Cuando el domingo pasado nos enteramos que Bob Bradley estaba en Torreón para platicar con la directiva del Santos, no dejé de pensar que esta opción era una excelente idea: traer a un técnico que ha demostrado su capacidad al mando de la selección de Estados Unidos, que se caracteriza por el orden táctico en sus equipos (Santos adolece un agudo desorden en todas sus líneas) y que seguramente, por su carácter, traería disciplina al vestidor verdiblanco que se caracteriza en los últimos tiempos a tender a la desobediencia hacia el cuerpo técnico en turno.
Además, la mentalidad triunfalista que caracteriza a todo involucrado en el deporte estadounidense bien puede beneficiar al conjunto lagunero. Al menos es probar algo diferente: uno se sale de esa latosísima rueda de la fortuna de cartuchos quemados que cada día cena pan con lo mismo: Hugo Sánchez, Mario Trejo, Manuel Lapuente, los Tena, Mario Carrillo, Benjamín Galindo...
La tarde del jueves los medios de comunicación confirmamos sólo por un momento que Benjamín Galindo era el nuevo técnico del Santos y nos decían que Héctor Adomaitis y Héctor López serían sus auxiliares. Del shock pasé a la incredulidad. No era posible que Santos hubiera contratado al peor técnico en su historia. Cuando Benjamín dirigió a los Guerreros no ganó un solo juego. De hecho, Galindo es el único entrenador de Santos que se ha ido sin ganar, en el Clausura 2006 tuvo marca de 3 derrotas consecutivas, 4 empates seguidos y lo echaron.
Después nos enteramos que Benjamín Galindo efectivamente había comido con los directivos del Santos, pero que su status era de candidato. Pienso que las dos opciones mencionadas son el extremo: Bradley es el orden, el método, la disciplina y el proyecto. Mientras Galindo ha demostrado que no tiene los argumentos para dirigir a un equipo, y menos a uno tan complicado como Santos. De dirigir en Copa Libertadores, ha deambulado como auxiliar de diferentes técnicos con o sin prestigio, para regresar al mando de otros sin ningún resultado positivo. Discursos terriblemente densos, gastados, de futbolista de los años 80. Si me lo preguntaran, que sé que no, Benjamín Galindo no sólo es una mala opción, sino que es la peor que Santos Laguna pudiera contemplar.
Bob Bradley, como nadie, garantiza buenos resultados, pero al menos están las herramientas para intentar metódicamente algo nuevo y que nadie ha intentado.
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