EDITORIAL Caricatura editorial columnas editorial

Soluciones al problema del agua (III)

A la ciudadanía

GERARDO JIMÉNEZ GONZÁLEZ

Comentamos en los dos artículos previos que gran parte de la disponibilidad de agua superficial y subterránea que tenemos en La Laguna depende de la precipitación, escurrimiento y filtración que ocurra en la parte alta y media de la cuenca de los ríos Nazas-Aguanaval; los cuerpos de agua dulce de la parte baja, sean las presas El Palmito o Las Tórtolas sobre el cauce del primer río, Cazadores o El Naranjo, del segundo, o los acuíferos Principal, Villa Juárez, Oriente Aguanaval, por mencionar los más importantes, se alimentan de los flujos provenientes de las zonas de captación.

Fuera del marco geográfico de La Laguna, particularmente del área delimitada dentro del Distrito de Riego 017, sólo existen algunas áreas reducidas que aprovechan acuíferos periféricos con menores volúmenes disponibles para apoyar sus actividades económicas y satisfacer el abasto doméstico, el resto de los núcleos poblacionales dispersos entre extensas zonas de matorral dependen de una precipitación escasa y del aprovechamiento de pequeños escurrimientos de arroyos y almacenamientos en presones, que usan en la siembra de sus cultivos y el abasto de su ganado y las familias, sufriendo estos últimos las penurias propias de habitantes del desierto, los cuales para satisfacer sus necesidades de agua requieren se les provea desde el exterior de los lugares donde se ubican.

Somos los laguneros, en tanto núcleo poblacional principal de la parte baja de esta cuenca, quienes consumimos alrededor del 50% de los volúmenes que se disponen de ser aprovechados. Esta condición ha constituido un factor clave en el crecimiento económico regional, a la vez de que constituye un privilegio que nos distingue entre los habitantes del Desierto Chihuahuense, el cual, lamentablemente no hemos valorado y por ello tenemos una problemática sobre el agua.

Históricamente el abasto urbano-doméstico en la región ha sido cubierto con volúmenes extraídos de los acuíferos subterráneos, pero no ha sido este uso el principal que se les haya dado, sino para el riego de cultivos, de modo tal que las extracciones crecieron vertiginosamente durante el Siglo XX al aumentar de una veintena de pozos a inicios del mismo hasta más de cuatro mil en la segunda parte de esa centuria, primero para el riego del algodonero por el auge que presentó este cultivo con la Segunda Guerra Mundial y la Guerra de Corea, y posteriormente para la producción de forrajes, en ocasiones concesionándose más agua de la que se recargaba, como sucedió con el acuífero principal.

Tal patrón de uso condujo a la sobreexplotación de este último acuífero y otros más, con el consecuente abatimiento que sufren y, en el caso del primero, su contaminación con sales tóxicas como arsénico; obvio resulta que la mejor solución a este problema es la recarga hasta lograr su equilibrio con la extracción, pero esto implica encontrar una forma que reduzca los volúmenes extraídos y eso sólo será posible si se diseña una estrategia que contemple varias medidas aplicables en el corto, mediano y largo plazo, que amortigüen el cambio en el patrón de uso y con ello del mismo modelo de crecimiento económico regional.

Al respecto ya se han ventilado algunas medidas, quizás algo complicadas pero necesarias, como la disminución de las superficies de cultivo de alfalfa, el principal usuario de agua en la región, aumentar la eficiencia en el manejo del agua de riego, que para el caso de los volúmenes extraídos significa la tecnificación con métodos presurizados, u otras que requieren la aplicación de nuevas tecnología y dinero, sin embargo, la cuestión central reside en la disposición de los grandes usuarios del agua, los empresarios agroganaderos de aceptarse como parte del problema y no ver éste desde las gradas, puesto que en ellos reside la posibilidad real de encontrar soluciones al mismo.

La aplicación de nuevas tecnologías, el acceso a recursos públicos u otras alternativas deben contemplar sentar en la mesa a este segmento de la población, cuyo tamaño es inversamente proporcional al poder económico que tienen, de otra forma no hay viabilidad de solución a esta problemática, incluso tampoco podemos esperar actos de autoridad que impongan soluciones verticales cuando hay serios problemas de gobernabilidad y escasa participación ciudadana, en una época de inseguridad como la que vivimos. Sobre esto hablaremos en la próxima y última colaboración para cerrar esta serie.

Leer más de EDITORIAL

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 620759

elsiglo.mx