Confieso que nunca había visto el programa de Top Gear y que no sabía siquiera de su existencia hasta que vi en Twitter que este show televisivo de la BBC era uno de los temas más comentados. Vi el video en YouTube sobre la burla que sus tres conductores hacían sobre el auto Mastretta, el cual tampoco conocía, y las referencias que hacían con la comida mexicana y con los estereotipos de los mexicanos. Confieso que más que sentirme indignado, me dio mucha risa. No le di mayor importancia.
Sin embargo, el tema ha ido creciendo en la cobertura mediática de una manera impresionante hasta el punto que mereció una "enérgica condena", de nuestra mal entendida diplomacia nacionalista e incluso llevó al Instituto Mexicano de la Radio (IMER), donde colaboro semanalmente desde hace tiempo, a tomar una errónea decisión editorial: dejar de transmitir los excelentes cortes informativos de la BBC como protesta por la "ofensa" contra el pueblo de México. Afortunadamente, el IMER reculó.
No entiendo esos gritos que sólo hacen perder tiempo. No lo entiendo porque si uno prende la televisión en México, en cualquier televisora y casi a cualquier hora, hay referencias francamente xenofóbicas y llenas de estereotipos hacia otras nacionalidades. Desde los comentaristas que se burlaban de Kalimba por su negritud, pasando por las ya cansadas imitaciones de los argentinos, los clichés sobre los estadounidenses y en particular sobre sus mujeres que vienen a las playas mexicanas a "buscar lancheros que les hagan el favor" o las de los asiáticos, que en el imaginario colectivo todos los asiáticos son "chinos" y todos éstos "se parecen". Nuestros medios y nuestras conversaciones son pesadas y se mueven en el menosprecio a la otredad.
Y sin embargo, nos llevamos, pero no nos aguantamos. La discriminación vive en lo más profundo de nuestras raíces. Desde el expresidente que decía que las "mujeres eran lavadoras de dos patas" o que "los mexicanos hacen los trabajos que hasta los negros no quieren" en Estados Unidos, hasta el presidente que lanzó una acción de inconstitucionalidad para impedir la ampliación del reconocimiento público a las parejas del mismo sexo y el otorgamiento de derechos que ello conlleva. Desde el columnista que afirma que el acoso a una mujer es consecuencia de cómo se viste, pasando por el vecino que se queja porque "los nacos" del Seven Eleven de la esquina dejan la basura en la calle, hasta la prima que discrimina galanes porque viven en un "código postal distinto". Los mexicanos, o tal vez debiera decir los humanos, tenemos nuestra buena dosis de clasismo, racismo, misoginia, xenofobia, homofobia, lesbofobia y demás.
Y aclaro que el "somos y el nosotros" lo utilizo como un imaginario colectivo porque me declaro incapaz de hablar de un genérico "nosotros los mexicanos". Para mí, México y su gente es tan diverso que cada vez más me parece una quimera hablar de "nosotros" y lo mismo puedo encontrarme al amigo que es un purista de lo políticamente correcto - yo mismo lo he sido- hasta la amiga más clasista, racista y demás.
Por todo ello, la reacción del gobierno mexicano me ha parecido un exceso de hipocresía y hasta francamente absurda. Porque quienes aplauden la enérgica condena del Embajador Medina Mora son los mismos que se mueren de la risa al encender la televisión y ver a Esteban Arce llenar un espacio televisivo con chistes homofóbicos o misóginos. Porque en lugar de aprovechar esa coyuntura para invitar a los tres conductores de Top Gear a grabar un programa en México para promocionar la dañada imagen del país en el exterior, lo único que están haciendo es contestar con indignación en lugar de pensar en cómo darle la vuelta a este asunto.
La misma secretaria de Turismo del gobierno mexicano declaró, palabras más o menos, que "los ingleses no saben que en México trabajamos más horas que los británicos". Puede ser, pero lo que no dijo la secretaria Guevara es que tal vez sea cierto que en efecto trabajamos más horas, pero que ganamos mucho menos por hora trabajada que los ingleses. Lo que no dijo la Secretaria Guevara es que precisamente un indicador del bienestar nacional de los países más desarrollados tiene que ver con que se trabaja menos tiempo, hay más productividad, más períodos vacacionales y mayor riqueza.
A final de cuentas lo de Top Gear debería servir para que con capacidad de autocrítica encendiéramos nuestras televisiones, escucháramos detenidamente nuestras conversaciones, nos miráramos al espejo, respiráramos profundo y nos alivianáramos un poco, que al final el que se lleva, se aguanta.
Politólogo
E Internacionalista
Twitter: @genarolozano