Con un saludo para Leonel Rodríguez Rodríguez.
En los pueblos cuando la tarde languidece, como lo marca la tradición, los abuelos sacan sus sillones de palma a la banqueta, mientras los niños se sientan a su alrededor a escuchar las más maravillosas y entretenidas historias, llenas de enseñanza y sabiduría.
Desde la tierna infancia mi incipiente imaginación fue atrapada por las mil y una cosas que aprendí de ellos, mismas que recuerdo con veneración y gratitud. Ellos decían en sus pláticas, que todos vinimos al mundo sin nada, que hasta los hijos de las familias económicamente más poderosas, llegan con las manos vacías. Mis viejos expresaban: "Ver para creer". Ahora que la vida me ha bendecido para que llegue a viejo, el filósofo dice: "Creer... para ver", porque de los abuelos aprendí que "si lo puedes creer... lo puedes crear", y eso es precisamente lo que quiero, que seas capaz, estimado lector, de crear una vida llena de sueños, bendiciones y buenos propósitos para ti; recuerda lo que Shakespeare decía: "Estamos hechos de la misma materia de los sueños".
Eres lo que crees, lo que eliges y lo que piensas ¿si piensas que es posible?, así será. Así que diariamente, sabiendo que estás hecho para la grandeza, saca del mejor refugio: tu alma, todos los pensamientos y actitudes positivas que aniden en tu interior, y usando la magia que el universo te provee, transforma tu vida en algo espectacular.
En el trajinar de la existencia recuerda que rápido no significa mejor; disponte a gozar cada segundo de tu vida, a disfrutar de tu unicidad. Ser diferente a los otros es precisamente lo que hace de ti un ser especial. Aléjate de la gente conflictiva, beligerante, intolerante, de los que llegan criticando o con chismes; además de ser portadores de desánimo, rompen con la unión de tu energía vital.
Cada nuevo amanecer recuerda que la enfermedad es una desarmonía entre espíritu y cuerpo; así que sé inteligente: ama, respeta, atiende, ejercita, bien alimenta y mima a tu cuerpo, es el único que te acompañará durante toda la vida, es la barca que generosamente el Señor te obsequió para que navegues por el mundo.
A raíz de mi anterior columna, algunos lectores me han escrito amablemente solicitando que siga con historias de cazadores y pescadores. "Me pegan en la pata de palo" pues en verdad que no me gusta contarlas... ¡me encanta!, porque a través de los relatos de estos personajes se expresa el genio para hilvanar cuidadosamente las más superlativas ficciones -popularmente conocidas como mentiras-, con las que se alimenta la imaginería del colectivo social.
Armando Fuentes Aguirre "Catón", no sólo me distingue con su generosa amistad, también es mi mentor; de él escuché la historia del Tío Laureano, del mero Nava Coahuila, "aquel personaje popular que cierto día iba con su mujer pasando por la plaza, cuando se encontró de frente con un compadre suyo.
Después de los saludos de rigor, el tío Laureano platicó que recién acababa de regresar de los Estados Unidos, a donde había ido a una boda de un sobrino suyo. El compadre, sabiendo que el tío Laureano era bueno pa' contar mentiras, le preguntó: -¿Y como cuántos invitados hubo?
-¿Qué? ¡Uta no me lo vas a creer, pero hubo como 20 mil!
-Ah abrón, pos ha de haber sido muy grande el salón -dijo un poco suspicaz su compadre.
-¿Grande?... Pos como de aquí al pie de la Sierra -contestó inalterable el afamado personaje.
-Oye tío, ¿y hubo algún grupo musical? - volvió a inquirir maliciosamente su compadre.
-¿Grupo? Uuummmm mijito se agarraban a madrazos los artistas pa' cantar, con decirte que el más modesto fue Luis Miguel.
-Oye tío, pos el pastel debe haber sido muy grande.
El tío Laureano echó un vistazo por la plaza como en busca de un punto de comparación, centrando su vista por un instante en el hermoso kiosco del pueblo; su "vieja" -que siempre las mujeres son sabias y adivinan el pensamiento del "viejo" -, jalándole la manga de su camisa inmediatamente le dijo:
-¡¡¡Tantéyate Laureano, tantéyate!!!...¿¿¿de ónde vas a sacar un cuchillo de ese tamaño pa' partirlo???