Recuperada. Natalia fue atacada en su domicilio hace un año, hoy se encuentra saludable en un asilo.
Natalia Flores suspende un momento la hora de sus alimentos para saludar algunos amigos y contar la historia que ha vivido en los últimos tres años, su amplia sonrisa contrasta con el ambiente calmado del asilo de ancianos donde vive.
"Ahorita me siento muy feliz, aquí me tratan como una reina y hasta bailo cha-cha-cha... antes de llegar aquí no me acuerdo de mucho", dice la mujer desde su silla de ruedas.
Hace un año Natalia vivía en un cuarto rentado de la colonia Compresora de Torreón, una mañana fue encontrada golpeada, ultrajada y con hipotermia luego de que sujetos ingresaran a su hogar para robar sus pertenencias.
Viuda, sin saber de sus hijos y sin el patrimonio que le quedaba no fue atendida hasta que una de las vecinas se dio cuenta de las anomalías en su hogar y llamó a las autoridades de emergencia.
A pesar de contar con algunos familiares la mujer no pudo ser atendida de inmediato por ellos ante conflictos diversos y tuvo que ser canalizada mediante el DIF a la Cruz Roja local para su atención médica inmediata.
Dentro de los diagnósticos iniciales se encontraron algunas fracturas en extremidades, traumas en diversas partes del cuerpo y complicaciones debido al frío.
"Yo no supe de mí, me llevaron al hospital y luego me encontraron casi como loca, cuando volví a estar consciente y me trajeron aquí estuve en contra... no me podía explicar lo que pasaba, pero hoy estoy feliz" dice Natalia.
Ante la falta de familia o amistades cercanas es personal del DIF quienes se encargan de supervisar la evolución de casos como el de Natalia, quien logró salir del hospital y recibir asilo permanente junto a otros 24 miembros del centro.
Más de un año luego de aquel incidente la mujer asegura haber encontrado una nueva razón de vida y motivos para seguir adelante a pesar de no tener ningún bien material.
"Vine toda echada a perder, me sentía débil y sin fuerzas, ahorita me la paso tranquila y todos son buenos conmigo, no le puedo pedir nada más a Dios ni a las personas que me ayudaron", comenta Natalia.
Luego de terminar de saludar a todas sus amigas del asilo la sonriente mujer de 86 años se retira a su lugar en la mesa, una vez que todos se encuentran sentados realizan una oración para "agradecer" los alimentos.
"Todavía estoy chava y me encanta cotorrear por ahí", comenta a manera de broma antes del rito religioso.