de Futbol" recuerdo ponerle en la dedicatoria que habría momentos en que no íbamos a coincidir en opiniones o decisiones, pero que esperaba que en esta relación de trabajo existiera la pluralidad de ideas, la tolerancia, la apertura para escuchar al otro, y la presencia de una crítica con el único fin de lo que a ambos nos interesa: el buen paso y accionar, los triunfos y logros de nuestro equipo, el Santos Laguna.
De verdad reconozco y aplaudo esta buena disposición de Alejandro Irarragorri para con su gente, el público. Esto no quiere decir que el presidente del Santos vaya a hacer lo que la afición le diga o dictamine. Se trata de sentarse a dialogar, a intercambiar ideas, y de conocer en carne propia el sentimiento, la expresión y el juicio del jugador número 12, que ¡vaya!, pesa en cada partido.
Habrá torneos malos, otros buenos. El futbol es imposible medirlo o encontrar la fórmula exacta para el triunfo. Pero con el trabajo diario, la honestidad y, por sobre todas las cosas, y perdón por repetirlo tanto, la apertura de ideas, el camino al éxito estará mucho menos empedrado.
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