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Sueño de una noche de verano

ADELA CELORIO

 E S difícil pensar en algo que no sea agradable durante el mes de junio. Había mojado mi pluma en veneno para hablar de la doble liberación de Hank Rhon. ¿Qué qué? ¿Cómo que lo liberaron dos veces el mismo día? ¿Entonces no lo mandaron a un penal de alta seguridad? ¿Por qué? Pues porque en vez de buscar la justicia, en este país nuestro nos atenemos a la pura y dura Ley con sus mañas, trucos y huecos, donde se mueven como prestidigitadores los corruptos funcionarios públicos, leguleyos y compañía. ¡Maldición!

Lo peor fue al día siguiente, les juro que me provocó arcadas ver en el periódico la jeta de cabrito viejo de Hank. Sonriente, burlona retadora, como preguntando: ¿Ya les quedó claro que yo a la justicia me la paso por el arco del triunfo? Ahí estaba en el diario "Milenio" que acompaña mi café por la mañana. Ahí el muy sin-vergüenza exhibiendo su impunidad ante un estadio lleno -imagino que con su innumerable prole. ¡Que porquería!

Tenía también la intención de usar la tinta más letal que pudiera conseguir para dejar testimonio escrito de la ignominia que significa para mí, ver un día sí y otro también a nuestro presidente fotografiado junto a la tepocata Gordillo. De veras que lo veo y no puedo evitar retorcerme como almeja viva cuando la bañan con limón. Lo mismo me ocurre con el Negrito Bailarín cuando hace públicamente lo que, además de bailar, sabe hacer tan bien; con la ventaja de que ahora lo hace desde la presidencia del PRI.

¿No es para dar asco? ¿Pues en qué momento nos ganó lo soez, lo vulgar, lo enfermo? ¿Qué clase de poderoso ácido nos está corroyendo el alma como para aceptar sin inmutarnos que esos oscuros personajillos sin patria ni matria, bribones, envilecedores engendros del PRI; sigan contaminando impunemente la vida de todos los mexicanos?

Conste que se los advierto; si se cae el techo nos va a aplastar a todos. Espero que no suceda, pero si por nuestra mala memoria permitimos que regrese el PRI; nos lo habremos merecido. De toda esta basura pensaba yo escribir, pero no lo haré porque no se puede mal-decir en junio, y además porque insisto en que existe, aunque sea remota, la posibilidad de que entre todos podamos adecentar este país nuestro que por si no se han dado cuenta es el único que tenemos.

Me niego a ser una más de las instituciones quebradas y por supuesto me niego también a abdicar a mi parcela de felicidad, a ese estado de gracia que nos llega con el suave y luminoso junio. Como decía al principio, pensaba mojar mi pluma en veneno, pero de pronto se me metió junio al cuerpo y por si acaso; retiro lo escrito y me dejo llevar por la placidez y la sensualidad de estos días largos en que los seres humanos estamos destinados a florecer, a redescubrir el deseo adormilado por los quehaceres y las prisas que nos imponen los meses pedestres.

Desde siempre, las mujeres sabemos que un poco de locura y magia estival son buenas para el alma. Y que me perdonen los curas, pero en estos días la exuberancia de la naturaleza invita a la pereza, a la gula, a la lujuria. A la pereza porque aunque tiene mala prensa, suele ser fecunda, dado que nos permite almacenar reservas de calma y satisfacción; inversión de la que podremos echar mano esos días en que la vida aprieta. Y ni qué decir de los mangos, las sandías; los melones laguneros que están ahora en su mejor momento para provocar la gula. Y también porque en junio toda hora es hora de cerveza. Y porque ¿cómo no empapar los largos, silencioso atardeceres estivales con un vino blanco muy seco y muy frío mientras releemos algún libro amado? Si junio no es el momento para abandonar el techo de la casa y ramonear en el campo degustando fresquísimas ensaladas (mi preferida se llama Odisea: tomate en gajos, queso de cabra y aguacate; aliñado todo con hojas de albahaca fresca) exóticas berenjenas, alcachofas y algún afrodisiaco como laminitas de abulón o higos rellenos de salmón y queso como los que nos ofreció el amable Greg en su Garufa de allá de Torreón; ¿entonces cuando?

Y pues ya puestos a pecar, con este calor lo que pide el cuerpo es levantarse la tapa de los sexos, arrancarse la ropa para empernarse y lamerse cada cual con su pareja. La placidez de junio es una provocación para darse una nueva oportunidad de cumplir los sueños incumplidos; para recuperar los paraísos perdidos. Sin duda Junio es el momento culminante del año. "Lo que la marea se ha llevado/ regresa con ímpetu. El corazón está tan rebosante/ que basta una gota para hacer que se desborde..." dicen que dijo un tal James Rusell que quién sabe quién será. Me pregunto ¿cómo sería vivir en un mundo donde siempre fuera junio?

Adelace2@prodigy.net.mx

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