En mi sagrada tierra hay un municipio: Ciudad Valle Hermoso, que la vox populi decía que era "La Ciudad de las tres mentiras" porque, ni era Ciudad, ni era Valle, ni era Hermoso, a la que se agregó una cuarta, porque el entonces presidente municipal, Vidal Blanco, no era blanco -era de piel totalmente morena.
Pos las aseveraciones populares, que generalmente son infalibles, aquí fallaron, porque la Ciudad de Valle Hermoso, es una Ciudad llena de amor, forma un Valle que es un auténtico vergel, tierra pródiga en exuberante producción agrícola y es Hermoso por sus mujeres que además de ser bellas, son proveedoras de esperanza y sus hombres generosos, amigables, de bien y de trabajo, que no se dejan vencer por ninguna adversidad.
Pues hasta esa tierra del norte de mi estado, me dirigí la semana próxima pasada a dar una conferencia sobre El Filósofo de Güémez, invitado por el presidente municipal C.P. Efraín de León León; su esposa Sorayda Cantú de León y por la licenciada Verónica Solís, presidenta de la Cruz Roja.
Platicando con meseros, boleros, damas, -con el pueblo- pude constatar el ambiente de solidaridad y trabajo generado por el presidente municipal y su esposa; que a pesar de la violencia que ha afectado la vieja tranquilidad provinciana que gozaba este municipio, ahí se trabaja con empeño, humildad y con ahínco.
La labor va desde la atención a las familias más desprotegidas, pasando por el deporte, los servicios públicos, hasta generar una impresionante participación ciudadana, en la colecta de llaves para la adquisición de una réplica de la campana de Dolores, misma que hará sonar sus repiqueteos la noche del 15 de septiembre, en la que el pueblo encabezado por Efraín, conmemore un aniversario más de la gesta heroica dirigida por el Padre de la Patria Don Miguel Hidalgo y Costilla.
La conferencia que fue a beneficio de la Cruz Roja, abarrotó el local con: damas, políticos, empresarios, profesionistas, banqueros, agricultores y público en general que querían escuchar la policroma visión del veterano filósofo.
Les recordé que desde corta edad, mi hermosa madre me enseñó que los viejos compañeros de mi vida fueran: la oración, el trabajo fecundo, el entusiasmo, la actitud mental positiva, la intuición, la buena fe, la inocencia, el amor y el humor. Por su parte los abuelos de Güémez, generosamente me enseñaron a disfrutar las pequeñas alegrías, sabiendo que lo importante no es que cada día seas mejor que ayer... ¡sino que seas feliz! Y para ello lo único que necesitas es que "tu corazón esté enamorado".
De ellos aprendí que el tiempo -como gran maestro que es- pone las cosas en su lugar, aprendí a diariamente celebrar la vida, a disfrutar de las cosas simples, recordando que el mejor refugio es mi alma, sabiendo que lo único seguro es el cambio; porque todo evoluciona, se transforma, nada permanece inmutable, nada sigue igual; después de la vida, viene la muerte; después de la tormenta, viene la calma; después de la violencia... llega la paz.
Pues gozando la paz del hogar estaban los papás del niño filósofo, mientras él jugaba con el balero. El papá que traía las feromonas encima, buscaba acariciar a su esposa para tener concupiscencia carnal, pero prudentemente la mamá le decía al oído que ahí estaba su hijo, el papá le dice al niño filósofo:
-¡Salte a la banqueta! y nos cuentas lo que ves en la calle.
Obediente el niño sale y mientras su papá dejaba caer toda su fogosidad con la mamá, el niño decía:
-Un coche se está estacionado mal, ¡se lo está llevando la grúa! Ahí va Filo el panadero. Pablo Barrón va con sus carritos de madera... ¡los vecinos de enfrente están haciendo el amor!
El papá intrigado suspende su actividad sexual y le pregunta: -¿Por qué dices eso?...
-Es que su hijo también está en la banqueta diciéndoles ¡¡¡todo lo que pasa por la calle!!!