La historia da testimonio de la oscura amenaza que sienten ante la letra impresa, todos aquellos que temen perder los altos beneficios que los ignorantes les reditúan. Promover la quema de libros ha sido una vieja práctica generalmente promovida por autoridades políticas o religiosas porque ellos saben bien que un libro no es nunca un elemento neutro sino un elemento de liberación, de descubrimiento, de conquista; y por lo tanto una seria amenaza para quienes pretenden mantenernos dentro de los estrechos límites de la ignorancia. Se trata de que la gente no aprenda, no descubra y se quede atrapada en oscuras prácticas y creencias convenientes para algunos "iluminados" que con toda soltura nos informan que Dios (por razones que todos desconocemos pero debemos aceptar) los ha elegido para representarlo en la tierra. ¡Que de esos iluminados me libre Dios! Yo tuve suficiente con mi padre. La obsesión por mandar los libros a la hoguera viene de lejos. Ya en el año 213 a.C. el emperador Huang Ti, ordenó la primera gran quema de libros que registra la historia. Quemar libros fue un imperativo para apuntalar las brutalidades de la Inquisición. El 10 de mayo de 1933, ardieron miles y miles de libros en Alemania, y con esa purga dio comienzo uno de los más grandes horrores perpetrados por los hombres contra sus hermanos. Pero parece que la experiencia de seis millones de muertos bajo el bestial régimen nazi, por razones tan arbitrarias como ser judío, gitano, católico, homosexual, disidente político o discapacitado, no ha sido suficiente para aprender que cuando se empieza por quemar libros, se termina por mandar a la hoguera o a los hornos de gas, a los hombres. Y no aprendemos digo yo, porque nunca falta algún desquiciado -o desquiciada- (como ya ocurrió en octubre del 2009 en que la regidora de León en Guanajuato, organizó la quema de libros de educación sexual en la plaza pública) que en nombre de Dios condene los libros al fuego, sucedió recientemente en Gainesvile (Florida) donde un vulgar y ridículo Testículo (sic) de Jehová, en busca seguramente de alguna cámara de televisión que le diera un poco de notoriedad, llamó a su grey que consiste en algo así como cincuenta fieles, a quemar el Corán, tan sagrado para los musulmanes. Ya en septiembre del año pasado, aprovechando los sentimientos vengativos que suscita la fecha del ataque a las Torres Gemelas, había ganado notoriedad con su propuesta de celebrar el "Día Internacional de la Quema del Corán" para protestar por el proyecto de construir una mezquita (habiendo tanto espacio, los musulmanes insisten en construirla justo en el lugar que fue el epicentro del atentado en Nueva York (Pero qué necios ¿no?) Aunque ante las presiones recibidas por todo el estamento político, diplomático y militar de Estados Unidos, en ese momento tuvo que dar marcha atrás, por lo visto el ahora famoso Testículo de Jehová es tan desequilibrado como terco, y a pesar de la advertencia de Obama de que si seguía adelante con sus planes pondría en peligro la vida de personas inocentes, el 20 de marzo y tras un juicio fársico en el que durante veinticuatro minutos y seis segundos se escucharon los argumentos que expuso un IMAN de Dallas en defensa del Corán, un jurado de 12 personas dictó sentencia y el megalómano pastor Terry Jones de cincuenta y ocho años, siempre en nombre de un dios pequeño y lamentable como él, ordenó la quema del Corán, y mientras disfrutaba del espectáculo comentó: "arde bastante bien" Que miedo constatar que a pesar de transitar el tercer milenio y por un mundo donde ya hemos convenido en unos inalienables Derechos Humanos, es todavía imposible contar con que no aparezcan nuevos Torquemadas. "Al menos 10 personas resultaron muertas y 83 heridas al sur de Afganistán, durante una nueva manifestación contra la quema del Corán. Por la misma razón, un asalto a las oficinas de la ONU en esa ciudad dejó 20 muertos mientras los Islámicos enfurecidos sentenciaban: ¡muerte a América! (El País 3 de abril) Espero que por América sólo se refieran al pequeño territorio donde el Testículo de Jehová anda ejerciendo su locura. Está claro que para los fundamentalistas de acá, están los de allá, y el cuento es de nunca acabar. Caray, con lo bien que estaríamos sin tanto loco. Aunque sólo fuera por razones de salud mental y de sobrevivencia, tendríamos que ejercer de verdad una tolerancia que no es precisamente tolerar sino respetar y hacer respetar para el otro, la misma libertad para orar, para amar, para ser diferente que queremos para nosotros.
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